lunes, 30 de mayo de 2011

La causa es mi voluntad

Leer a Shakespeare me deja fascinada y eso que lo leo de pascuas a ramos - no se vaya a creer nadie que voy con el volúmen de sus obras completas a todas partes - .
Inevitablemente una cae despojada de mundanas bagatelas bajo la grandeza de sus diálogos. Su Julio César es brillante; me dice un profesor de Inglés que leído en lengua original quizás sea lo mejor que salió de su pluma. Seguramente.
Yo transcribo parte de una escena entre César y Decio, en el momento en que el primero decide no acudir a la sesión del Senado donde temía ser asesinado:
- Id y comunicad que César no irá.
- Poderosísimo César, dejadme alegar alguna causa para que no se burlen de mí cuando lo anuncie.
- La causa es mi voluntad. ¡ Que no iré
!

La voluntad de los poderosos no es tomada en cuenta de la misma manera que la voluntad de un ciudadano de a pie, por supuesto, pero yo me pregunto cuántas veces nos escudamos en nuestra aparente insignificancia para dejar de hacer lo que decimos que queremos hacer.

Ahora caigo en que acabo de escribir una entrada totalmente diferente a mi idea original. Ni voluntades ni corchos, según sale el toro al ruedo así lo toreo.
Y, de refilón, me ha salido un pareado, para regocijo de mi voluntad inconsciente.

jueves, 19 de mayo de 2011

La magia de una Fanta

Mayo está revoltoso y voluble como damisela consentida, que para eso nos deja las flores, a cambio de concederle caprichos. A una mañana esplendorosa y cálida le sigue una tarde de lluvia y frescor.
Todo le vale y se le otorga a este mes; cuando llegue junio y sus bochornos bien que lo echaremos de menos.

Ayer, conducía mi coche bajo las aguas cuando ví una lata de Fanta rodando calle abajo. No sé si alguien le había dado una patada o se deslizaba sóla por el impulso del viento, que a esa hora tardía también presentaba sus credenciales. Aquella escena se me antojó un tanto romántica: la luz gris tan tenue, el repiqueteo de las gotas sobre el pavimento, la cierta quietud de la vida mientras la Fanta bailaba a su antojo junto al bordillo. Esos segundos de una apariencia vulgar tuvieron mucho de poesía y me demostró, como tantas veces, que quien no aprecia armonía y magia en la vida es porque no quiere.
Será que las ciudades bajo la lluvia son, para mí, sencillamente encantadoras.

martes, 17 de mayo de 2011

Obras, coplas, jotas

Tengo la casita toda patas arriba. Lo que era despacho será ampliación del salón y lo que era cuarto de la plancha, será despacho. El armario que abría por un lado en pocos días se abrirá por el contrario. Ando aquí enclaustrada por si surgen dudas de enchufes, puertas, color de paredes y otros imprevistos y hay tantos ruídos a mi alrededor que tengo la cabeza loquita, que diría Lola Flores.

Pero yo me resarzo con Radiolé, que a lo lejos me deja oir sus letras memorables, como una que acaba de dejarme perpleja:
"Con un cuchillo me abría yo el pecho
pa enseñarte mi corazón,
ay, qué pena te daría
de verlo negro como el carbón."

Y con ella me acuerdo de otra:
"Me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil, para que pueda besarlo cuando esté lejos de aquí."

Oigan ¿por qué la copla española ha de ser siempre tan trágica, que de puro paroxismo se torna cómica?
La mujer que íba a abrir su pecho con un cuchillo ¿pa qué? Si al instante caería fulminada y no podría disfrutar del arrepentimiento de su amado, que era, a fin de cuentas, lo que pretendía ¿no?
Y el Molina, dejando desdentada a su novia con el empeño de un rosario. Ala, ahí te dejo con tos los piños fuera pa que nadie se te acerque en mi ausencia, que a ver quién es el guapo que la corteja con esa boquita toa hueca como una abuela prematura. Yo veo en ésto una clara versión del cinturón de castidad, disfrazado con capa mística -por aquéllo del rosario-.

Pues resulta que, en medio de estos arranques cuasi-escatológicos, también hay modalidad jota aragonesa:

"Anda y pínchame una venaaaa
si piensas que no te quieerooo,
y verás correr mi sangreee
negrita de pasar penaaaa"

Ay, la Virgen, yo es que me parto enterita.
Y, de pronto, han cesado los ruídos a mi alrededor.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Biografías-Gertrude Bell

Definitivamente la biografía es uno de mis géneros preferidos. Pero ha de ser pura, sin almíbares novelados.
Acabo de terminar una extensa de Gertrude Bell, apodada " la reina del desierto", artífice de las fronteras modernas de los territorios árabes y, según algunos, la materia gris indispensable y mano directora de T.H. Lawrence (de Arabia.)


La señorita Bell fue educada al modo victoriano estricto, tal como se esperaba de una dama de su rango y tradición familiar. Pero ella le añadió una sed infinita de saber, de probar sus fuerzas tanto físicas como intelectuales. Se proponía con igual ahínco escalar picos imposibles en Suíza como estudiar turco y árabe. No se le resistieron la Arqueología, el Arte y la Política Exterior que le sirvió para engrandecer su adorado Imperio Británico. Hasta el fin de su vida, cuando sus fuerzas flaqueaban, recordaba la frase de su padre "los obstáculos están para ser salvados" y con mucha diplomacia aprendida se desenvolvía como pez en el agua entre tribus rivales del desierto, tomaba té con jefes drusos y turcos, aunque entre ambos pueblos sobrevolara el enfrentamiento de alemanes y británicos propios de la etapa de entre-guerras.

Recorrió Mesopotamia de arriba abajo; trazó mapas, descubrió ruínas de las que sacó planos exactos y redactó informes exhaustivos que dirigía una y otra vez a los poderes militares y políticos. Sus crónicas se publicaban y leían en Londres con avidez y en todas partes se hablaba de esa avezada señorita que guiaba con mano firme cuanto se cocía en aquella parte del Imperio. Los árabes la llamaban Al Jatun (la Señora de la Corte). Para sus compatriotas era Secretaria para Oriente, el puesto clave del Servicio de Inteligencia.

Participó en la Conferencia de El Cairo en marzo de 1920 durante una quincena agotadora pero satisfactoria; se me pone el vello de punta imaginándola a ella sóla entre unas docenas de hombres definiendo el destino inmediato de los árabes. El conocimiento de Mesopotamia le hizo creer firmemente en un Irak gobernado por un rey árabe (Faisal) bajo el mandato británico y así lo defendió incansable junto con T.E. Lawrence, aunque en un principio no lo contemplara así y estuvieran enfrentados - en una de esas largas jornadas llegó a llamarle, airada, "pequeño diablillo".
Como era de talante obstinado y perspicaz y se la consideraba la mayor experta en asuntos de Oriente, no siempre caía en gracia en una sociedad predominantemente masculina; muchos la consideraban una intrusa impertinente y vanidosa. Huelga decir que sólo recelaban de ella esos personajes intermedios de intelecto mediocre que no podían soportar quedar en la sombra por una mujer. Es significativo que se cruzaran informes secretos entre ellos al respecto y que en alguna ocasión alguien telegrafiara lo siguiente: "conviene tener en cuenta a esta mujer: creánme, tiene el cerebro de un hombre".
En cambio su jefe superior en Bagdad durante siete años, Sir Percy Cox, hombre sagaz e inteligentísimo, hizo de ella una fiel compañera y consejera durante esos momentos delicados en extremo, hasta su retiro definitivo y ya instaurada la monarquía en Irak.

Pese a los nacionalismos radicales que ya entonces entorpecían una verdadera unión árabe en esas fronteras recién nacidas, sólo con su esfuerzo se pudo conseguir que Faisal fuera coronado en Bagdad en agosto de 1921. Su trabajo le costó, pues llevaba años escudriñando cada metro cuadrado de ese vasto territorio y trazando líneas entre países que jamás antes existieron. En 1918 escribía a Hugh Bell, su padre: "a veces me siento como el Creador a mediados de semana. Sin duda se preguntaba cómo deberían ser las cosas, igual que hago yo".

Una vez consolidada la nación, su figura como consejera política fue perdiendo fuerza y pasó a dirigir el Museo de Bagdad, que ella misma había creado. Pero sus nervios perfilados con la intensa actividad política no podían acostumbrarse a trabajar a tiempo parcial en la Arqueología, pues llevaba años compaginando ambas facetas que no le dejaban casi horas de descanso. Las tardes tediosas e inactivas la sumían en una nube depresiva. Tampoco podía imaginarse volver a Inglaterra definitivamente, pues su alma, todo su ser, pertenecía ya por entero a Irak.
Todo ello, mas una pasión no correspondida hacia su valioso colega en Bagdad, Kinahan Cornwallis, marcó su final y tres días antes de cumplir cincuenta y ocho años, una sobredosis de píldoras para dormir acabó con su vida.

Hace un siglo que ocurrieron todos estos acontecimientos y en la actualidad, "en el sótano del Museo de Irak, en un estante olvidado, un busto de bronce de la señorita Gretrude Bell espera que alguien le limpie el polvo"


viernes, 6 de mayo de 2011

Pompas de jabón



Cada noche me cuesta dormirme la intemerata.
Leo, oigo la radio o, simplemente, pienso.
En medio de estos pensamientos me vienen algunas ideas originales, incluso en mi atrevimiento nocturno me hago la ilusión de haber topado con una frase luminosa, de las que sacarían a la Humanidad de su letargo y su búsqueda afanosa de la felicidad. Felicidad con mayúsculas.
Mis neuronas desveladas funcionando con una brillantez y celeridad propias de un rayo celeste.
Pero nunca tengo claro si toda esa materia gris alborotada y regocijada era la mía o un préstamo de algún duende tan insomne como yo.

La misma contradicción que siento cuando sólo tengo motivos de autoalabanza por el trabajo bien hecho. Me pregunto si no hubiera sido mejor haberme ahorrado tantas penurias intermedias aunque me quedara sin la gloria final. Si, no, no lo sé.

Al fin y al cabo puede que todo sea como pompas de jabón.

jueves, 5 de mayo de 2011

Los árabes, los números, la música



Tengo pendiente hacerme con un ensayo recién publicado, Los Arabes, del profesor Eugen Rogan, experto en Historia Árabe en la Universidad de Oxford.
Puede que en sus ochocientas páginas encuentre la raíz de su Historia, su cultura, su saber y su sentir, ahora que una oleada de rebelión sacude sus vastos territorios, fluctuantes y conflictivos desde sus orígenes. A propósito de orígenes, algún día hablaré del libro que tengo actualmente entre manos, una biografía de Gertrude Bell, figura fundamental en Oriente Medio a principios del s.XX, aunque las pompas y el reconocimiento posterior se los llevara Lawrence de Arabia.

Pues bien, con el asesinato de Bin Laden bien caliente en el horno de la actualidad, he estado pensando en esas casualidades -o no- de la Historia, de los significados de los hechos en sí y su simbología. Así me encuentro con que el número 1 tiene una estrecha relación con acontecimientos convulsos relacionados con el mundo árabe (y si se quiere puntualizar, "islámico"). Los atentados en EE.UU. y Madrid ocurrieron un día 11, la muerte de Bin Laden, un día 1 y las revueltas que están poniendo patas arriba tantos Estados, están ocurriendo en el año 2011. Si me remonto a nuestra Reconquista , se inició en el año 11 del s. VIII.

En medio de esta confusión social, antesdeayer el Maestro Daniel Baremboin llevó a Gaza la Concordia sobre las alas de la música de Mozart. El coordinador especial de la ONU para el Proceso de Paz en Medio Oriente, Robert Serry, presentó el concierto y lo describió como “un gesto de arte, humanidad, amistad y armonía".

Conviene creer en el poder curativo de las Artes, igual que creemos en la exactitud y significado de los números. Muchos de mis momentos de mayor felicidad los encuentro entre el patio de butacas de un Auditorio, tal como refleja mi anterior entrada. Ojalá- Oh Alá- sienta así la humanidad toda. Cuántos disgustos nos ahorraríamos.