Ahora que ya ha llegado el verano y hemos traído a mi madre a su pueblo para pasar, si Dios quiere, sus buenos tres o cuatro meses, compruebo que la vida es una sucesión de hechos que se repiten, y también de otros que se instauran nuevos, lustrosos casi, buscando sitio entre las raíces de la costumbre.
Dentro de pocos dias va a hacer un año que murió mi padre. Cuando llegamos al pueblo entonces, con los corazones rotos, un mes mas tarde de lo habitual, y coja la familia por la ausencia repentina, desfiló por esta casa practicamente toda la población, haciéndonos llegar el pésame y su compañía. Día a día, al caer la tarde, un corrillo de viudas fueron enseñoreando su presencia en torno a la nueva miembro (que no miembra) de su club, mi madre. Primero se contaron sus experiencias, algunas bastante lejanas ya, y por tanto, sin lágrimas en los ojos. Después, una vez que había quedado claro que todas echaban mucho de menos a sus maridos, dejaron de hablar de ellos -cada una tendría sus motivos- y pasaron a recordar otros momentos felices de sus vidas, su juventud, la escuela, tal baile, la guerra y la posguerra, la prima monja de fulanita que dejó el convento para casarse.
Nosotras, las hijas, asistíamos a ratos a estas conversaciones y nos alegraba ver que, de alguna manera, la vida era capaz de abrir aún rutas floridas por entre el páramo de nuestra herida.
Como en una especie de selección natural, quedaron de visitantes fijas dos mujeres octogenarias, como la dueña de esta casa. Las dos se llaman Concha y por suerte, aquí siguen este verano. Dá gusto verlas a ambas, muy bien arregladas con collares a juego con la ropa, sus zapatitos blandos multicolores y medias de descanso para las varices. El pelo teñido de blanco azulado una, de blanco roto la otra. Y ambas, sin distinción, parlanchinas.
La mayor, a la que llamamos Conchita para distinguirlas, goza de buena salud pese a rozar los 90 años. Tiene una memoria que mas la quisiera yo : "en el año 52 me cambiaron la chimenea y me costó 16.000 ptas". A veces llama para decir que no viene porque está malísima y nosotras sabemos que se ha dado un pequeño homenaje entre tanta pastilla, que ha comido pasteles a destajo, y que tiene un cólico. Mañana ya estará estupenda de nuevo, aunque ella se quejará de que con estos cambios de tiempo los cuerpos están fatal.
La segunda Concha es mas joven que mi madre y Conchita, pero también pasa de los 80. Fué maestra de escuela en varios pueblos, en uno de los cuales conoció a su marido, y remató su vida laboral en Madrid, donde sigue viviendo. Se ha pasado todo el invierno llamando por teléfono a mi madre dos veces al dia, porque a veces no recuerda que viven en la misma ciudad y que podrían visitarse; sufre un comienzo de demencia senil y olvida las palabras con tanta frecuencia que oirle hablar es un constante reprimir la risa. Yo, que soy de risa fácil, confieso que no siempre lo consigo, y tengo que buscar excusas para justificar el motivo, o pedir perdón, sin mas. Una tarde en que la conversación giraba en torno a una receta de mero, sus circunloquios para dar con el concepto adecuado me llevaban de una carcajada a otra, y tuve que salirme del salón, muerta de vergüenza y de dolor de estómago. Ojalá hubiera tenido una cámara a mano para grabar , no ya sólo su conversación, sino las caritas de las otras dos en su intento por hilvanar la receta al completo. Enternecedoras.
La tercera Concha es socia del club en la lejanía; enviudó hace tres años y vive entre Madrid y Burgos, así que echa mano del teléfono para estar en contacto con el grupillo (digamos mas bien que a ella sólo le interesa mi madre, por ligazones de sangre). Es la mas despabilada de las tres Conchas, porque es mas joven, entre otras cosas. También es mas seria y callada.
Con este elenco femenino, variado y, sin embargo tan compacto, he descubierto cómo hacer feliz a mi madre cuando la noto mustia o aburrida de oirnos hablar de nuestras cosas de hijas, que ya le son bastante ajenas. No tengo mas que preguntarle : "mamá ¿qué sabes hoy de tus Conchas? " Y con ello tenemos monólogo para rato.
12 comentarios:
Los relatos de los mayores son muy amenos e interesantes.
Yo me quedo embobada escuchando las historias de mi abuela, especialmente las de la época que pasó en Marruecos.
Mi abuela tiene pérdidas de memoria evidentes, pero no olvida nada del pasado más lejano de su vida.
Un placer leerte.
Besos
Las historias de la gente mayor son geniales.
El otro dia hice yo una entrada de mis tias, estas las llamamos Las tias Teresas, cada una se llama de una forma, pero siempre ha sido " Vamos a casa de las tiasa Teresas"
Pues que tu madre lo disfrute bien con las tres inmaculadas concepcion alias Concha.
Besitos
La vida de los mayores, esta llena de historia,y anecdotas interesantes, Deseando que tu madre, siga disfrutando a sus amigas, y Dios te la conserve por muchos años màs.
Al igual que Soboro, es un placer leerte!!
Te he dejado algo en mi casa, espero te guste, Gracias por estar!!
Besos y muchos màs.
Ahora que parece que en todos los campos de la vida sólo valen los jóvenes, deberíamos echar mano de los mayores y sus experiencias, siempre tan enriquecedoras.
Ha sido una delicia leer tu entrada sobre las Conchas. Me recuerda a algo que contaba Marías. En los cuarenta fue profesor de unas jóvenes alumnas de filosofía. Pronto trabaron amistad e intimidad con su familia. En su casa se las conocía como "las chicas". Y con ochenta años ya cumplidos, en la familia Marías todos las siguen llamado "las chicas".
Sin duda, nos has contado una hermosa estampa "castellana".
Un placer conocer a estas tres Conchas. Sin duda nunca pensaron que el trío que forman daría la vuelta al mundo en internet. Porque eso es lo que has hecho: llevarlas de paseo por la red. Cuéntaselo, a ver qué opinan. Y no dejes de enseñarles la fotografía...
Cada una de "las tres Conchas" ha desarrollado el "afligido galápago" ("Elegías a ciegas", de Jon Juaristi) que llevaba dentro. O eso, o morir joven: no hay muchas más opciones.
Perdona pero me he acordado de Almodóvar, ya que son esas las fuentes de las que bebe para sus películas, distorsionándolas y exagerándolas, pero tan reales y cálidas, por lo que todos podemos sentirnos reflejados.
A mí me encantaba escuchar las historias de mi abuelo, a pesar de que llegado a una edad, casi siempre contaba las mismas. Era especialmente brillante cuando mi abuela no estaba presente, porque entonces contaba anécdotas de tardes lúbricas de su juventud, de noches precipitadas que deseaba que no cayeden en el olvido y dulces serrallos del mundo, no siempre vividos, casi siempre soñados.
Saber encontrar el tema que más motiva a cada persona (pueden ser las Conchitas), es una habilidad que se paga muy mucho en el mundo comercial, porque tiene realmente un inmenso valor
Pa primera Conha parece ser un claro ejemplo de mala salud de hierro, algo, no sé por qué, bastante más frecuente en mujeres (será porque llegan más a viejas).
Saludos.
Hola a todos: encantada con vuestros recuerdos e ideas.
No estaría mal que les dijera a las Conchas que andan retratadas por internet, aunque seguramente me dirían "qué, por dónde, en el ordenador, pero dónde...ah, eso de las teclas ".
Este fin de semana volveré a verlas y estaré feliz con sus historias del siglo pasado.
Buenas noches a todos y que tengáis feliz dia.
Igualmente, Mery.
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