
Este año la Semana Santa nos ha venido muy temprano. El Domingo de Ramos - que tanto me gusta - luce sin haber finalizado marzo. La tradición dice que hay que estrenar algo pero yo no recuerdo haber cumplido esa premisa desde que tengo uso de razón, al menos conscientemente. Quién sabe si de niña mi madre me adornaba la cabeza con un sombrerito nuevo, algún lazo en el pelo, o unos simples calcetines de ganchillo blanco.
Digo que esta Semana Santa viene acelerada en fechas y, por ello, mi madre cumple sus muchos años el miércoles santo. Aunque su prole ande desperdigada en vacaciones ¿cómo dejar de volver a Madrid para comer con ella unas torrijas de vino blanco, que haremos en honor a su receta heredada de dos generaciones?
El miércoles no habrá régimen ni pereza ni cuentos de merecido descanso. Volvemos a tí, mamá, con el corazón henchido de orgullo y amor y agradecimiento, porque sigues entre nosotros, los mortales, generosa en ternura. Como siempre.