En el instante en que bese la playa la última ola de todos los océanos, comenzará la cuenta atrás de los días que falten para el fin del mundo.
Podría ser la frase que diera comienzo a una novela. Lo difícil, como siempre, hallar el argumento de la misma, porque, con esta premisa, cualquier meollo es factible.
Una chica está en la playa, sobre la arena, en esos minutos que anteceden al sueño profundo que arrulla el mar. Atrás ha dejado un año trabajoso y no desea pensar en nada, salvo lo que el alma quiera, y ahora le ha dado por imaginar qué ocurriría si, de pronto, dejaran de sonar las olas.
¿Qué sucedería a su alrededor cuando el primer ser humano se percatara de la quietud de las aguas? ¿Cuánto tardarían en notar que no es un efecto pasajero, sino un hecho real, sin vuelta atrás? Como la pólvora, se extendería el temor por la playa, por todas las playas del mundo, en cada faro y cada puerto, en cada comandancia de marina y en todas las cofradías de pescadores. En alta mar los veleros arrancarían sus motores al cesar el viento, pero quizás serían los ultimos en enterarse de la tragedia.
Desde las costas, la noticia volaría al interior de los continentes. Los científicos del mundo entero se echarían las manos a la cabeza y el ciudadano de a pié discutiría si la culpa ha sido del efecto invernadero o de la carrera espacial. A Sarkozy lo veríamos tomar vela en este entierro saliendo en todas las cadenas de televisión, con Angela Merkel al lado, o detrás suyo, ambos serios y circunspectos. La Bruni compondría un tema con su guitarra en una sala del Palacio del Eliseo. ¿Hay ciudad mas bella para morir? Posiblemente no y por eso Carla tiene que agarrar la inspiración al vuelo y cantar en un dulce francés las palabras del cataclismo.
La chica de la playa se ha desperezado momentaneamente, inquieta por el devenir de su loca imaginación. El sentido común le dice que si se pone boca abajo la modorra volverá a apoderarse de ella, y se deja acariciar la espalda por el sol y la brisa del atardecer. Complacida comprueba que las olas siguen obedientes, acariciando también suaves la arena con su ritmo lento y desigual. La vida continúa, no hay fin del mundo a la vista, ¡ay!
Antes de sumergirse en los sueños poderosos, esos que viajan ajenos a nuestra voluntad, se promete a sí misma buscar mas tarde otros argumentos para ese libro. Nada de ciencia ficción; quizás una simple novela de costumbres, donde el amor y la muerte, que a veces se quieren tanto, vayan también de la mano de un mar que aún no ha entregado su última ola.
11 comentarios:
Precioso texto, Mery. Veo que el parón le ha sentado de maravilla a tu inspiración.
Un abrazo, ya se te echaba de menos.
Me ha gustado leerlo justo antes de ir a dormir. No tengo el mar cerca, pero puedo imaginarlo. Estoy acostumbrada.
Retomo la costumbre de las buenas noches, Mery, y me quedo con ese mar que aún no ha entregado su última ola.
Muy bonito.
Me alegra tu vuelta, y me encanta tu escrito.
Un abrazo.
Sí, pensé en la muerte al imaginar un mar absolutamente calmo. En cambio, en ese escenario no logro ver al amor. Bueno, quizá sí.
Bonito e imaginativo texto. Un beso.
Feliz vuelta!
Que no haya jamás una última ola.
Que suenen los rugidos en su infinitud.
Bello texto.
¿La chica escribirá esa novela de costumbres? Eso espero.
Besos
Ya de regreso y por lo que parece llena de inspiración, cosa excelente para los tiempos que corren.
Hola Mery. Has vuelto. Y has escuchado olas. Yo creo que si ya no hay olas ya no hay mundo, por eso no me extraña que te plantearas esto. De todas formas hija, piensa esto: todo el día escuchando olas tiene que ser un coñazo. ¡Suerte con los nuevos sonidos más...urbanos!
Palabras hermosas como olas que van y vienen...
Mery:
Me comenta un pajarito que te va a plagiar la idea Saramago. El resultado se llamará ensayo sobre la inmovilidad.
Un abrazo.
José Miguel: muy amable tu recibimiento. El parón me hace retomar el blog con pereza (el lado menos positivo de las vacaciones). Un abrazo
Olga: la nocturnidad nos acompaña, no logra quitarnos la costumbre ni el verano ni el otoño que está en puertas. Muy agradecida de tu visita, siempre. Un beso
Javier: me alegra que te guste el texto. Gracias y bienvenido a estas páginas nuevamente.
Miroslav: el mar tiene esas cosas, produce efectos de lo mas variopintos. Un beso
Parsimonia: escribir una novela y que encima sea notoria y de calidad...uff. Me encanta verte por aquí. Un beso
Pe-Jota: la inspiración va y viene. Ya sabes que si no le dá la gana de presentarse, no hay manera.
Un beso y gracias
Deme: pues mira que a veces me gustaría muchísimo mas escuchar las olas que estos frenazos y pitidos de mi calle. Un gusto verte por esta casa, siempre. Un beso
Enrique: el mar tiene un poder tan vivo que estoy segura de que lo entiendes perfectamente, por mucho de tierra adentro que seas.Un beso fuerte, segoviano de mis entretelas
Sombras: tu idea de Saramago no sé si me hace mucha ilusión o poca. Déjame que lo piense un poco...
Un beso
Gracias a todos, siempre
Buen comienzo señorita....de lo que sea novela relato o cuento
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