Desde anoche huele el aire a desierto,
ese que arde en tus ojos
de árabe insurgente.
Nada de jazmines, sino espadas
de plata y crines de alazán,
mientras adorno paciente mi pelo con el rubí de tu boca
y dejo que la luna me acune entre sueños,
pero alerta.
Abierta.
Atenta.
Vigía soy sin voluntad, sin escudo
que endulce el envite de tu abrazo.
No conceda Dios la paz,
piadoso,
a estas dos banderas.
ese que arde en tus ojos
de árabe insurgente.
Nada de jazmines, sino espadas
de plata y crines de alazán,
mientras adorno paciente mi pelo con el rubí de tu boca
y dejo que la luna me acune entre sueños,
pero alerta.
Abierta.
Atenta.
Vigía soy sin voluntad, sin escudo
que endulce el envite de tu abrazo.
No conceda Dios la paz,
piadoso,
a estas dos banderas.
6 comentarios:
Yo también sueño con banderas. Transparentes. Limpias.
Como el cristal.
Como la saliva de mi rubí.
Precioso poema. Un beso.
Veis, ahora resulta que los árabes son los verdaderos idealistas, ¿no son bonitos estos guiños de la historia?
Marqués: tu comentario es otro poema con guiños cómplices y te lo agradezco.
Un beso y bienvenido siempre
Pet: los árabes tienen una cultura tras de sí en la que merecería la pena meter mano bien a fondo. A veces olvidamos lo fundamental y nos perdemos ¿verdad?
Ayyyy..
Un abrazo
Entre el asombro, que no de Damasco, y la incerteza.
Querida mía, siempre te he dicho que tienes un gran talento poético y he aquí otra prueba irrefutable. Bellísimos versos.
Ay, me llega un soplo del desierto y el aroma de maderas de oriente... Y me plantas a Omar y, claro, se queda una sin voluntad ninguna ;-)
Pe-Jota, Madame: no sé qué tiene el aire del desierto que siempre seduce tanto. Os habéis contaminado, por lo que veo.
Un fuerte abrazo a ambos
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