miércoles, 26 de mayo de 2010

Beethoven, la próxima semana


La próxima semana tengo varias visitas al Auditorio, gracias a un abono que compré "por error" hace un par de meses. Monográfico sobre Beethoven, para mas señas, y, con tal motivo, he hojeado el capítulo que Mauricio Wiesenthal le dedicó hace unos seis años.

Cuenta que Haydn conversa con él después de haberlo tratado (y sufrido) un cierto tiempo :

"Tiene usted mucho talento- comenta al escuchar sus primeras obras- y progresará más en el futuro. Posee abundante inspiración y no sacrificará jamás un bello pensamiento a una regla tiránica, lo cual me parece razonable; pero sacrificará las reglas a sus fantasías, pues me parece que usted es un hombre que tiene varias cabezas, varios corazones, varias almas. Creo que se descubrirá siempre en sus obras algo inesperado, insólito, sombrío, porque usted mismo es un poco sombrío y extraño, y el estilo del músico revela siempre al hombre."

Haydn demostró buen ojo analítico con este hombre que un día llamó a sus puertas en Viena, después de haber apreciado sus primeras cantatas en Bonn. La genialidad del músico alemán llevaba consigo un absoluto desprecio por cuantos le habían tendido puentes en su aprendizaje y sus comienzos. Nada creía deberles, sobre todo a esa sociedad vienesa que lo mantuvo en el podio de sus preferencias, pero a la que consideraba seca y vacía, sin gusto artístico (tampoco su gira por Praga, Berlín, Leipzig... le deja satisfecho). La sensiblería del auditorio le deja frío y no admitirá jamás las lágrimas conmovidas de sus espectadores como un triunfo. Al contrario, les recrimina el no tener un mínimo de gusto artístico.
De sus colegas de oficio, respeta sin límites a Haendel; al final de sus días, reconoce una chispa divina en Franz Shubert. Y poco mas.

Con un carácter semejante, pocos amigos podrá atesorar a lo largo de su vida; sus amores estuvieron siempre marcados por un sesgo de irrealidad, donde él ponía un entusiamo casi platónico mientras las féminas no correspondían con el mismo ardor; una de ellas, la bella Giulietta, le saca dinero para dejárselo a otro amor mas carnal, con el que acaba casándose.
Se enamora de sus alumnas aristocráticas, a la par que de sus madres, sin distinción de anhelos y parece ser que le bastaba una buena conversación sobre música, para caer perdidamente enamorado.

Un genio controvertido, huraño, enamoradizo, distante, tímido, acomplejado por su sordera, ingrato, vanidoso, casi mártir de su dolor o "discípulo del dolor", según creía de sí mismo.
La semana próxima me enfrentaré a sus obras con ese desasosiego que me impone su propia personalidad.
No sé cómo saldré del empeño.

sábado, 22 de mayo de 2010

Las buenas maneras


Cosas buenas habían de tener aquellos tiempos antiguos, no tan lejanos como suponemos a veces. En algunos aspectos, basta mirar unas cuantas décadas atrás, pocas y, por ende, muy relativas en el tiempo.
Digo ésto pensando en la falta de respeto generalizada que se observa alrededor, esa falta de educación básica que no va en absoluto unida a la ignorancia ni a la falta de medios económicos.

Me encuentro a diario con situaciones que se repiten y me ponen malita-malita, y me hacen desear una vuelta a las buenas costumbres que parecen haber muerto para siempre.

Se me ocurre algún ejemplo muy común:

- se abren las puertas del ascensor, entra alguien nuevo, y no dice ni mu. Como si el habitáculo fuera cargado de hologramas mudos que suben y bajan plantas a lo largo del día.

- Sales del vagón de metro y te encuentras en el andén una muralla humana ansiosa por entrar, cuerpos de ladrillo que no dejan un mínimo resquicio para bajar en tu parada. No te queda mas remedio que avanzar pidiendo perdón, como si tuya fuera la culpa, o soltando codazos sin contemplaciones. ¿Hemos de volver a colocar esos cartelitos educativos: "antes de entrar dejen salir"?

- También están esos adolescentes perdonavidas que llaman de tu a los ancianos, al profesor, a una monja a la que preguntan la hora por la calle. ¿Se perderá sin remedio la fórmula sencilla y adorable del usted?

- Y ya, lo que me supera del todo, es ver tirar papeles en la acera: un cajetilla arrugada de cigarrilllos, el envoltorio de un helado y la servilleta que lo acompaña, un kleenex sucio, pipas...

Los mataría a todos con mi espada de Luke Skywalker.
Vale, no pega una dama decimonónica con una espada sideral, pero ¡ es tan efectiva !

miércoles, 19 de mayo de 2010

Mercadillos


A base de constancia me he ganado cierta fama de experta en mercadillos. Pueden preguntar a cualquier miembro de mi familia y a alguna de mis amigas.
Digo sin tapujos que los martes compro fruta en el del barrio de C., y los sábados, si estoy en tierras segovianas, bollos y bacalao en el pueblo de T. También cae ropa: un año fué prolífico en vaqueros, seis o siete...o diez, a cual mas bonito y mejor asentado. Si hubiera dicho que fueron comprados en Italia, en tiendas exclusivas, todo el mundo se lo habría creído. Otro año me colmé de camisas y chaquetas, en pana, en tweed, colores varios, rayadas, cuello en solapa o bicolor. Un cargamento que podría haber venido de Francia, supongamos un suponer.

A menudo me preguntan: ¿ésto es de mercadillo o es bueno? Pregunta casi ofensiva porque en marcas no copio nunca y me asombra que no se distinga la calidad - que una también visita las tiendas como el común de los mortales- pero así me lo he buscado y me da igual. Yo, a lo mío, que es merodear entre los puestos y disfrutar con cada descubrimiento. Y con la gente.
Quien no callejea a paso lento por los vericuetos de un mercadillo no sabe lo que se pierde.
En el griterío reinante, entre los que destacan siempre con su voz desgarrada los gitanos, he oído maravillas del lenguaje calé: "¡Regrorio, dame cambio" !, "Brusas a cincooo", " Señora compre-compre, que a quien no me compre le robo el borso" , "Venga shosho no lo pienses mas" "Amos guapas que mañana estoy en la cárcel".
Un día pregunté a un vendedor por unas medias de rombos y me hizo el estilismo completo: "mira cariño que ésto te lo pones con unas bailarinas marrones y un chort-pirata y te sale novio na mas que pises la calle". No recuerdo ahora si le compré las medias.
En otra ocasión descubrí a un jóven híbrido de Joaquín Cortes y Rafael Amargo que endosaba con mucho arte calcetines y ropa interior de dudosa calidad. Resultaba tan atractivo que me aposté con mi hermana junto a su tenderete y le observamos sin comprar nada. Cuando él, avispado como todos los de su profesión, cayó en la cuenta, se centró en engatusarnos con unos pantys "efecto masaje" y una sonrisa profidén maravillosa. Nos engatusó y las compramos ( de efecto masaje, nada, por supuesto). Pero ya era tarde para cambiar el timo y ahora sólo recordamos sus dientes blanquísmos de pirata.
Tengo anécdotas para aburrir pero ya me callo y cierro esta ventana. No lo echen al olvido: un mercadillo es gloria bendita al alcance de la mano.

jueves, 13 de mayo de 2010

Cadenas bienaventuradas


A la hora de la siesta, con cierta somnolencia y un té verde con cereza en la mano, me entretengo pensando cuántas cosas he dejado encauzadas en esta semana que está por acabar.

Es a mediados de mayo cuando dejo por fin solucionado lo que me quitaba el sueño en diciembre. Ahora veo con meridiana claridad la relativa trascendencia de los actos, de los comportamientos humanos, la relatividad del tiempo; la relatividad de la vida, al fin y al cabo.
Cinco meses que han transcurrido como un soplo de viento africano, porque el aire trajo consigo infinitos granos de arena. Se me nubló la vista pero no consiguió cegarme el camino ese dañino aire del desierto.

Hoy llego a buen puerto, fatigada de una travesía que parecía interminable en sólo cinco lunas, y, como decía Borges en su poema: "Las formas de la nube en el desierto. Cada arabesco en el calidoscopio. Cada remordimiento y cada lágrima. Se precisaron todas esas cosas para que nuestras manos se encontraran".

Después de encontrarse nuestras manos- no cinco, sino miles de lunas atrás- con tus dedos me diste el bálsamo que todo lo cura, y es un director de banco o un abogado, o una casa cerca del mar y unos pasos que atraviesan calles y continentes.
Quizás siempre lo he sabido aunque jamás lo haya escrito: hay cadenas bienaventuradas que sólo atan a fuerza de generosidad. Y amor. Benditas sean siempre.


sábado, 8 de mayo de 2010

La alegría


Un comienzo, un medio y un fin: no hacer nada sin alegría, parafraseando a Montaigne.

¿Será posible?
Y... ¿un poquito probable?

miércoles, 5 de mayo de 2010

Ni propósitos ni escarmientos


Escribía hace pocos días Jesús Cotta en su blog que se pasa la vida planificando cosas que casi nunca cumple, y que no escarmienta.
Y qué razón tiene; los humanos ya maduritos sabemos que la madurez a veces no se empareja con la sabiduría, precisamente porque no escarmentamos ni siquiera de nosotros mismos.
De pequeña leía en el catecismo que debía hacer "propósito de enmienda"; incomprensibles vocablos que sonaban graves como el silencio de un pozo y serios como la falta que seguramente había cometido.
De mayor ya no hago propósitos de enmienda, aunque mis pecados serán, sin duda, mucho, pero que mucho mas imperdonables que los de antaño. En eso sí he escarmentado: sé que la enmienda me dura seis días, como la Creación, porque al séptimo, me relajo y las tinieblas vuelven a cubrirlo todo: el mar, los cielos, todas las criaturas grandes y pequeñas.
Génesis y Apocalipsis se unen en esta biblia donde no caben testamentos antiguos o nuevos, los tesalonicenses no se mandan cartas y los samaritanos son personas anónimas del día a día.
Las parábolas me llegan cada mañana a esta pantalla y devuelvo versículos en formato power point o pdf, a sabiendas de que podré recibir un rollo macabeo mucho menos interesante que los manuscritos del Qumrán. Y, mientras floto sin esfuerzo en las beatíficas aguas del Mar Muerto, espero ver aparecer a Aquiles, el de los píes ligeros, caminando sobre el Tiberíades.
Pero no, estoy confundiendo verdades y literatura ( si es que son distintos) y yo sólo deseo confesar que sigo sin cumplir mi propósito: que aún no he sustituído a mi amante, ese tirano caprichoso del que hablé en mi última entrada.