miércoles, 5 de mayo de 2010

Ni propósitos ni escarmientos


Escribía hace pocos días Jesús Cotta en su blog que se pasa la vida planificando cosas que casi nunca cumple, y que no escarmienta.
Y qué razón tiene; los humanos ya maduritos sabemos que la madurez a veces no se empareja con la sabiduría, precisamente porque no escarmentamos ni siquiera de nosotros mismos.
De pequeña leía en el catecismo que debía hacer "propósito de enmienda"; incomprensibles vocablos que sonaban graves como el silencio de un pozo y serios como la falta que seguramente había cometido.
De mayor ya no hago propósitos de enmienda, aunque mis pecados serán, sin duda, mucho, pero que mucho mas imperdonables que los de antaño. En eso sí he escarmentado: sé que la enmienda me dura seis días, como la Creación, porque al séptimo, me relajo y las tinieblas vuelven a cubrirlo todo: el mar, los cielos, todas las criaturas grandes y pequeñas.
Génesis y Apocalipsis se unen en esta biblia donde no caben testamentos antiguos o nuevos, los tesalonicenses no se mandan cartas y los samaritanos son personas anónimas del día a día.
Las parábolas me llegan cada mañana a esta pantalla y devuelvo versículos en formato power point o pdf, a sabiendas de que podré recibir un rollo macabeo mucho menos interesante que los manuscritos del Qumrán. Y, mientras floto sin esfuerzo en las beatíficas aguas del Mar Muerto, espero ver aparecer a Aquiles, el de los píes ligeros, caminando sobre el Tiberíades.
Pero no, estoy confundiendo verdades y literatura ( si es que son distintos) y yo sólo deseo confesar que sigo sin cumplir mi propósito: que aún no he sustituído a mi amante, ese tirano caprichoso del que hablé en mi última entrada.

6 comentarios:

José Miguel Ridao dijo...

Yo ya ni siquiera hago propósitos de enmienda, Mery. Simplemente cuando me encuentro con ganas hago las cosas mejor, y si me relajo me relajo. Ay, esos amantes locuaces, incansables e ingratos...

Un beso.

Juan Carlos Garrido dijo...

Por eso nunca se sabe si es mejor hacer propósitos o dejar de hacerlos (despropósitos).

Saludos.

Mery dijo...

José Miguel: con la edad vamos aprendiendo que mejor dejarse de teorizar sobre la vida. Vamos planificando sólo lo realmente importante, y lo demás viene o no viene, y nos amoldamos con sentido común.
Y si, a mi amante-transistor le quedan 2 días de estancia a mi vera, verita, vera.Otra vez me ha dado una noche insufrible.
Un beso

Sombras: lo malo de los despropóositos es cuando se reúnen en un cúmulo desaforado. Y ultimamente estamos sufriendo hasta lo indecible en este país, a costa de ellos. En fin.
Un beso

Pedro Herrero dijo...

No te preocupes. Ya falta poco para las rebajas de verano de El Corte Inglés. Verás como allí encuentras propuestas para que ese cambio se lleve a cabo sin excusas. Mientras tanto, como no hay mal que por bien no venga, tu resistencia al escarmiento depara reflexiones tan jugosas que dan ganas de imitarte.

Javier dijo...

No creo en propósitos de enmienda, ya que me suena a plan de reconversión, eso sí, con cierto tinte místico. Creo en la necesidad, la posibilidad y el deseo de, si ambas confluyen entonces cambiamos algo de nuestras vidas, o mejor dicho alteramos nuestros valores o conjugamos el verbo poder con el querer.

Mery dijo...

Pedro: muy amable tu comentario.Y, de paso, me pasaré por El Corte Ingles a ver qué me encuentro por allí.
Un abrazo

Pe-Jota: creo que hay que enmendarse sólo cuando uno está convencido de haber errado en el pasado y siempre que se haya encontrado el camino adecuado. Es decir, enmienda entendida como aprendizaje. Lo demás, blablablá...
Un abrazo