lunes, 6 de agosto de 2012

Algún apunte de agosto



Cuando se va a la playa con niños una se pasa el día contando cabecitas.

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Hay cura nuevo en la parroquia y me han dicho que el buen hombre pasa por entre los fieles haciendo preguntas. Así que a partir de ahora habrá que prestar atención a las Lecturas y al sermón. ¡Ay, Dios! Y que Dios me perdone.

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Ya lo dice el refrán: pueblo pequeño, infierno grande. Esta mañana me ha pillado por banda un vecino y me ha puesto al día de los entresijos de esta pequeña aldea durante mis meses de ausencia invernal. La lengua viperina que salía de su boca no ha dejado títere con cabeza y de nada le servían mis intentos de huir en retirada. Al entrar en casa he deseado tener un santón que limpiara el mal rollo que invadía todo mi ser.

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Y es que una vez acabado el repaso vecinal mi vecino ha pasado a mayores, es decir, al Gobierno. Ríete tu de los telediarios, El Mundo, El País, y cuantos informativos digitales haya sobre la faz de la tierra. Han bastado cinco-minutos-cinco para enmendar la economía nacional. En un momento dado ha bajado la voz y, mirando receloso a todas partes, ha concluído que necesitamos una dictadura sin remedio. Y a callar todo el mundo.
Si, necesito una limpieza de aura o algo así.

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En este  pueblo se sigue manteniendo una antigua tradición y es que en la iglesia las mujeres se sientan en los bancos de delante y los hombres en los de detrás. No he visto que nadie se salte la norma y no sé cómo mirarían al que quisiera sentarse con su mujer y sus hijos. Quizás fuera un pequeño escándalo aunque no lo creo, ya nadie se escandaliza por nada.

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Echo mucho de menos el mar de Huelva de la semana pasada y ese contar cabecitas entre las olas.