domingo, 20 de julio de 2008

Saint-Saëns, lavanda y reencuentros



Con diferencia, hacía tiempo que no había tenido en mi vida una semana tan intensa; intensa en sensaciones y sentimientos, nadie piense que anduve con mis huesos zascandileando.
Estos huesos míos no se han desplazado mas allá de un radio de 30 kms en torno al pueblo de mi madre y en tales circunstancias han querido darse ciertos reencuentros, encuentros y descubrimientos.
Mi amigo parisino R.D. (el del sueño francés ) ha pasado allí un par de semanas en compañía de un grupillo de amigos de su tierra, alguno de los cuales conocí tiempo atrás y a los que ahora he abrazado con verdadero placer. Nuestras reuniones han estado salpimentadas con un nuevo idioma, el español-francoinglés-italiano, risas y manoteos al aire cuando alguno, rendido, suplicaba : Raúl, cómo se dice en francés...
A R. D. dejé de frecuentarlo hace casi once años, con levísimos intervalos de comunicación telefónica o por medio de su hermana, a la que veo cada verano. El distanciamiento lo produjo un "yo te amo-yo a ti no" y una penosa cadena de malas artes de personas ajenas a nuestra relación, que bien se encargaron de hurgar en la herida con cuantos hierros candentes tuvieron a mano. Pero ese alejamiento físico estaba destinado a no perdurar en el tiempo, ya que, mucho antes que el amor, había enraizado entre nosotros una amistad a prueba de bombas nucleares y crisis externas.
Esta semana pasada nos hemos reencontrado, finalmente. Primeros pasos tímidos de tanteo, alguna máscara impuesta como prevención y, dos dias después, los lazos profundos del cariño de antaño volvieron a unirnos. Misma complicidad, mismas afinidades. Sin amor, sin esa otra clase de amor, quiero decir.
R.D. es un experto en música clásica, toca la trompeta y abandonó en un momento de su vida los estudios de dirección de orquesta. Estuvimos hablando sobre mi reciente descubrimiento del compositor francés Camille Saint-Saëns, en concreto de su obra "El carnaval de los animales". Es magnífica, le dije, con los ojos de una niña que luce zapatos nuevos; entonces él me comentó entusiasmado mil y un detalles: que consta de 14 piezas, todas dedicadas a diversos animales, menos la número 11, dedicada a los pianistas, nueva broma del compositor dentro del jolgorio general de la obra. Saint-Saëns escribió en 1886 esta partitura jocosa muy en contraste con toda su obra, tan académica de por sí, y por ello, se opuso a que se estrenara mientras él viviera (sólo permitió que se editara la pieza del Cisne). Me habló del resto de sus composiciones, menos alabadas por el gran público. Yo completé su reseña con algunos rasgos rosas del autor que él, como buen hombre, desconocía: que era homosexual reconocido , que tuvo escarceos amatorios con el mismísimo Tchaikovsky, que se casó y tuvo un par de hijos pese a todo, que abandonó a su mujer al morir éstos y jamás volvió a verla.
Como R.D. siempre lleva consigo cuando viaja multitud de música, como la casa que arrastra encima el caracol, me grabó El Carnaval en mp3 , para rematar la faena.
Bueno, no, la faena ha quedado rematada con varios ramilletes de lavanda de su jardín, porque aquí el amigo tiene una de las casas mas originales de los alrededodes, de estilo francés, lo que en medio de Castilla resulta chocante. El jardín es un vergel de romero, lavanda, tomillo, rosales, higueras y varias plantas mas sin nombre declarado.
Ahora mi casa huele a lavanda en cuanto abres la puerta porque tengo repartidos los ramos, en agua unos, boca abajo otros a secar, para que sus flores huelan aún mas dulces cuando pasen unos meses y me recuerden, entonces, que un dia hubo una Amistad con la que nadie pudo.

jueves, 10 de julio de 2008

J.J.Rousseau. Confesiones


Me atrevo a afirmar que el que sólo ha sentido el amor no ha sentido lo mas dulce que puede experimentarse. Conozco otro sentimiento*, tal vez menos violento, pero mil veces mas delicioso, que puede hallarse junto con el amor, pero que se presenta con frecuencia separado de él.
Este sentimiento no es tampoco solamente amistad; es mas voluptuoso y tierno, y no creo que pueda existir entre personas de un mismo sexo. A lo menos yo he rendido culto a la amistad como el que más, y, sin embargo, no he experimentado nunca este sentimiento por ninguno de mis amigos.
Esto no es muy inteligible, pero ya se aclarará con lo que sigue: los sentimientos no se describen bien sino por sus efectos/.../
No conocía toda la fuerza de mi cariño hacia ella sino cuando no la veía... mi inquietud en su ausencia llegaba al punto de ser insoportable./.../A su lado no me acometían deseos ni arrebatos. Me hallaba en estado de calma sorprendente, gozando, pero sin saber de qué. Así habría pasado toda la vida, y aún la eternidad, sin fastidiarme ni un instante. /.../Nuestras conversaciones eran una charla interminable, que para acabar tenía que ser interrumpida. Durante esa especie de éxtasis, yo me callaba, la contemplaba, y era el mas dichoso de los hombres.
* Inclinación sentimental que Rousseau sintió a lo largo de toda su vida hacia la señora de Warens, una mujer en plena edad madura cuando la conoció y , por tanto, unos años mayor que él. La señora de Warens alojó en su casa al joven filósofo mientras éste permaneció en la ciudad de Annecy.

lunes, 7 de julio de 2008

Las tres Conchas


Ahora que ya ha llegado el verano y hemos traído a mi madre a su pueblo para pasar, si Dios quiere, sus buenos tres o cuatro meses, compruebo que la vida es una sucesión de hechos que se repiten, y también de otros que se instauran nuevos, lustrosos casi, buscando sitio entre las raíces de la costumbre.

Dentro de pocos dias va a hacer un año que murió mi padre. Cuando llegamos al pueblo entonces, con los corazones rotos, un mes mas tarde de lo habitual, y coja la familia por la ausencia repentina, desfiló por esta casa practicamente toda la población, haciéndonos llegar el pésame y su compañía. Día a día, al caer la tarde, un corrillo de viudas fueron enseñoreando su presencia en torno a la nueva miembro (que no miembra) de su club, mi madre. Primero se contaron sus experiencias, algunas bastante lejanas ya, y por tanto, sin lágrimas en los ojos. Después, una vez que había quedado claro que todas echaban mucho de menos a sus maridos, dejaron de hablar de ellos -cada una tendría sus motivos- y pasaron a recordar otros momentos felices de sus vidas, su juventud, la escuela, tal baile, la guerra y la posguerra, la prima monja de fulanita que dejó el convento para casarse.

Nosotras, las hijas, asistíamos a ratos a estas conversaciones y nos alegraba ver que, de alguna manera, la vida era capaz de abrir aún rutas floridas por entre el páramo de nuestra herida.

Como en una especie de selección natural, quedaron de visitantes fijas dos mujeres octogenarias, como la dueña de esta casa. Las dos se llaman Concha y por suerte, aquí siguen este verano. Dá gusto verlas a ambas, muy bien arregladas con collares a juego con la ropa, sus zapatitos blandos multicolores y medias de descanso para las varices. El pelo teñido de blanco azulado una, de blanco roto la otra. Y ambas, sin distinción, parlanchinas.

La mayor, a la que llamamos Conchita para distinguirlas, goza de buena salud pese a rozar los 90 años. Tiene una memoria que mas la quisiera yo : "en el año 52 me cambiaron la chimenea y me costó 16.000 ptas". A veces llama para decir que no viene porque está malísima y nosotras sabemos que se ha dado un pequeño homenaje entre tanta pastilla, que ha comido pasteles a destajo, y que tiene un cólico. Mañana ya estará estupenda de nuevo, aunque ella se quejará de que con estos cambios de tiempo los cuerpos están fatal.

La segunda Concha es mas joven que mi madre y Conchita, pero también pasa de los 80. Fué maestra de escuela en varios pueblos, en uno de los cuales conoció a su marido, y remató su vida laboral en Madrid, donde sigue viviendo. Se ha pasado todo el invierno llamando por teléfono a mi madre dos veces al dia, porque a veces no recuerda que viven en la misma ciudad y que podrían visitarse; sufre un comienzo de demencia senil y olvida las palabras con tanta frecuencia que oirle hablar es un constante reprimir la risa. Yo, que soy de risa fácil, confieso que no siempre lo consigo, y tengo que buscar excusas para justificar el motivo, o pedir perdón, sin mas. Una tarde en que la conversación giraba en torno a una receta de mero, sus circunloquios para dar con el concepto adecuado me llevaban de una carcajada a otra, y tuve que salirme del salón, muerta de vergüenza y de dolor de estómago. Ojalá hubiera tenido una cámara a mano para grabar , no ya sólo su conversación, sino las caritas de las otras dos en su intento por hilvanar la receta al completo. Enternecedoras.

La tercera Concha es socia del club en la lejanía; enviudó hace tres años y vive entre Madrid y Burgos, así que echa mano del teléfono para estar en contacto con el grupillo (digamos mas bien que a ella sólo le interesa mi madre, por ligazones de sangre). Es la mas despabilada de las tres Conchas, porque es mas joven, entre otras cosas. También es mas seria y callada.

Con este elenco femenino, variado y, sin embargo tan compacto, he descubierto cómo hacer feliz a mi madre cuando la noto mustia o aburrida de oirnos hablar de nuestras cosas de hijas, que ya le son bastante ajenas. No tengo mas que preguntarle : "mamá ¿qué sabes hoy de tus Conchas? " Y con ello tenemos monólogo para rato.



miércoles, 2 de julio de 2008

Shalom


Ya he vuelto de Israel.

Mejor será que no consulte mi moleskine de viaje porque sus páginas aún me devuelven el atolondramiento de cien lugares visitados a carrera diaria: Nazareth, Belén y su impresionante muro palestino, el Mar Muerto, el lago Tiberíades, el Santo Sepulcro, el desierto de Judea, la fortaleza de Massada, etc, etc.

Me preguntaban hoy si había sentido en algún momento ese escalofrío que recorre la espina dorsal de casi todo católico cuando visita la tumba de Cristo. No. Y el establo donde nació. No. Y la casa de la Virgen María. No.
Y es que ¿cómo meterse en escena cuando encima de cada lugar histórico-sagrado han edificado sucesivas iglesias, dejando sepultados los pocos vestigios que quedaron de una vida, XXI siglos atrás? La imaginación ha de estrujarse en un alarde de virtuosismo para visualizar una crucifixión en el Gólgota, ahora que el monte está allanado y camuflado bajo una impresionante basílica que aúna, en pocos metros, cruz y sepulcro.

Me resultó mas fácil, en cambio, en el rio Jordán, porque sus aguas verdes y sus riberas afortunadas conservan aún la naturaleza que bien pudiera tener en aquellos dias. El guía tuvo la deferencia de dejarnos unos minutos libres para tocar esas aguas bautismales y recrearnos en el paisaje, aunque, como bien sabíamos todos los allí presentes, nosotros no estábamos en calidad de peregrinos, como otros grupos parroquiales con los que nos cruzábamos por doquier, con la cruz a cuestas y sus rezos.

El hecho de entrar en Belén es, cuanto menos, impactante. Es territorio palestino y como tal, se halla rodeado de un colosal muro de hormigón y alambrada espinosa, como la corona de Cristo, quién se lo íba adecir a Él : 2008 años después su cuna inocente lleva también el estigma que coronó su frente al morir.
Los judíos tienen prohibido poner el pié en Belén, así que cambiamos momentaneamente nuestro guía por otro musulmán, justo antes de cruzar la frontera. Sólo visitamos la iglesia ortodoxa que ahora rige el pequeño "portal" subterráneo donde se supone que nació Jesús. Y vuelta a cruzar la frontera de regreso. Esta vez subieron a inspeccionar el autobús, primero un soldado palestino con gafas de espejo macarriles y metralleta en mano, y luego un par de soldados israelíes, sin gafas, pero también armados hasta los dientes.

Sobre el cielo de Nazaret, de nuevo el ejército nos recordó que estábamos en tierras conflictivas: nos sobrevolaron tres aviones caza a baja altura, de maniobras, y unos segundos después se escuchó una especie de bombazo que dejó en la llanura, junto a la ciudad, un humo negro, delator del tiro. Todo normal allí, nadie entre los autóctonos se inmutó ante este hecho, y los foráneos optamos por mimetizarnos con ellos y tomar como cotidiano lo que en nuestro país sería alarmante. Y es que en Israel es así, se convive con la prevención mas absoluta sin reflejar miedo, y los extranjeros, por tanto, no sienten miedo. La convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos es perfecta; podría contar varias escenas vividas entre las callejuelas de la ciudad vieja, los saludos mas o menos cordiales entre los comerciantes árabes y los fieles judíos en su paso hacia el Muro de las Lamentaciones. O las charlas de los retenes israelíes en sus interminables guardias con los camareros musulmanes, que abrían sus bares en el sábado sagrado de los hebreos.

No quiero extenderme en detalles cansinos de estos dias pasados en Tierra Santa, pero sí contar algo singular entre las singularidades que ofrece ese país. En el Muro de las Lamentaciones hay situadas tres cámaras que transmiten en directo, 24 horas al dia, imágenes de la plaza en una página de internet:
La noche del sábado me hallaba allí, sentada al fresco de una noche que nos bendecía por haber soportado casi a diario 44 ºC. Lo que ocurría ante mis ojos parecía envuelto en un halo sereno, beatífico; oleadas de orantes entraban y salían del recinto, algunos cantando bonitos cánticos en hebreo, otros en silencio, con sus hijos de la mano. Llamé a una de mis hermanas que vive fuera de España y le propuse conectarse a la página, para que contemplase esa escena única. Y así, en tiempo real, me localizó en la pantalla y compartimos mirada y emociones durante unos veinte minutos. Es difícil encontrar palabras que describan , medianamente, lo que todo ello significó.
Nota 1: encabezando el texto, a mano izquierda, una foto del sol iluminando el Lago Tiberíades (o Mar de Galilea). Sobre sus aguas, cuenta el Nuevo Testamento, caminó Jesús sin hundirse. A mano derecha, un grupo de niños judíos ortodoxos hacen un descanso en la escuela matutina a la que acuden cada Shabat. Pude tomarles la foto porque estaban muy ocupados entre sí como para prestarme atención. No les gusta que se les fotografíe.
Nota 2: acabo de enterarme, por televisión, de un atentado en Jerusalén. Un bulldozer ha arrollado todo lo que encontraba a su paso, provocando 4 muertos y mas de 30 heridos. Al mirar bien las imágenes he comprobado que ha ocurrido en la parte trasera de mi hotel, el Moriah, donde daba mi habitación. Allí había obras de remodelación de una gran avenida que separaba la acera de un barrio judío. Me he quedado muda.
Shalom, Israel.