
Un gran poeta es la menos poética de las criaturas. Oscar Wilde
Con esta referencia inicia Miguel Dalmau su biografía sobre Jaime Gil de Biedma, la mejor que conozco hasta la fecha.
El pasaje que da el punto de partida al autor es de una claridad plástica inigualable: Biedma está visitando la exposición sobre Francis Bacon, en la Fundación Miró, de Barcelona; de pronto ve un gran tríptico en el que los tres paneles no parecen tener relación alguna.
El de la izquierda muestra a un caballero burgués que lleva un periódico bajo el brazo, como si saliera a la calle tras una importante cita de negocios.
El panel central muestra una sábana manchada de sangre cubriendo un escritorio de estudio. La imagen es desoladora, y el poeta siente que todo lo que allí se ha escrito ha sido firmado con sangre.
Finalmente, la escena pintada a la derecha muestra dos figuras copulando febrilmente sobre un camastro; la ferocidad del juego amoroso en lucha de carne contra carne, sugiriendo que mas allá del cuerpo no hay nada......sólo el silencio.
Gil de Biedma acababa de ver, con enorme asombro, su vida entera, al desnudo, en ese tríptico.
También él había sido un respetable burgués de Barcelona, al frente de los negocios familiares en la Compañía de Tabaco de Filipinas. Allí permaneció largas temporadas llevando airosamente su vida profesional y teniendo gloriosos escarceos homosexuales, lejos de la mirada opresora de la alta sociedad catalana.
También él había escrito con sudor y sangre los versos que compartía en tertulias mitad políticas, mitad literarias, con otros compañeros de aficiones, alcohol y desenfrenos: Gil-Albert, Carlos Barral, Castellet, J.J Goytisolo....Escribía a pesar de su padre, a veces en su despacho de la Compañía, mientras firmaba expedientes de importaciones y demás papelajos que sólo le importaban como sustento vital. Escribió y leyó con sangre durante su retiro forzoso en la casona segoviana, mientras se curaba de tuberculosis y otras dolencias.
También él había sentido los desgarros del amor carnal, que lo llevaron a frecuentes enfermedades venéreas (finalmente al SIDA), así como a penosos sufrimientos sentimentales. Alguno de sus amantes, a los que parecía elegir con singular mal acierto, lo maltrató fisicamente. En varias ocasiones desvalijaron su casa tras propinarle una soberana paliza. Él mismo tenía un carácter a veces violento y cruel, quizás motivado por ese ocultamiento al que se vió forzado durante toda su existencia.
Sufrió por su familia e hizo sufrir a su familia. Sufrió , muchísimo, él, aunque lo disfrazara con borracheras, orgías y esporádicas fugas amatorias con el sexo opuesto.
Nunca quiso revelar qué hombre de su entorno había abusado de su cuerpo infantil y tierno. Su carácter flemático y hermético le oprimía el corazón mientras confesaba a uno de sus amantes: " sólo sé que ese cabrón me jodió la vida".