
El director libanés George Pehlivanian visitó de nuevo ayer el Auditorio de Madrid, capitaneando a la JONE en un programa brillante: 1ª Sinfonía (Clásica) de Prokofiev, Cocert Romanesc, de G.Ligeti y, en la segunda parte, la 1ª Sinfonía de Brahms.
Es la segunda vez que asisto a un concierto de Pehlivanian y he de reconocer que mi admiración va en aumento; se mete en el bolsillo a esas decenas de jóvenes músicos tal como pudimos comprobar en cada gesto intercambiado, cada mirada atenta a la batuta, cada brío de arcos, oboes, flautas, percusión. La Jóven Orquesta Nacional de España es un prodigio del buen hacer, del entusiasmo y del trabajo infatigable. El programa ya extenso en sí quedó rematado por tres extras, principalmente con un par de regalitos de las Danzas Húngaras de Brahms. Y al final, el público, reconocido y agradecido no dejaba las palmas y los vítores ni por un segundo, hasta el punto de que los tiernos músicos patearon el suelo contagiados por la explosión de júbilo.
No sabría qué destacar, si el Finale molto vivace de Prokofiev, el Andantino de Ligeti o el Adagio Allegro de Brahms. El ritmo personalísimo y la cadencia en la mano del libanés dejó su impronta, creo que permanente, en el arte de cada miembro de la orquesta. Cuando, ya pasadas las 21,30 h, nos acercamos a saludarle, nos comentó que llevaba reunido con la orquesta dos semanas, no sólo ensayando, sino también charlando un promedio de ocho horas al día.
Esta vez no les acompañé a cenar ni a las copas posteriores, como en el pasado mes de noviembre, pero estoy segura de que remataron la noche estupendamente. Miguel, un chico violinista que siempre acude al encuentro con el director, nos ha apodado a todos "la Banda de Pehli".