domingo, 28 de febrero de 2010

Lo que ZP le debe a mi madre


Mi madre, en toda su sencillez, encierra una sabiduría y un sentido común que no deja de sorprenderme por mas que la conozca de cabo a rabo.
Hace unos días ha soltado una máxima excelsa.
Como es ya muy mayor y está llena de achaques, a veces nos dice que ya no pinta nada en este mundo. Tiene dos mujeres que la cuidan alternamente y nos facilitan la vida a las hijas, dos joyas que Dios ha puesto en nuestro camino.
Pues bien, una mañana, mientras la lavaban, volvió a lamentarse de su inutilidad y de cuánto sentía la guerra que daba a cuantos la rodean. Y, de pronto, reflexionó muy lúcida: "ah, pero sirvo aún para algo, porque si yo me muero, ustedes se quedan sin trabajo y el de la farmacia perdería mucho dinero también".
Señor Zapatero: conste en acta que mi madre sigue vivita y coleando para que su interminable lista de paro no aumente con dos cifras y para que una farmacia de barrio no eche el cierre de la noche a la mañana.
Señor Zapatero: monte usted una comisión especial si lo considera oportuno, pero con los tiempos que corren debería, al menos, mandarle una carta de agradecimiento a mi madre ¿no le parece?

jueves, 25 de febrero de 2010

Sir Simon Rattle en Madrid


Una vez que cojo carrerilla estoy imparable.
Conseguí buenas entradas para asistir al concierto de la Filarmónica de Berlín, con Sir Simon Rattle a la batuta y un programa de Wagner, Schönberg y la 2ª Sinfonía de Brahms.

Wagner nos llegó con la obertura de Los Maestros Cantores de Nuremberg. Al terminar, una ovación de poner el vello de punta.

Schönberg, para mi gusto, absolutamente prescindible. Mis oídos no están hechos para estas melodías a-melódicas y me pregunto si nos colarán estas piezas entre medias para que apreciemos mejor aún los tesoros que las preceden y que las suceden. O quizás los mismos músicos necesiten desperezar el síndrome de Sthendal con unas cuantas notas discordantes. Ya me creo todo.
Brahms, como siempre, arrebatador. La Filarmónica y Rattle no osaban dejar el escenario con el público levantado y desgañitado en aplausos y bravos.
Una pena que no nos bendijeran con un bis.
En la calle, los cielos descargaban mares de lluvia sobre los mortales, pero dentro del Auditorio corrían otros muy distintos arroyos en clave de sol.


martes, 23 de febrero de 2010

El cafarnaún de Pla


Con frecuencia me sucede que, leyendo, siento el deseo de haber sido capaz de escribir el mismo párrafo, la misma idea, tal poema. Comprendo mi incapacidad y desearía poseer ese arte.


Cuando emprendí la lectura de El Cuaderno Gris, de Josep Pla, ya auguré que sería una fuente inagotable de maravillas y fuí marcando páginas para una revisión posterior, para placer mío y de este blog, si se terciara.
Dejo aquí una muestra de la página 203:
"El piso era pequeño, por no decir mínimo y, así y todo, la cantidad de objetos de todo orden que se cobijaban era absolutamente prodigiosa. Había tantos que el piso quedaba opresivo; no os atrevíais a moveros por miedo a hacer algún disparate. Sin embargo, a pesar de la enorme abundancia de objetos reunidos dentro de aquellas paredes, admirablemente ordenados, el piso era tan poco acogedor, tan frío, con una tal falta de cordialidad, las cosas tenían una hospitalidad tan árida, que mas que una habitación para seres humanos, parecía un cafarnaún de pequeñas tonterías impertinentes y cargantes. En aquella casa, la realización de cualquier veleidad humana - la realización, por ejemplo, de un modesto y correcto bostezo - parecía sometido a un orden de movimientos prederterminados. Era absolutamente sensacional. Encima del aparador había un jarrón con flores artificiales".

Yo conocí una vez una casa así, sin calor de hogar, y resulta que Pla ya había conjugado las palabras exactas.

miércoles, 10 de febrero de 2010

(Mas quisiera yo) una cita con Mahler


Qué extraña me parece la 3ª Sinfonía de Mahler. Después de varios meses sin pisar el Auditorio, he retomado mis citas con la Música esta tarde, tras un laberíntico recorrido hacia el acceso, casi imposible, de un par de entradas.

A las 19, 30 h comenzaba la Royal Concertgebouw Orchestra, la contralto Bernarda Fink, el Orfeón Donostiarra-sólo sus 53 vestales vestidas de blanco- y la Escolanía del Sagrado Corazón de Jesús, dirigidos por Mariss Jansons.

Digo que me resulta una obra extraña porque su larguísimo primer movimiento me desconcierta y no acaba de interesarme, pero, como un arroyo, me arrastra por el cauce que Mahler debió concebir durante su composición y acaba por conmoverme. Como casi todas sus obras, la compuso durante sus vacaciones estivales cerca de Salzsburgo. Mahler decía de ella que "apenas es música, sino los sonidos de la naturaleza. Es algo misterioso, la forma en que la vida va abriéndose camino gradualmente saliendo de lo no animado, tomando formas cada vez mas desarrolladas: flores, bestias, hombres, hasta la esfera de los espíritus, de los ángeles".

Como Mahler adoraba la Filosofía, escogió como textos para su 4º y 5º movimiento, párrafos de Nietzsche, con quien compartía una peculiar personalidad, como su alter ego musical, lleno de contradicciones internas.
No puedo dejar de recordar, al filo de su carácter, la única y curiosa sesión de psicoanálisis que Freud le concedió en la ciudad holandesa de Leiden, paseando al aire libre durante toda una tarde. Mahler vivía atormentado por sí mismo y por los devaneos amorosos de su mujer, Alma. Freud dijo que hablar con él fué "como sacar una sola viga de un edificio misterioso".

Para remate, Leiden, en alemán, significa "sufrimiento". Miel sobre hojuelas para los asuntos del subconsciente de Freud...pero eso es otra historia.

En resumen: que he vuelto al Auditorio, y que el día 23 tengo allí otra cita.

lunes, 8 de febrero de 2010

Lo dijo Molière


La gran ambición de las mujeres es inspirar amor.

¿Aforismo o axioma? Buena frase en herencia nos dejó Molière para iniciar una animada conversación cuando nos encontremos en una reunión languideciente. Puede ser frívola y chispeante, también sesuda y antropológica, todo depende de lo que queramos y de con quién compartamos unas copas y nuestro tiempo.

Las mujeres somos coquetas, así nos han parido nuestras madres, que nos parieron precisamente por coquetear hasta el extremo nueve meses antes.

Un altísimo porcentaje de lo que rodea al mundo femenino va encaminado a esos menesteres de atracción, y si no, basta asomarse al directorio de El Corte Inglés: salvo la 2ª planta -Caballeros - el resto incita al consumo de las mujeres. Hasta la cafetería está llena de ellas, de nosotras, y si alguien que lea esta página se pregunta qué tendrá que ver eso con la seducción, yo le respondo que somos golosas y tragonas para encontrarnos estupendas después , cuando volamos a lo brazos del amado. Las endorfinas tienen mucho que ver en ello , aunque estemos a eterno régimen y sólo nos hayamos tomado un té a palo seco. Suficiente para ponernos de buen humor.

Ahora bien, que las mujeres anhelemos inspirar amor puede confundirse con inspirar deseo. Es posible, pero no a cualquier precio.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Gente como Tatiana


Tatiana trabaja a todas horas. Creo que es búlgara.

Por las mañanas y por las tardes, en una pastelería y, entre medias, sirve comidas y cenas en el restaurante de enfrente. Con estos horarios no hay resquicio por el que pasar un momento por su casa, según he calculado.
Primero la conocí desayunando en la pastelería-cafetería, donde ella despachaba a los clientes con una sonrisa permanente y sus ojos azules ajenos al cansancio. En días sucesivos, ya fuera a última hora de la tarde, sus facciones permanecían intactas y animosas, siempre presta a una charla sobre el tiempo o sobre las calorías de sus milhojas.

Y el domingo pasado, a mediodía, Tatiana me servía una comida pantagruélica en el restaurante mas concurrido de la zona. Como la miré sorprendida, ella me dijo: "si, ya ves que también trabajo aquí". Yo le respondí como un espejo, nuestras dos caras sonrientes: "claro, hay que aprovechar los días de mas trabajo" (por darle ánimos, pues en realidad sentí una infinita pena por su falta de descanso). Ella continuó repartiendo alegrías por todo el comedor, parándose a hablar con nosotros cuando podía, felíz porque los fines de semana el restaurante se llena hasta los topes y ella no para de subir y bajar escaleras, de la cocina a la mesa 10, de la mesa 6 a cobrar a la caja...
Todo el peso del mundo me cayó encima de los hombros mientras la observaba, suponiendo un agotamiento que ella parecía no sentir.
Cuando llegó la hora del postre, ofreció a los comensales un strudel de manzana y canela, receta de su tierra, que ella misma prepara en la cocina de la pastelería "cuando no entran clientes".

Al pagar la cuenta, se acercó el dueño a preguntarnos si habíamos quedado satisfechos y yo le felicité sin dudarlo por la joya de Tatiana.
También felicité a Dios porque haya gente como ella, que, en domingo, nos muestra sus dientes balcánicos a todos cuantos nos quejamos de que estamos pal arrastre de lunes a viernes.