miércoles, 29 de diciembre de 2010

Para ir acabando el año


No se trata de hacer propósitos de Año Nuevo, que no, que nunca me he visto inclinada a tales pretensiones. Son frases que me hubiera gustado escribir a mí y que otros, mas inteligentes que una servidora, lanzaron al vuelo de la posteridad. Verbigracia:
Periandro: "Evita, por encima de cualquier circunstancia, la tristeza: que tu alegría no sea fruto de las circunstancias favorables, sino fruto de ti mismo".
G.Ungaretti: "La meta es partir"
Pascal: " Esforzarse en pensar bien: he aquí el principio de la moral"
Balzac: "El pudor es una virtud relativa, según se tengan veinte, treinta o cuarenta y cinco años".
Orson Wells: "Muchas personas están demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no les preocupa hacerlo con la cabeza hueca" (Éste me encanta).
D.W. Jerrold: "La religión está en el corazón, no en las rodillas".
Publilio Sirio: "No acuses al mar de tu segundo naufragio".
Proverbio inglés: "Demasiado al Este es Oeste"
Por hoy ya basta, me dirán ustedes. Y yo, obediente, pongo punto en boca y me voy a la cama.

martes, 21 de diciembre de 2010

Raphael


Se equivoca quien piense que no está para muchos trotes o que es un descarado atreviéndose con todo.
Se equivoca quien tilda de afeminado su ir y venir ligero por el escenario.
Se equivoca quien lo cree pasto de sesentonas ávidas de aquella juventud perdida.

Sus recientes conciertos en el Teatro Compac de Madrid, a razón de dos horas y media/dieciocho días seguidos sin descanso son quizás la punta del iceberg de una naturaleza a prueba de bomba. Y, mas que eso, por encima de todo, son la consigna de lo que un ARTISTA debe ser. Porque en las cosas del Arte, no deberiámos conformarnos con medianías ni bagatelas.

El domingo abandoné mi encierro domiciliario y cambié estos virus míos por las canciones de Raphael.
Comenzó con una aviso a capella de que "puedo decirlo mas alto pero no mas claro" hasta que la orquesta se le unió en un crescendo maravilloso. Continuó con varios éxitos pasados, lo que él -y todos- consideramos "las joyas de la corona" como "Mi gran noche". Tangos-boleros-rancheras-de su nuevo disco intercalados con unas cuantas perlitas mas, que con frecuencia y con mucha gracia nos recordaba: "yo vuelvo a lo mío" y se arrancaba, con ese chorro de voz, cantando "En carne viva".

Y vuelta al derroche de orquesta y potencia: Hablemos del Amor y Digan lo que Digan y, como estamos en Navidad, el remate de un villancico a pleno pulmón.

El público estallaba jubiloso entre canción y canción, nadie quedaba templado y, si bien las maduritas le gritaban GUAPOOOOO con mucho de añoranza del pasado, había allí no pocos jóvenes varones tan pletóricos y exaltados como las jovencitas que marcaban con palmas las indicaciones del artista. Porque hay que ver el encanto con que él nos agradecía cada aplauso, cada estribillo robado a su voz. Raphael te lanza una sonrisa y ya es dueño del escenario y lo recorre a pasitos, callado, dejando sonar el violín y la trompeta. O suelta unas estrofas a ritmo de rap como si hubiera nacido para ello.

Luego abre los brazos y sabes que tu lo eres todo para él igual que tu estás entregado en cuerpo y alma a su quehacer. Raphael hace lo que quiere sobre las tablas porque las pisa firme y seguro y al final resulta que todo está bien hecho.
Yo era muy pequeña cuando mi madre ponía la radio y en la casa entera la voz de Raphael reinaba por derecho.
Por derecho y por revés, el de Linares es un Artista.
A mi me encanta - se me nota ¿no?-.



miércoles, 15 de diciembre de 2010

La fiebre y un poema


Como hoy tengo fiebre, paso la mañana de la cama al sofá, del ordenador a la tele, del teléfono a una revista.
No tengo ganas de leer algo serio (¿y qué es serio, me pregunto, puesto que lo he escrito con tanta seguridad?) No tengo intención de adivinarlo por ahora.
Ha muerto Enrique Morente y su familia va a denunciar al hospital por negligencia; Genoveva Casanova cuenta sus impresiones de Estocolmo tras asistir a la entrega del Premio Nobel de su casi suegro, Vargas Llosa; en Telecinco el programa Hombres y Mujeres sigue tan burdo como lo recordaba hace un año-o dos-; Cayetana de Alba pisa con amor y con su amor esas tierras que para mí fueron un maná: Jordania y Siria. Sólo falta Israel.

Por suerte entro a dejar mi tarjeta de visita en unos cuantos blogs que sí son serios y alegres e instructivos. En uno de ellos leo un poema de Carlos Edmundo de Ory.
Tiene algo que ver con mi entrada La Excelencia.
Gracias, Antonio González, por dejarlo escrito en tu página Certe Patet.

NUNCA

Nunca me creo culpable
Nunca siento vergüenza
Nunca busco protección
Nunca llevo corbata
Nunca bajo los ojos
Nunca cierro la puerta
Nunca tengo reloj
Nunca negocio vida
Nunca trabajo mucho
Nunca amo torcido
Nunca sueño barato.

C.E. de Ory



sábado, 11 de diciembre de 2010

De música y palabras


Ayer, por tercera vez en este año, volé en busca de la Novena de Beethoven en el Auditorio Nacional de Madrid.

De las tres representaciones he sacado distinta percepción lo que me resulta sorprendente en una persona poco instruída musicalmente como soy yo. La Orquesta de la Universidad Autónoma de Madrid sonó ayer inconexa en ciertos puntos del primer y segundo movimiento; para el adagio molto e cantabile ya había decidido no ser tiquismiquis y pasar por alto sus despistes de entrada. Y en el finale presto, todo mi oído y atención se centró en los cinco coros reunidos para el Himno de la Alegría. Es tan conmovedora la Novena que siempre arranca ovación y aplausos, lleve quien lleve la batuta.

Me quedo sin dudarlo con la Novena bajo la dirección absoluta de Ramón Torrelledó, de la que ya hablé en mi entrada del 5 de junio pasado.

Como no sólo de música vive el hombre (aunque Nietzsche pensara casi lo contrario), leo en estos días "La impaciencia del corazón" de Stefan Zweig y mezclo mis momentos de melancolía con su introducción:

"Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso mas allá".

Y, de Schiller, un párrafo de su Oda a la Alegría, gloriosamente musicada por Beethoven:

"¡ Volad alegres como los astros
a través del inmenso espacio celestial !
¡ Seguid, hermanos, vuestra órbita,
alegres como un héroe en pos de la victoria!"

jueves, 2 de diciembre de 2010

La excelencia


Hoy quiero escribir sobre algo que me ronda la cabeza muy a menudo; algo que intento recordar siempre que la pereza, no otra cosa, me lleva por mal camino. Y desearía que se me entendiera como un deseo de conducta de vida al márgen de lo que nos rodea, de los demás, incluso de esta crisis espantosa que ha vuelto nuestras vidas patas arriba.
Hablo de la excelencia en nuestras acciones, tanto cuando atañen al terreno laboral, como familiar, sentimental...aquéllo que es humano al fin y al cabo.
Todo se revuelve en mí cada vez que escucho a alguien lamentarse: para lo que me pagan, no pienso esforzarme lo mas mínimo. Para lo que me reconocen en casa mi dedicación, conmigo que no cuenten...Etc, etc.

Y todo se revuelve en mí y contra mí cuando caigo en la falta que reprocho a otros. Mea culpa eterna.
Si, me rebelo contra esa desidia de ánimo y de corazón, esa protesta infructuosa, esa insatisfacción muy común entre gente de poca iniciativa y empuje. Si no estás conforme, vete de allí, protesta, reclama derechos, pero mientras tanto, cumple con tu deber; cumple con tu gente, actúa con excelencia dando lo mejor de tí.
¿A qué esas medias tintas y tanta queja?

Hay que hacer lo que se deba y hacerlo lo mejor posible.
Otros ya lo han dicho con sabias palabras:

"Si un hombre está llamado a barrer las calles, debería barrerlas igual que pintaba Miguel Angel, componía Beethoven o escribía Shakespeare. Debería limpiar las calles tan perfectamente que los moradores del cielo y de la tierra se detuvieran para decir: aquí vivió un barrendero que hizo bien su trabajo."
M.Luther King