domingo, 2 de agosto de 2009

Tchaikovsky en un pueblecito


Los hados han querido regalarme una delicia musical, cuando yo daba por finalizada mi etapa de conciertos clásicos.
Una ya empieza a dudar muy mucho de tantas casualidades de la vida, porque si entramos en honduras resulta que no es posible la cadena de hechos finamente engarzados que nos llevan a determinado lugar o situación.
Pero no voy a entrar en Tegucigalpa (la capital de Honduras).
Voy a entrar en un pueblecito segoviano que ha tenido a bien organizar tres días de conciertos al aire libre, en su plaza Mayor, con la magnífica vista al fondo de su castillo iluminado poniendo color al pentagrama.
Hace pocos días tuve la ocurrencia de llevarme a dos hermanas a visitar una tienda de antigüedades, a 18 kms de nuestra casa. Al llegar al pueblo, nos encontramos un trajín de operarios afanados en montar escenario y sillas, bajo el sol azotador de Castilla. Resultaba que esa misma noche se daba el primer concierto de una serie de tres, bajo la batuta del jóven director español Ramón Torrelledó. La Orquesta Sinfónica Estatal Rusa y la soprano Irina Starodubtseva harían las delicias de una población nada acostumbrada a estos eventos maravillosos.
El programa: Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky, la Marcha Eslava, el vals de la Bella durmiente, la "Escena de la Carta" de Eugene Oneguin y la Obertura 1812.
Nos hicimos con cuatro entradas y nos plantamos nuevamente bajo el castillo, a las 22 h, ataviados para el evento. Una noche perfecta; aunque el sonido al aire libre pierde calidad y color, otro color suple amable lo que los oídos pierden. Un castillo medieval coronando la escena, ardiendo en ocres bajo el efecto de los focos y las estrellas. Y a la hora bruja, las 12 en el campanario, un par de copitas de Rioja , mientras alabamos la voz de la soprano y el crotoreo de las últimas cigüeñas trasnochadoras.