No recuerdo ya desde cuando, pero hace bastantes años que los veranos me producen cierta desazón. Todo cambia de lugar, las personas, los objetos mas queridos ¿Por qué querremos a ciertos objetos? Los amigos se dispersan durante tiempo indefinido, las familias se desmembran con este nuevo afán de mandar hijos al extranjero. Yo misma no sé qué hacer conmigo.
Si, el alborozo y algarabía propias de la estación entran en conflicto con ciertos deberes.
Julio me recuerda otros julios y, si ahondo en la memoria, muchísimos fueron un caos de esperanzas, proyectos, expectación, ilusiones y, con intervalos, amarguras. Casi todos, un laberinto del que a veces salir costaba un imperio. Los mas dichosos, sin duda, los de esa infancia ignorante, simple, rebosante de risas porque el colegio ya había terminado. Desde el ultimo día de curso comenzaba una carrera incierta en el tiempo, porque el tiempo no significa nada para los niños, y el día a día ya no tenía horario ni dueño, salvo la imaginación.
¿Os acordáis de este anuncio de Nívea?
Ese balón azul y blanco que en algunas playas lanzaban avionetas de reclamo, era el objeto de mi deseo. Qué felicidad mas nívea la de esta imágen dorada.
¿Dónde puedo conseguir este balón, a parte de mis recuerdos?
Con ellos os deseo un felicísimo verano a todos.