Finalizaba el año 1939 en la ciudad de Buenos Aires y las veladas radiofónicas se engalanaban con la pulcritud de la palabra y el pensamiento del filósofo español Ortega y Gasset.
Una de aquellas noches, Ortega va meditando sobre el papel de la mujer criolla en la historia del siglo XVIII ; por esa reconocida capacidad de su pensamiento, cuya claridad y visión le llevaba a relacionar diferentes etapas de la Historia Universal, se encuentra con algo que le turba enormemente, por repetitivo, por temerario y por sin sentido:
" Yo vivo desde hace años en una indignación sin riberas, y me siento avergonzado y humillado, en cuanto hombre, cuando oigo y leo cómo hablan los hombres de una nación de lo que pasa dentro de otra. Ello revela la bestialidad, la bellaquería y la imbecilidad que está adueñándose del mundo. Pero ¿qué idea tienen esas gentes de lo que es una nación, no de lo que deba ser, de lo que nosotros quisiéramos que sean esas realidades que se llaman naciones, sino de lo que son, en verdad y de hecho, queramos o no? Si lo supieran - si no fueran tan desalmados y torpes - sabrían que una nación es una intimidad, un repertorio de secretos, en un sentido practicamente idéntico a lo que pensamos cuando hablamos de la intimidad de una persona, del arcano solitario e impenetrable que es toda vida personal. Y, por tanto, es perfectamente ilusorio creer que conocemos lo que en una nación pasa. Cuanto hablemos sobre ello será una equivocación, una confusión y, como decimos en España, un tomar al rábano por las hojas./.../
La mayor parte de las congojas que ahora sufre el Occidente proviene de que cada nación se cree informada de lo que pasa en la otra nación, porque sus periódicos publican muchas crónicas datadas de todos los puntos del orbe. Y toda esa información estaría muy bien y sería benéfica si se tomase exactamente como lo que es, a saber: datos externos y superficiales de lo que pasa en otros pueblos; pero nunca como representación adecuada de su realidad. Como el saber de la materia exige laboratorios y matemáticas y técnicas difíciles, el saber de la vida humana, personal o nacional exige, inexcusablemente, vivirla. No hay otro modo de saberla. Lo demás es, a la par, mera insolencia y pura estupidez. "
Han pasado 70 años, hemos cambiado de siglo, pero estas palabras se ajustan como un guante a la situación que vivimos. Unos cuantos dias después de la elección de Obama, mi cabeza va a reventar desbordada de las opiniones que me brinda todo hijo de vecino: periodistas de cualquier género en los medios informativos, compañeros de trabajo, familiares, amigos, un taxista, el panadero, la dueña del kiosco; oráculos todos, pitonisas y clarividentes que, sin cobrar un duro, sueltan sus vaticinios de lo que ha sido, es y serán los Estados Unidos de América. Yo no me atrevo a abrir la boca; los oídos no puedo cerrarlos a mi antojo, no obstante.
La semana pasada, en una sobremesa familiar, una señora muy entrada en años, ama de casa eterna y poco viajada, nos regaló un auténtico parlamento sobre el estado de la nación norteamericana. De ello recuerdo su frase primera: "No, si ya veréis como ocurrirá exactamente lo que os digo yo ahora mismo...blablablá."
Y tan fresca se quedó la buena mujer. A todos nos inspiró mucha ternura escuchar sus evoluciones dialécticas, huelga decir que carentes de todo rigor informativo. Mientras tanto yo pensaba que mas frescas, como recién paridas, me sonaban las palabras de Ortega, aunque medie entre unas y otras un siglo entero y varias generaciones.
8 comentarios:
Deduzco que las palabras que transcribes (por cierto, corrige ese rebela que me rebela de la segunda línea) son las de Ortega; me quedo entonces con la duda sobre qué fue lo que le turbó tanto (lo que le mas turbó :). En todo caso, estando de acuerdo en el fondo con la moraleja del discurso (es aventurado hablar de lo que no se conoce los suficiente), tampoco creo que haya que llevar las cosas demasiado lejos. Porque, si no, no podríamos hablar ni siquiera de nosotros mismos. De otra parte, Ortega como toda su generación (no digamos ya Unamuno) tenía una apreciación muy psicológista de las naciones, como si éstas fueran personas. Yo, en cambio, cada vez desconfío más de eso de los "pueblos". Y más si pensamos en una nación tan heterpgénea como yanquilandia. Pero, en fin Mery, has de ser tolerante: que el hablar por hablar es uno de nuestros deportes "nacionales". Un beso.
Ortega conocí bien y amaba a la Argentina, aunque en esa su segunda estancia las cosas no le salieron bien y se encontró con más dificultades y ausencias de las justas. De hecho tuvo que salir de Argentina y seguir su exilio en Portugal...
Las palabras de Ortega, estas y muchas otras, no pasan de moda. Es ello ejemplo máximo de la genialidad de pensamiento y de estilo de nuestro máximo Filósofo.
Busquemos en "España Invertebrada" o en "la Rebelión de las masas" y encontraremos razonamientos y soluciones perfectamente acordes con estos tiempos...
Ortega viene a hablar de un problema bastante viejo: la imposibilidad de conocer el objeto en sí. Aplica el mismo criterio a naciones que a personas individuales y dice, lógicamente, que uno no puede nunca conocer la realidad en sí misma, tan sólo detenerse en detalles superficiales (las noticias de la prensa, los datos de población, así como la altura de Fulanito y el color de sus ojos). Yo creo que lo que dice Ortega tiene mucho de verdad, no en vano, conocemos lo injustos y lo simplones que son los estereotipos cuando nos los aplican a nosotros. Pero, por otra parte, yo creo que la esencia y el significado profundo de cualquier cosa siempre es parcialmente el significado que los ajenos le aplican. La gloria de un país, el prestigio, cosa que siempre ha sido de gran interés para los Estados Unidos, conlleva no sólo ser un por mismo, sino también ser por los demás.
Un beso!
Una autentica leccion de tantos inmortales que ya se fueron de aquí...Para toda esta gente hubiera sido todavía más dificil explicar lo que ocurre ahora.
No se cómo analizaría Ortega ahora por ejemplo la situación de ESpaña, pero dicho vulgarmente.
Alucinaría.
Gracias por esos párrafos del JOyG y naturalmente por tu sana reflexión.
Miroslav: gracias por tu aviso de la B, que he corregido de inmediato. Efectivamente he transcrito las palabras de Ortega una a una.El resorte que le hizo saltar en ese momento fué al pronunciar la palabra "criolla" delante de mujeres bonaerenses. Ellas se sintieron ofendidas ante un vocablo que para él, ajeno a ese país, reflejaba lo mas sublime de una mujer.
José Ignacio: sabias palabras las tuyas. Tu postura es muy adecuada, si bien es cierto que resultaría imposible y dificilisimo callar continuamente ante lo que desconocemos. Acabaríamos por no hablar de nada ¿verdad?
Enrique: no recordaba lo del segundo viaje de Ortega a Argentina. Cuánta razón tienes al decir que todos sus pensamientos son absolutamente actuales.Ojalá nuestros políticos y sociólogos le dieran un repaso profundo a sus páginas.
Agurdión: apuntas un enfoque mas a toda la reflexión posible que lleve esta entrada, porque en efecto, somos nuestra esencia mas lo que atañe a lo que nos rodea, nuestras circunstancias y los ojos de los demás. Prestigio, consideración...debate interesante a tener en cuenta.
Onda: atinada expresión (alucinarían) sobre todo por la bajísima calidad de pensamiento político y filosófico de la actualidad. ¿Cuándo cambiará esto? Mucho me temo que varias generaciones mas adelante.
A todos, gracias y bienvenidos siempre. Con vuestros comentarios se aprende a cada momento.
Un abrazo
¿Qué sería de los blogeros si no pudiésemos hablar de todo cuanto desconocemos? No te digo nada de las tertulias de rebotica, las salidas de misa y la espera en los velorios.
Arregar el país es el deporte nacional, y mira si andaremos sobrados que, acabando nuestra obligación, nos atrevemos con cualquier otro, pues no hay frontera a prueba del aguzado filo de nuestro talento.
¡Bendita incontinencia verbal!
Saludos.
Y lo peor no es sólo hablar sin saber de qué se habla, sino saber que se está manipulando a conciencia.
besos in blue
Qué poco hemos cambiado, seguimos creyendo lo que se dice sin contrastar y sin conocer de primera mano. Vivimos en la impostura del tópico perpetuo.
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