Nada, excepto una batalla perdida, puede resultar tan melancólico como una batalla ganada. Duque de Wellington dixit.
Esa tristeza agridulce que resulta ser la melancolía creo que sólo puede ser propia de los humanos, aunque siempre me cabrá la duda sobre el resto del reino animal. Pero no voy a ello ahora, sino a la verdad que encierra la frase de Wellington.
Por las noches, cuando desvelada medito mi vida y mis actos, los logros y los fracasos de mis pequeñeces cotidianas, las tribulaciones de lo que me espera mañana o todo el mes por venir, suelo nadar entre dos orillas muy distantes, sin lograr discernir por qué ahora elijo ésta y no la contraria. Y lo peregrino de mis pensamientos es la manera en cómo caigo melancólica a masticar una batalla ganada. El orgullo inicial y mi autocomplacencia por haber batido al enemigo (entiéndase cualquier avatar laboral) se trastoca facilmente en una tristeza serena, pero tan clara, que me recuerda que nuestra existencia está hecha de escaramuzas personales. Que yo no deseo escaramuzas ni guerrillas tribales, y que batirme con otro de mi especie tan sólo me convence de que estamos llenos de miserias.
No señor, no. No me compensan vanidades cuando después me duelen estas melancolías de las batallas de Wellington. Verbigracia.
9 comentarios:
Lo mejor es no batallar.
Ganamos siempre los cobardes.
Un abrazo!!
"Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella".
J. D. Salinger
Después de Ortega veo que sigues metafísica...
Y bíblica, por aquello del Vanitas vanitatis et omnia vanitas.
Tienes razón, mejor no combatir en otras lides que no sean las del mero amor...
Es verdad que la melancolía es agridulce, e indiferente a las batallas, creo yo.
Un beso, Mery.
Ese agridulce de la melancolìa,
que nos hace perder algunas de las batallas. y se carga con el sabor, por un largo tiempo.
Deseando te encuentres bien Mery!!
Besos y muchos màs.
Es difícil liberarse de los atavismos y, a nada que uno escarba, descubre que la civilización no es más que un tenue barniz.
Saludos.
Creo que lo que realmente te hace perder una batalla es la tristeza, que mala compañera de camino es, cuanto bloquea y ahoga.
Acabo de descubrir tu blog, felicidades!.
Yo creo, como Wellintong, que no hay nada tan melancólico como una batalla ganada. Las perdidas nos producen sufrimiento o tristeza, el sentimiento depende de los demás. Las ganadas nos dejan a merced de nosotros mismos y, a no ser que el orgullo te ciegue, es un momento perfecto para ser presa de una extraña melancolía . Comparto el comentario de Sombras Chinescas, aunque ahora las batallas sean, en nuestro mundo perfectamente hipócrita, sólo un símbolo. (Y ni siquiera es así en todas partes).
Como suele ser habitual, vuestros comentarios me superan y me dejan meditabunda. Estoy convencida de que no os dáis cuenta, pero en cada frase dejáis mucho de vosotros mismos.
Manuel, Pe-jota, José Ignacio, Enrique, José Miguel, Amanecer,Sombras, Olga, Anónimo...perdonadme que hoy no os conteste individualmente. Uno a uno me entiende y, encima, arrima el hombro a esto de batallar o no en la vida.
Muchas gracias. Releo vuestros comentarios y sois lo mejor de este blog, sin duda.
¿Suena a peloteo? Pues NO.
Un beso
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