
Se equivoca quien piense que no está para muchos trotes o que es un descarado atreviéndose con todo.
Se equivoca quien tilda de afeminado su ir y venir ligero por el escenario.
Se equivoca quien lo cree pasto de sesentonas ávidas de aquella juventud perdida.
Sus recientes conciertos en el Teatro Compac de Madrid, a razón de dos horas y media/dieciocho días seguidos sin descanso son quizás la punta del iceberg de una naturaleza a prueba de bomba. Y, mas que eso, por encima de todo, son la consigna de lo que un ARTISTA debe ser. Porque en las cosas del Arte, no deberiámos conformarnos con medianías ni bagatelas.
El domingo abandoné mi encierro domiciliario y cambié estos virus míos por las canciones de Raphael.
Comenzó con una aviso a capella de que "puedo decirlo mas alto pero no mas claro" hasta que la orquesta se le unió en un crescendo maravilloso. Continuó con varios éxitos pasados, lo que él -y todos- consideramos "las joyas de la corona" como "Mi gran noche". Tangos-boleros-rancheras-de su nuevo disco intercalados con unas cuantas perlitas mas, que con frecuencia y con mucha gracia nos recordaba: "yo vuelvo a lo mío" y se arrancaba, con ese chorro de voz, cantando "En carne viva".
Y vuelta al derroche de orquesta y potencia: Hablemos del Amor y Digan lo que Digan y, como estamos en Navidad, el remate de un villancico a pleno pulmón.
El público estallaba jubiloso entre canción y canción, nadie quedaba templado y, si bien las maduritas le gritaban GUAPOOOOO con mucho de añoranza del pasado, había allí no pocos jóvenes varones tan pletóricos y exaltados como las jovencitas que marcaban con palmas las indicaciones del artista. Porque hay que ver el encanto con que él nos agradecía cada aplauso, cada estribillo robado a su voz. Raphael te lanza una sonrisa y ya es dueño del escenario y lo recorre a pasitos, callado, dejando sonar el violín y la trompeta. O suelta unas estrofas a ritmo de rap como si hubiera nacido para ello.
Luego abre los brazos y sabes que tu lo eres todo para él igual que tu estás entregado en cuerpo y alma a su quehacer. Raphael hace lo que quiere sobre las tablas porque las pisa firme y seguro y al final resulta que todo está bien hecho.
Yo era muy pequeña cuando mi madre ponía la radio y en la casa entera la voz de Raphael reinaba por derecho.
Por derecho y por revés, el de Linares es un Artista.
A mi me encanta - se me nota ¿no?-.