A veces una se encuentra reflexionando inconscientemente sobre pequeñas cosas de su vida, que luego resultan no ser despreciables en absoluto.
En uno de estos pensamientos al vuelo me he hallado cavilando sobre los afectos y querencias que tenemos a determinados objetos y gentes de nuestro entorno. Cuando era niña tenía un apego absoluto a "mi lápiz, mi reloj verde, mi pañuelo, mi madre, mi padre, mi hermana R., mi abuelo, mi amiga E., mi perra ..." Es decir, tenía un sólo elemento en cada compartimento al que adorar y cuidar y aquellas sensaciones me parecen ahora fantásticas.
Con la juventud, el abanico se hizo mas y mas amplio; florecieron amigos, relojes, las hermanas mayores que antes estaban fuera de mis juegos y mi mundo. El pañuelo de tela de flores que mi madre guardaba en mi manga para limpiarme los mocos quedó desterrado y sustituído por kleenex con olor a menta que ya no limpiaban mocos, sino exceso de colorete. Mi abuelo murió y mi perra Lita dejó paso a una larga lista de mascotas.
Con la juventud empecé a desear muchas mas cosas y mas gentes, en progresión geométrica, creyendo que tanto abuso era necesario. Pero no lo era, sólo significaba una expansión atolondrada y una búsqueda de lo desconocido. Tanta querencia repartida no podría ser muy profunda.
Con la madurez, vuelvo poco a poco a simplificar mi vida, consciente de que algunas abundancias traen mas quebrderos de cabeza que otra cosa, y sueño con desprenderme de incómodos lastres. Quisiera volver a tener mi reloj, mi boli, mi pañuelo, mis gafas de sol...Pocas pertenencias y muy amadas.
Eso, en cuanto a objetos inanimados, que de los que tienen alma, tengo muy claro que quiero a cierta gente y que la quiero mucho.
10 comentarios:
También deseamos nuestras cosas abstractas, como la soledad, el placer de una compañía querida, la chispa que te produce una carcajada inesperada, la contemplación de una belleza visual, auditiva o intelectual, etc.
Tiene ternura tu entrada.
Besos, Mery.
No hace falta desprenderse de nada, porque la selección se hace sola. En especial cuando tienes hijos que ocupan el 99.99% de tu tiempo.
Saludos.
Haces estupendamente, Mery. La mayoría de las cosas que tenemos sobran, y lo único que traen son quebraderos de cabeza. A veces pienso que la felicidad está en la austeridad.
Un beso.
Parsimonia: el deseo de soledad, de la compañía de un ser querido, todo lo que enumeras, lo vemos mucho mas claro con la edad. Tienes razón. Gracias por tuu visita.
Un beso
José Ignacio:totalmente de acuerdo. Los años nos proporcionan esa sabiduría hacia el desapego.
Un beso
Sombras: la selección se va produciendo inconscientemente, precisamente porque la vida y la edad conlleva este conocimiento.
Un beso
José Miguel: esa es la palabra justa: austeridad. Mi idea al concebir esta entrada llevaba implícita esta palabra y al final no la incluí, no sé por qué.
Un beso
Mejor las personas que las cosas.
El quién que el qué.
Alguien que algo.
Nadie que nada...
Besos (personales)
Cuidado con la progresión geométrica.
Si la razón es mayor que 1, crece demasiado deprisa.
Hermosa entrada, Mery. Me ha recordado la primera palabra que aprendió mi sobrina (y aprenden casi todos los bebés): MÍO. Me reconozco en ese despojarse de los superfluo que traen los años (llámalo "madurez", si quieres). Un beso.
No cambies nunca Mery.
Sabiduría y conocimiento, querida amiga, eso es lo que el paso del tiempo nos va regalando y por eso nuestro mundo se va volviendo más simple y más cálido, más nosotros mismo.
Enrique: siempre se agradecen los besos personales. Vaya para tí otro igual de personal
Amaro: ahí está el problema grave de la progresión geométrica.
Un abrazo
Antonio: ese mío, mío trae unos cuantos problemas al ser humano. Y no hay manera de enmendarlo. Gracias por tus palabras.
Un abrazo
Javier: entiendo que esa petición de que no cambie es un halago. Aunque, conociéndome por dentro como me conozco, no estoy yo tan segura...
Gracias, de corazón.
Un beso
Pe-Jota: la madurez y la sabiduría deberían ir siempre de la mano. De hecho suele ser así.
Un beso
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