lunes, 26 de octubre de 2009

No estar


¿No les ha pasado a ustedes estar en un lugar y tener en mente que deberían estar a la vez en otro distinto?
¿Y no sólo en ese otro lugar, sino en tres o cuatro mas , con la misma necesidad imperiosa, bien por querencia propia o porque alguien así se lo requiere?
Una suerte de trilocación o infinitilocación imposible...
Y, cuando eso les ocurre ¿no anhelan, vehementemente, no estar?

jueves, 22 de octubre de 2009

Cantidad y calidad


A veces una se encuentra reflexionando inconscientemente sobre pequeñas cosas de su vida, que luego resultan no ser despreciables en absoluto.
En uno de estos pensamientos al vuelo me he hallado cavilando sobre los afectos y querencias que tenemos a determinados objetos y gentes de nuestro entorno. Cuando era niña tenía un apego absoluto a "mi lápiz, mi reloj verde, mi pañuelo, mi madre, mi padre, mi hermana R., mi abuelo, mi amiga E., mi perra ..." Es decir, tenía un sólo elemento en cada compartimento al que adorar y cuidar y aquellas sensaciones me parecen ahora fantásticas.

Con la juventud, el abanico se hizo mas y mas amplio; florecieron amigos, relojes, las hermanas mayores que antes estaban fuera de mis juegos y mi mundo. El pañuelo de tela de flores que mi madre guardaba en mi manga para limpiarme los mocos quedó desterrado y sustituído por kleenex con olor a menta que ya no limpiaban mocos, sino exceso de colorete. Mi abuelo murió y mi perra Lita dejó paso a una larga lista de mascotas.
Con la juventud empecé a desear muchas mas cosas y mas gentes, en progresión geométrica, creyendo que tanto abuso era necesario. Pero no lo era, sólo significaba una expansión atolondrada y una búsqueda de lo desconocido. Tanta querencia repartida no podría ser muy profunda.

Con la madurez, vuelvo poco a poco a simplificar mi vida, consciente de que algunas abundancias traen mas quebrderos de cabeza que otra cosa, y sueño con desprenderme de incómodos lastres. Quisiera volver a tener mi reloj, mi boli, mi pañuelo, mis gafas de sol...Pocas pertenencias y muy amadas.
Eso, en cuanto a objetos inanimados, que de los que tienen alma, tengo muy claro que quiero a cierta gente y que la quiero mucho.



miércoles, 14 de octubre de 2009

El caos y el órden


Cuando llevaba mas de un cuarto de hora acomodada en su asiento del avión aún seguía repitiéndose para sí: 14 E y 14 F. Ya no le hacía falta recordar sus plazas asignadas pero no podía evitar que esas cinco palabras brotaran en medio de sus pensamientos, sin aviso ni deseo.
Miró hacia el techo y vió que en todas las filas, delante de ella, se repetían las mismas letras: D E F. Y a la izquierda del pasillo: A B C. Sin variación ni error, ordenaditas como buenas niñas. Miró obstinada por si alguna fila se hubiera sublevado y se leyera E D F. Nada, rigor absoluto de la fila catorce en adelante; era de suponer que detrás sucedería lo mismo. Una lástima.
Miró la perfecta alineación de las señales en las puertas de emergencia, los luminosos de abróchense los cinturones apagados en el mismo instante, las medidas exactas del carrito que arrastraría después el azafato pasillo arriba y pasillo abajo.
Por la ventanilla atrás quedaba una pista de aterrizaje iluminada con focos simétricos, guardando entre sí la misma distancia entre uno y otro, y entre el siguiente y el siguiente. La pista hubiera continuado recta hacia el infinito, paralela a la autopista donde los coches hubieran circulado infinitamente sin tocarse con el avión, tan exacto era el cálculo de las distancias.
Y el avión daba leves botes atravesando las nubes, con el justo intervalo de tiempo para contar hasta cuatro y esperar al nuevo bache. Nadie hablaba.
Todo era armónico, perfecto, esperable.
Y, entonces, se preguntaba ¿ a qué este desequilibrio entre el órden del universo y el caos de mi cabeza?

viernes, 9 de octubre de 2009

Hoy tengo un sueño


El mismo día leo en el periódico dos noticias distintas en sí mismas, pero conectadas en su esencia mas intimamente de lo que se pueda pensar. Las dos en la sección "Cultura".
Si una engrandece al ser humano por su capacidad creativa, la otra lo ridiculiza por su miserable enanez mental.

1. Los e-books nos permitirán llevar en un minúsculo espacio cientos de libros (Amazon aterriza en España con su Kindle ad hoc). Podremos llevar en el bolsillo escritores de todas las épocas, hermanados en la pequeña pantalla por los lazos mas sublimes que alguien pueda anhelar.

2. En Sevilla, Izquierda Unida impide el "Homenaje literario a Agustín de Foxá en el 50 aniversario de su muerte". Las causas de la censura fueron que podía convertirse en un acto de apología del franquismo (!!) y por respeto a la memoria histórica (!!). Antonio Rivero Taravillo y Aquilino Duque reinventaron el acto bajo las estrellas y la jacarandá, es decir, al aire libre.

La casualidad ( a veces no me la creo como tal) me trae a las manos un discurso de otra época, otra situación, otro país y otras gentes, pero oigan ustedes: ¿por qué será que no se habla de lo mismo, pero sí se refiere a lo mismo?

"Yo tengo un sueño...
Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres!”

Fin del discurso de M. Luther King Jr. (agosto de 1963)

martes, 6 de octubre de 2009

Furtivas


Lo de hoy es una confesión, un mea culpa: estoy observando que de un tiempo a esta parte cometo hurtos a discreción. Robo flores, por ejemplo.
Robo hortensias de los jardines comunitarios, cuando son grandes y frondosas, las seco boca abajo en la oscuridad de un armario y después las coloco en un jarrón de casa. Espío instintivamente los parques y los asalto de noche, como un vulgar ladronzuelo, armada con tijeras de cocina por si el tallo se me resiste. Me culpo de haber asaltado incluso el jardín de mi comunidad y haber arrancado a cuajo cuatro cogollos floridos.
Ahí no queda todo, no señor. El fin de semana pasado estuve en el pueblo de mi madre, paseando cada tarde al caer el sol, contemplando maravillada la recolección propia de la temporada: todo el campo está ahora en afanosa cosecha de tubérculos, de hortalizas, y ese oleaje de tierra removida me deja embriagada. No puede ser que tanta belleza despierte en mí las ganas de apropiarme de lo ajeno. Pero sí. Cuando ya casi se ha puesto el sol del todo y los hombres y mujeres del campo abandonan sus huertas, dejan una estela descuidada acá y allá, como al tuntún, y ese desbaratamiento me llama poderosamente la atención. Así que ahora también robo patatas; en cada paseo, cuatro o cinco, que meto en mis bolsillos para que no se note mi desvergüenza.
Para las gentes del pueblo podrá ser escandaloso, y pueril; ya quisiera yo explicarles, si me pillaran, que los que somos de ciudad encontramos irresistible tomar estos frutos de la tierra así, de primera mano; olerlos, quitarles la tierra y volverlos a oler. Llegar a casa y comerlos con la satisfacción de la aventura.
De vuelta a casa pisoteo, sin querer, a otras compañeras de profesión, furtivas como yo: varias hileras de hormigas - se podrían contar a miles - arrastran sobre sus cuerpecitos otras miles de pipas de girasol que han descubierto junto al camino, en un montón gigante y negro como la noche.



sábado, 3 de octubre de 2009

Podría hablar


Después de haber hablado en mi última entrada de Muñoz Rojas y haber releído en soledad alguno de sus poemas con motivo de su muerte, abro este blog y me encuentro con que no tengo nada que decir, y no sé si echar el cerrojo hasta, quizá, mañana, o poner las manos sobre el teclado y que mis manos decidan por mí..

Podría hablar del aperitivo en una terraza con J y del libro que me regaló (fruta a la que exprimiré todo el jugo que pueda - al libro, digo, no a J-). A J no se le puede exprimir, es ave de vuelos imprevisibles.

Podría hablar del par de horas que charlé con F en una tarde que amenazaba lluvia, frente a un par de coca colas, aunque hubiéramos preferido un té de cosecha temprana. La conversación giraba en torno al ego y en desaprender lo aprendido, lo que podría ser la felicidad para unos y para otros. Apenas una hora después yo le estaba diciendo a un familiar: mi máximo afán, ahora, es ver a mi madre feliz. Y comprobé lo que F y yo acabábamos de concluir: que todos somos egoístas a la hora de buscar nuestra felicidad.

Podría hablar de que sueño a menudo con mi padre; estoy llegando a la conclusión de que traerlo a mis sueños es la mejor manera que encuentro de volverlo a ver, porque habla y se mueve, y es mucho mas real así que cien veces que mire su foto.

Podría hablar de lo que pienso y me callo, de lo que hablo de mas y no pienso. Quizás todos los afanes humanos versan incansablemente sobre lo mismo y hoy podría hablar sobre ello, pero es que me entra una pereza...