sábado, 31 de enero de 2009

Resaca


O amanecer hecha unos zorros. Este sería el posible subtítulo de la entrada. Ayer estuve de boda y hoy estoy de pena...
A mí que me expliquen cómo se puede tener resaca sin haber bebido casi. Una copa de vino blanco, otra de vino tinto, coca cola zero y agua, he aquí mi pecado todo.
A no ser que tres horas de baile ininterrumpido sea la causa de este cuerpo pal arrastre que me acompaña ahora. Soy bailona por herencia y por convicción, me lanzo a la pista en cuanto suenan los primeros compases de lo que sea (soy poco exigente con la orquesta). No sé si esto es bueno o malo.
Sólo sé que a las 3 de la mañana alguien me preguntó: ¿dónde vas ahora? A cortarme las piernas.

viernes, 30 de enero de 2009

Herencias de la otra parte contratante


Si en mi anterior entrada hablaba de los legados de mi progenitora, hoy veo justo y necesario hablar de los que corresponden a la otra parte del contrato, gracias al cual, entre otras cosas, nací yo.
Mi padre murió hace año y medio, y, cuando el notario vino a casa a zanjar el doloroso trámite de su testamento, tuvo que manejar el delicado tema con una madre y cinco hijas derretidas en lágrimas. Me atrevo a decir que ni prestamos atención a sus "1/5 del tercio de blablablás"; sencillamente oir su nombre y no tenerlo presente se nos hacía im-po-si-ble de aceptar, de modo que nos rebelamos en llanto, como si el pobre notario pudiera ponerle remedio.
Pero no íba yo a esto, ni al dolor ni a la herencia material, sino a esos otros legados fortuítos que un padre deja a los hijos.
He aquí los que conmigo van:
empezando por arriba, el pelo liso y la forma de la cabeza -igualita-igualita-.
Unos centímetros mas abajo, como estigma generacional, unas manchas en la nuca, pequeñas, pero claramente delatoras de que soy hija de mi padre.
En la mano derecha una uña se me abre exactamente en el mismo lugar que a él . Curiosa incursión en un terreno que no le correspondía, puesto que mis manos son maternas cien por cien; ay estos hombres y su instinto invasor. Tarik y Muza entrando por Gibraltar, por ejemplo.
También he heredado su afición por comer: todo me viene bien y a cualquier hora. Quien haya leído el post anterior verá que ésto tiene relación con el trasero de mi madre, como se colige facilmente, pero mejor corramos un tupido velo o se me pondrá la mala milk que corre a veces por mis venas y que también es de origen paterno.
Para concluir con mis parecidos, creo que suya es también esta manía por dejar hablar siempre a los otros, creyendo que nuestros asuntos carecen de interés. Un complejo evidente, a qué engañarnos, y ni tu ni yo, papá, acudimos jamás a un psicólogo.
Aquí acaban las herencias; sin duda me dejo muchas por contar, quizás incluso por descubrir, pero mas que suficientes para pasar un rato agradable y no cansar a este estimado público. Espero que las partes contratantes no se den por ofendidas, angelitos míos.

miércoles, 28 de enero de 2009

Herencias


Esta tarde he acabado un periplo sanitario que me ha llevado varios meses de camino. Una Odisea en toda regla, salvo por las sirenas (o yo no las he visto) tampoco ha habido cíclopes, ni el médico tenía la mirada de Ulises, ni Nausicaa me guiaba.

Eso sí, he llegado a Itaca a las 7 de la tarde para decirle a mi madre cuánto le agradezco que en vida me vaya dejando herencias aquí y allá.
Primero me regaló una mala circulación de retorno, que cuando llega el verano me trae a mal traer. Luego me donó una bonita propensión a echar trasero y piernas en cuanto me descuido, que es continuamente. En mi tierna infancia heredé esta tendencia a templar gaitas en medio de todos las lides ajenas, lo que me ha causado no pocos sofocos y tormentos. Y hoy, el Ulises que no es Ulises, me ha comunicado alegremente otro nuevo legado de mi progenitora: bronquitis asmática de origen genético.
¿Es o no es generosa mi madre?

De modo que me he plantado en su casa al atardecer y le he soltado, brazos en jarra y vis cómica: oiga usted, señora mía ¿es que aquí no se heredan mejores destinos?
Como ya es muy, pero que muy mayor, ha tardado en reaccionar y su carita asustada me ha enternecido aún mas. Si la viérais cuando estamos juntas, también veríais que he heredado sus manos, sus ojos, su paciencia.
Así que, para agradecer sus legados, me la he comido a besos.


lunes, 26 de enero de 2009

Es la Música


Hojeando la muy recomendable biografía sobre Nietzsche, que en el año 2001 editó Tusquets, me sedujo la contundencia de las primeras frases:"El verdadero mundo es música. La música es lo inmenso. Si una la escucha, se abriga en el ser..." Para el filósofo alemán, gran admirador de Wagner, lo difícil era vivir después, cuando la música acababa, porque para él lo era todo; el resto le causaba hastío.
La noche del sábado 24 el Auditorio se engalanó con nueva programación irresistible: la Orquesta Sinfónica de la Radio de Leipzig, bajo la dirección de Jun Märkl. Concierto para piano y orquesta nº1 en Re menor y Sinfonía nº 4, en Mi menor, ambos de Brahms.
No pude resistirme y no me resistí ¿por qué hacerlo? He aquí alguna de mis apreciaciones.

Para mi asombro, el solista al piano - un prodigio ya a los 4 años - no utilizó partitura. Le bastaba su conocimiento sin límites para entrar con limpieza al vuelo de la batuta; ni una duda, ni un destiempo.
Un nuevo asombro, rozando la paranoia, al contemplar cómo la Sinfonía posterior era dirigida por el señor Märkl a pelo, también sin partitura.
Aquéllo se me antojó una plaga de soberbia rebelión contra la clave de sol. Prometedor.

¿Cómo evaluar el nivel de memoria necesario para almacenar en la cabeza una sinfonía íntegra? ¿Cómo ser capaz de no errar en la entrada exacta del fagot, el pizzicato de los violines o el silencio del contrabajo?
La genialidad que esconde la inteligencia de un músico siempre me ha interesado vivamente; la capacidad de lectura del pentagrama, la agilidad de sus dedos y la pasión que le arrastra con violencia hacia la interpretación de lo que otro ha compuesto, máxime porque ese otro, es, era, un Genio en los pagos celestiales.

Poco a poco voy entendiendo cuanto sucede ante mis ojos en el escenario y con ello me voy sintiendo mas cómoda. No me disperso en contemplaciones ajenas mas que lo indispensable; observo las manos del director con el ansia de quien espera su entrada, pero en realidad las sigo hasta su destino y me cuelo en el diálogo secreto de los instrumentos. Si susurra el violín espero que le responda, severo, el oboe. Mas tarde le cantarán las cuarenta los cellos, celosos de sus hermanos menores. Las cuerdas se sublevan con valentía, vibran largo rato imponiendo su elegancia hasta que un fagot comienza a hablar con timidez para dar paso a la flautas traveseras, coquetas, altivas, en breves frases...

Adagio, allegro, maestoso, transcurre el tiempo en plena armonía.
Todo concuerda y tiene sentido, como siempre. Es la Música.


domingo, 25 de enero de 2009

Gracias


Laurentius D., Helmut, Simone, Aleksandar, Konradin, Laurentius B., Susanne, Sandor, Armin, Stephan (violines) y Jonathan (piano).
Los once integrantes de los Violines de la Filarmónica de Berlín. Gracias. Me habéis regalado uno de los momentos mas gratos de mi vida.

* La noche del viernes 23 de enero actuaron en el Auditorio Nacional de Madrid, interpretando a Pachelbel, Vivaldi, Bach, Bauman, Brahms, Prokofiev y Enescu.

jueves, 22 de enero de 2009

Esas cartas amarillas


El verano pasado mi amiga M.L. me sorprendió con un regalo inesperado: dos carpetas repletas de las cartas que yo le había enviado durante nuestra adolescencia, es decir, cinco años de conversaciones de ída y vuelta, pedacitos de nuestras vidas en tinta azul y papel amarillento.
Para que te rías un rato, me dijo.
Y vaya que me reí, a veces por no llorar. Para empezar me íncomodó la letruja insegura de los primeros tiempos, fea e irregular, gracias a Dios mejorada en la segunda carpeta.
Año tras año el ritual se repetía: las cartas comenzaban en septiembre, después de haber pasado todo el verano juntas compartiendo aventuras y descubrimientos de la vida misma. Ella se íba a Bilbao, yo marchaba a Madrid y en dos o tres días quedaba inaugurado el trasiego epistolar, como si fuéramos dos enamorados ausentes.

Desmenuzábamos los dias pasados como sólo las mujeres sabemos hacer, analizando cada detalle de una conversación con el chico que nos gustaba, cada gesto; sabíamos exactamente el dia y la hora en que había ocurrido tal cosa y la ropa que llevábamos puesta.
Leyendo mis cartas -acto que produce un alto grado de pudor-, me dí cuenta de que era una pelma. Lamentos y mas lamentos por la amiga lejana, por los amores dejados atrás, por las matemáticas, por la monja que ese curso me daba Historia.¡ Y yo que tenía un recuerdo alegre y risueño de mi juventud ! hay que ver. Las fotos de aquella época, no obstante, todo dientes y carcajadas, no concuerdan con esas letras, lo que me hace pensar que el sólo hecho de coger papel y pluma ya me inspiraba melancolías varias.
¿Qué otra cosa puede ser, si no?

Otro dato a analizar: nuestros amoríos. Platón se inspiró en nosotras. Nada carnal y cuando digo nada es na-da: Fulanito me miró, me dijo, yo le respondí. Bailamos agarrado en las fiestas , me puso la mano en el culo, le regañé y él se enfadó conmigo. Ave María Purísima. Comparando nuestra adolescencia con las chicas de ahora llego a la conclusión de que éramos ursulinas, y bastante idiotas. No vimos un preservativo hasta la veintena; una joven de hoy día sabe cuál es la mejor marca con sólo catorce años.
Eso sí, trasnochábamos todo lo que nos daba la gana, porque los veranos en un pueblo son aptos para ello, y los conatos de cogorzas con limonada bien cargadita nos ponía el puntillo justo para pasarlo bien sin caer en desvergüenzas.

Podría hablar largo y tendido de todo lo que encierran esas dos carpetas, pero ya se sabe que no me gustan las entradas cargadas y además me he propuesto ser discreta, incluso conmigo misma.
Si, finalmente reconoceré a M.L. que me he reído con nuestras cartas amarillas, también que me han dejado blandita y ñoña. Siempre resulta conmovedor asistir en la distancia al proyecto de mujer que éramos ambas.


lunes, 19 de enero de 2009

Por la caridad...


Dióle a un mulo cebada
el buen Zibulo
y una coz como un templo
largóle el mulo.
Los corazones innobles,
por el bien que reciben
devuelven coces.

viernes, 16 de enero de 2009

¿Y cuando pasen 30 años ?

Otra historia del metro. Miento, ni siquiera es una historia, sino mis pensamientos, que viajan al compás del traquetreo del tren.

Vagan a través de los tiempos y del espacio, caminan libres y díscolos por sendas que jamás transité y subitamente son capaces de interpretar una vida, de la que sólo poseo una mirada ausente, un gesto serio, una comisura del labio caída.

Volvía a mediodía a casa, sentada, observando en el vagón lo que de sus almas me dejaban ver los dueños. Cedí mi sitio a una señora mayor que arrastraba una increíble cantidad de peso para la fragilidad aparente de un cuerpecito enjuto y encorvado. Me sonrió con levedad, y sus ojos asomaron también cargados de mucha historia. Sin duda, una mujer criada en la posguerra.

Para qué quiero mas. El resto del viaje lo pasé imaginando su infancia y juventud, la escasez de alimentos, el estraperlo, la censura del cine y los libros, el trabajo, trabajo, trabajo...Me dió una pena infinita pensar lo que quizás fueron sus años primeros. No sé por qué no le supuse una vida muy feliz.


Luego miré mi reflejo en el cristal de la ventana :
coño, Mery (sic) habrá que ver cuando seas vieja y alguien observe tus arrugas en un vagón, como haces tu ahora. Es posible que ese alguien se apiade de tí también y se lamente:¡ pobrecita, sin duda le tocó vivir el gobierno entero de Zapatero !


jueves, 15 de enero de 2009

Trampantojo casero


Desde mi ventana capté esta imágen del atardecer en llamas. La nube bien situada hizo el milagro.
Una de las torres del Paseo de la Castellana parecía despedir humo por toneladas, como una gigantesca chimenea en medio de la ciudad.

jueves, 8 de enero de 2009

Rubor


Por mi calle pasea con frecuencia un tipo de mediana edad, deficiente mental. Su aspecto es corriente, anodino; si se le mira bien parece un cura vestido de paisano, con gafas de montura anticuada y premura en los andares, como si siempre llegara tarde a dar su misa diaria.
Resulta que el buen hombre, con esa tendencia inexplicable al daño, a lo prohibido, a la picardía, que dota la Madre Naturaleza a esas mentes incompletas (ellos no tienen culpa alguna, bien se sabe), como digo, resulta que el buen hombre camina por la acera insultando a todo parroquiano que se le cruza .
Para las mujeres, siempre las mismas flores: ¡ guarra, puta !
A los hombres: ¡ cabrón ! (Es curioso, a ellos con mucha menos frecuencia).

La primera vez que me insultó, hace ya unos meses, no caí en su fisionomía en absoluto; sólo oí el improperio con fuerte voz masculina y pensé ¿pero qué llevo puesto, qué se me marca, llevo algún botón abierto? Nada de eso me parecía probable observando mis vaqueros y una camiseta de verano, carente de estridencias.
Me giré para mirar la espalda del macho ibérico que tan gratuitamente me había ofendido y sus andares y su perfil me sacaron de la duda. Pobre hombre -me dije.

En adelante, cuando lo encontraba frente a mí, ya sabía a qué atenerme y aguardaba con placidez la dulce palabrita.

Esta mañana, en cambio, casi me ha hecho un favor, no hay mal que por bien no venga.
Nos hemos cruzado al pasar un semáforo y me ha soltado bien alto: ¡ GUARRA !
Yo he seguido mi camino sin inmutarme, pero los demás viandantes quedaron perplejos, asustados por el vozarrón y lo injusto del tratamiento (alguno quizás haya pensado que ese individuo y yo teníamos cuentas pendientes, quién sabe...)

A mi lado caminaba un chico joven, al menos mas joven que yo. Le debió dar tanto apuro poniéndose en mi lugar, que me dijo: no le hagas caso, creo que es un tarado.
- Si, no te preocupes, lo conozco de hace tiempo y siempre hace igual- le contesté yo mientras me encontraba, con gratísima sorpresa, con un par de ojazos color miel y una sonrisa encantadora. Así fuímos caminando un buen trecho, calle abajo, en un intercambio de pareceres sobre el mundo y sus gentes, yo intercalando palabras atropelladas con silencios torpes, él contándome que era psicólogo y otras cosas.

De pronto fuí consciente de que estaba toda ruborizada, lo mismito que una de esas damiselas decimonónicas que asoman su dulzura en las páginas de Flaubert.
- Pero serás idiota - me dije - a tus taytantos y a estas horas.
Bajé instintivamente la cabeza (repito lo de Flaubert) para volverla a levantar sólo cuando le oí decir:
- bueno, pues hasta otro día.
Y en ese momento tuve una explosión inconmensurable de vanidad al comprobar, en sus facciones, el mismo rubor incandescente y unos ojos melosos que me decían adios, complacientes y con placer.




domingo, 4 de enero de 2009

Boca de Mujer


Cuando una mujer abre la boca
su lengua se empeña en lamer la dureza:
Puede ser la dureza de la vida,
la dureza del dolor con sus dientes esmaltados y perfectos.
La dureza del tiempo que desaparece.
O puede ser que su boca se abra
para lamer, como perra cálida y protectora,
la cara de sus hijos,
o el sexo del hombre hasta derretirlo
y enjugarlo de sal,
hasta limpiarlo de su ímpetu
y dejarlo palpitante y lánguido entre los dientes.

Cuando una mujer abre la boca
su lengua quiere decir otro lenguaje,
nombrar otros nombres,
poner saliva entre las puertas
que se abren de un alma a otra.

Limar. Limpiar. Lamer.
Tantas cosas, tanto intento, tanto de lo perdido,
existe en la boca abierta de una mujer.

Gioconda Belli, poeta nicaragüense

*Esta entrada va para Octavio, que vió el alma de Alma en cada uno de sus besos

sábado, 3 de enero de 2009

Una manera de empezar enero


Hay quien empieza el año con una buena cogorza, o esquiando, o surcando los mares del Caribe en un lujoso barco, o viéndose a escondidas con su amante...
Hay quien lo inaugura trabajando.
Hay quien amanece el dia 1 a la hora de la siesta y vaguea la tarde entera, caminando por la casa como esos fantasmas de los castillos que arrastran sus pesadas cadenas.

Y hay quien, como yo, se levanta a una hora decente - qué aburrida palabra - y renueva la sangre propia y la de la casa limpiando a tutti plain.
No se me entienda mal, nadie me obligaba, no me sentía desgraciada ni nerviosa; tampoco era mi intención espantar espantos.
Sencillamente me dije " de hoy no pasa" y no pasó. Saqué el plumero efecto atrapapolvo, la aspiradora roja y la fregona con jabón para la madera.
Qué glamour.