
Se coge una semana y se la parte en dos.
Con el primer trozo hacemos una mezcla de varias reuniones inconexas entre la Administración y alguna oficina privada. Nótese que en todas ellas los lugares son distintos y las personas también y, aún así, los elementos quedan conjugados en una perfectísima imbricación.
Una vez comprobado que todos estos elementos tan discordantes en origen forman una masa uniforme de sinvergüenzas, prosigamos con el arte culinario.
En las horas libres vaya y venga como un zascandil y asómbrese de que las obras iniciadas cinco meses atrás no acaban de asentarse. No se encuentra la lógica de ello, pero asúmalo y prosiga con los ingredientes anteriormente citados, ya que la masa de sinvergüenzas sigue tomando cuerpo con levadura propia. Vea que el horno parece apagado y cómo ellos se autoalimentan y engordan y engordan en progresión geométrica. Es increíble.
Vuelva a reunirse con una empresa cántabra para intentar darle otra forma al pastel que anda cuajando a su antojo. Pruebe una cucharada y note que el regustillo le recuerda un mucho a la masa anterior, aunque no se conocen. Sospeche que sí se conocen o que fueron criados con la misma leche.Importante: no pierda de vista de qué manera su propia mala leche va en aumento, pero apártela.
Con la segunda parte de la semana, prepare una copa bien larga con hielo y ascuas a partes iguales. Añada un chorrito de limpieza y cambio de armarios, agujetas, mal estómago y pensamienos reiterativos hacia la primera parte de la semana.
Entre medias, reciba varias llamadas simplonas y conteste como si fueran de vital importancia. En este punto no olvide seguir guardando la mala leche que parece querer desbordarse dentro de sí. Intente olvidar la masa de sinvergüenzas que ha quedado en suspense hasta el lunes. Lo que no pueda olvidar, échelo a la cubitera de hielo a ver si cuela. Es probable que no cuele, así que proceda a verterlo en la cocktelera de modo que la mezcla de ingredientes disimule su mal sabor.
Agítese con fuerza ciclópea todo-todo-todo, de lado, boca arriba, boca abajo y después échese la siesta para paliar la jaqueca que le producen los vapores de la receta. Tenga paciencia y deje actuar al tiempo.
Amigos, este cocktail me lo quedo para mí solita. Comprenderéis que no deba invitar a nadie.