A veces le ocurren a uno cosas sumamente curiosas, de un cariz que no se atreve a clasificar por no parecer fantasioso o pretencioso, o ambas cosas a la vez. Si se atreve, en todo caso, mejor guardarlo para sí mismo y su propia crítica, que en no pocas ocasiones es mas despiadada e irrefutable que la del prójimo.
El sábado fui testigo, víctima o convidada, llamémosle como se quiera, de una de ellas. Como había amanecido un sol radiante, y tras haber solventado algunos asuntos domésticos, decidí asomar a la calle con mi libro de estos dias, y sentarme a tomar un aperitivo en la terraza de una cafetería cercana a casa. Un hábito muy grato que he ído adquiriendo en mis momentos de preciada, por escasa, soledad.
Para preparar mi nido adecuadamente, robé media sombra de la mesa que estaba a mi espalda, ocupada por un par de señores de mediana edad que hablaban escuetamente con sus respectivos periódicos en la mano. Pedí a la camarera vestida de fräulein alemana un bitter Kas, "o la marca que tengan, no importa", coloqué el móvil a distancia prudencial, ajusté las gafas de sol, y me bebí unas treinta páginas de La Manía, a sorbos tan acompasados con el bitter que parecía que la batuta experta de sir Colin Davis se hubiera sentado también a la mesa para armonizar letras y placeres.
Me hallaba en ese punto del diario en que el autor, Andrés Trapiello, visita la casa de Cuatro Caminos que sirvió de sede de la Falange en la posguerra española. Se está documentando a conciencia sobre los famosos asesinatos de 1945, donde un grupillo de matones a sueldo, comandados por el Partido Comunista, cometieron la "heroica hazaña" de liquidar al pobre bedel del edificio y a un personajillo de poca enjundia dentro de Falange. El escritor encuentra ahora la casa habitada por un artesano y su mujer que, afablemente, pasean con el recién llegado por las estancias que aún conservan la disposición antigua. Le explican que la Falange les había conminado a no tocar el sótano bajo ningún pretexto y sin explicación alguna. Secreto de posguerra, evidentemente, como evidente se hizo la presencia de unos cuantos huesos varios años después, restos de algún desgraciado, víctima de la "checa del terror azul que se implantó en Madrid tras el terror rojo"- cito textualmente-. Muy penoso todo, teniendo en cuenta que estos hechos ocurrieron poco mas de medio siglo atrás. A la vuelta de la esquina.
Avanzaba yo hacia el final de la escena, leyendo al apesarado Trapiello mientras salía del triste e invernal jardincillo de la calle Avila. Mis movimientos eran lentos cuando acerqué la mano izquierda al vaso y no sé cómo, pues no recuerdo torpeza alguna en mis dedos, dejé caer gran parte del bitter sobre las hojas abiertas del libro. La página 158, y las anteriores, quedaron manchadas de un rojo vivo, pese a las servilletas que empaparon presurosas gran parte de semejante sacrilegio.
Como si la sangre allí vertida de uno y otro bando viniera a recordarme que todos fueron víctimas, pero también verdugos.
24 comentarios:
Quizás fue tu inconsciente el que volcó la sangre en el libro, después de leer tanta.
Me ha gustado tu entrada: muy fresca e imaginativa, pero con los pies en la realidad (una realidad muy próxima todavía).
Un beso.
Admirable metáfora vertida en la página 158.
Bravo!!
Julían Marías, quien vivió la guerra civil enteramente en Madrid, fue modesto pero activo protagonista de los días finales de la República, al lado de la dignísima figura de Besteiro.
Marías, soldado republicano y encarcelado después de la guerra por los franquistas y represaliado durante muchos años, tiene una frase con la que resume, en mi opinión de manera sumamente lúcida, el resultado de la guerra civil; "los justamente vencidos, los injustamente vencedores".
Frase que se incluye en su magnífico ensayo titulado "la guerra civil; ¿cómo pudo ocurrir?" del que recomiendo vivísimamente su lectura.
"Como si la sangre allí vertida de uno y otro bando viniera a recordarme que todos fueron víctimas, pero también verdugos".
Esta magnífica frase también resume de manera admirable esos años atroces.
Salve!
Mery, Freud escribió un libro interesantísimo que explicaría lo que te ha ocurrido: "Psicopatología de la vida cotidiana". Se trata de muchas de sus experiencias con pacientes que acudían a su consulta. Trata sobre todo de olvidos, accidentes fortuitos, acontecimientos chocantes... Recuerdo, por ejemplo, uno en que un señor le contaba cómo últimamente andaba muy tropezón y manazas, tanto que había roto sin querer un gran jarrón por el que su mujer sentía predilección. No se explicaba cómo había ocurrido, si aquel jarrón llevaba años en la mesita. Freud indagó en el tiempo y el subconsciente del hombre y descubrió que, años atrás, en el momento de comprarlo, él y su mujer tuvieron una agria discusión porque el hombre se negaba a aquella adquisición tan cara.
En tu subconsciente puede haber una explicación de por qué en esa página y no en otra.
Extrañas conexiones, sin quererlo dan contenido a nuestros actos.
Lo que me parece curioso de la escena es la suerte que tuviste con los señores de la mesa de al lado, cuya conversación no te molestaba ni perturbaba, qué majos...en cuanto a lo del bitter kas...tenía que haber sido un bloodymary!!!
MAGISTRAL UNA ENTRADA MAGISTRAL. BESOSSSSSS
Acojo con sumo placer cada sugerencia vuestra, Antonio, Enrique.
Lo del Bloodymery tiene su punto, Deme, muy hábil.
Soboro, Compartimos, qué duda cabe de que hay algún tipo de conexión tan oculta en nuestras acciones externas como internas, que somos incapaces de ser conscienets de ello. Muchas gracias por vuestras palabras.
Mami, Pe-Jota.....gracias por venir a leerme. Un beso
Con frecuencia, Mery, la realidad supera al arte.
Dolorosa herida, necia locura que aún todavía sigue salpicando de sangre la
triste memoria de un pasado oscuro y no tan lejano.
Excelente narración Mery.
Besos
Ah, con tu permiso, te enlazo para tenerte más a mano.
Besos
no conozco el libro, pero qué pena lo de la volcadura, para mí los libros son sagrados..
aunque dicen que un libro tiene que estar ajado, rayado y sucio para que se sepa que realmente lo han apreciado.
besistos
El subconsciente, Mery, el subconsciente...
La crueldad, el crimen... no son patrimonio exclusivo de nadie. Por desgracia, forman parte intrínseca del ser humano. El hombre es capaz de cometer las peores atrocidades, basta que se den las circunstancias adecuadas. Como una guerra, por ejemplo.
Mery, tienes un estilo narrativo sublime. Es una gozada leerte.
Un besito.
Uf
Com sempre un plaer llegir-te i la darrera frase absolutament genial
Eres poética hasta en tus coincidencias.
;-)
Un abrazo y tres rosas blancas para ti.
Tenemos amiga Mery otras formas de crear que ignoramos y no entendemos en su abstracto particular. Creo que la tuya fue una.
Recordarte nada más que si bien todos fueron víctimas y verdugos, un único bando ganó, y un único bando desencadenó la tragedia, y cuentan que el infinito de sus atrocidades en cantidad y tiempo es mayor que el otro, ya ves matematica del dolor.
Beso pacifista.
Es impresionante, así como profético.
Hace ya un tiempo considerable que no creo en las casualidades. Pero es que desde muy recientemente, también estoy empezando a creer que ciertos accidentes (como el de tu vaso)tienen un mensaje.
Un beso.
Víctor, sin querer entrar en memorias históricas, quisiera hacer notar un dato: ¿qué hubiera ocurrido de haber ganado el otro bando? ¿acaso no habría habido también represalias de post-guerra?
Yuria, es muy cierta tu observación.
Bolero, Madame, Maru, Max, Juan Antonio, un abrazo a todos. Me es muy grato teneros por aquí.
Noviembre, gracias por tus palabras, bellas como tus rosas.
Antonio ¿sólo te sale un "UF"? QUé pena para mí.
"Uf", Mery, significa que me he quedado sin palabras ante lo terrible de tu texto, con la poderosísima imagen del rojo derramado por la página (como ves, cuando quiero puedo ser más prolijo y hablar hasta en endecasílabo: "del rojo derramado por la página"). Por cierto, que "bitter", como sabes, significa "amargo" en inglés. Para mí es amargo recordar aquellos años de la guerra y luego los otros de la posguerra. Uno (utilizo palabra trapiellana), que tiene familiares muertos en los dos bandos, sabe en cuál habría hecho la guerra, y tiene la certeza también de que, de no haber muerto luego en los campos de Rusia, habría visto con amargura sumada a la de las muertes injustificables haber ganado una guerra para nada, todo lo que ya vio clarividentemente José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante. Yo creo que la misión de nuestra generación, si es que tal cosa existe, es entendernos entre los españoles y convivir en armonía y sin doscordia. Trato de ponerlo en práctica, por ejemplo, en el blog, cuyos enlaces remiten a visiones y formas de pensar no sólo distintas sino a menudo antagónicas. ¡A ver si nos escuchamos unos a otros, maldita sea! En fin, que nuevamente cierro con un uf esta glosa a la otra anterior y, sí, es cierto, brevísima.
Es una postura muy comoda mirar con estupor las barbaridades de uno y otro bando equidistantemente. No pasa nada es lo que hacen todos los escritores, artistas e intelectuales de hoy dia. Se lavan las manos y se asoman a la ventana para ver con "etupor" como se mantan los demás para luego escribir algo hermoso o irónico o cínico.
¿Te hubiera dado igual ganara quien ganase? Desde luego desde la ventana la sangre no te salpica.
Anónimo: no me queda mas remedio que mirar el pasado desde una ventana, desde los libros, desde los recuerdos de viva voz de todos aquéllos que fueron testigos directos de la contienda y sus consecuencias.
¿Podemos hacer otra cosa los que vivimos en estos dias y no participamos de aquéllo? No entiendo la acritud de tu comentario.
Perdona, a lo peor la acritud la provoca ese excelente escritor al que mencionas y que tan estupenda e irresponsablemente escribe dando pedradas y escondiendo la mano sobre cosas que no conoce tan bien como el cree.
Me ha conmovido esa experiencia que usted relata. Pocas horas después de leerla inicié la lectura del libro de memorias del poeta comunista Marcos Ana, que como seguro sabrá pasó 23 años de torturas y cárceles bajo la dictadura del general Franco. Es un libro a la vez lleno de horror y de esperanza, ya que su autor da puntual testimonio de la represión de aquellos negros años, pero también manifiesta su amor por la vida y su mensaje de reconciliación. En un momento de la lectura, una mariposa blanca y roja se posó brevemente en el libro y luego echó a volar...¡qué símbolo de alegría y libertad!.
Daniel: ya veo que los símbolos y las casualidades acuden a cada momento, quizá queriéndonos recordar algo. Lo cierto es que suelen presentarse de maneras muy bellas.
Gracias por tu visita.
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