Mi vida no es este cuerpo en un espejo
sino los ríos de veinte siglos, con sus gentes.
Crecen las mañanas y las noches
y nada es diferente a su orígen,
o quizás todo cuanto me rodea
se rompe al nombrarlo.
La vida es un cristal infinito
de una pieza o de siete añicos:
un, dos, tres, hacia el número divino
que suena a canción antigua...
La música, las letras, el color y la sombra,
el deseo, la palabra, el silencio y una duda.
Digo un nombre y el eco devuelve cientos,
las voces de los que antes fueron.
Y es un jardín y un mar
y el faro que no alumbra,
un banco al sol, una campana,
la cigüeña, los vencejos.
Y la vida es beber los vientos a la puerta de tu casa.
9 comentarios:
Somos todo lo anterior. Somos totalmente nuevos. Así es.
Que la semana te traiga buenos vientos!
Gracias Olga y buenas noches, como siempre.
Lo leo una vez y casi me parece una tragedia griega, destino inevitable. Lo leo otra vez y entreveo que jugar con el destino es imposible, del cristal a los añicos un suspiro :-)
El poema no tendrá nombre, pero parece inspirado por el mismísimo Éolo...
Bravo!!
Pet: yo con el destino tengo un juego d etoma y daca: a veces me gana y otras intento ganar yo. Aún no sé quién tendrá todas las cartas en su mano.
Un abrazo
Enrique: tu cultura te hace ver al mismo Parnaso por todas partes. Gracias por ello
Un precioso poema, Mery. Intuyo que la primavera también ha llegado a tu casa, a tu interior.
Gracias por mostrarlo de una forma tan bonita.
Un besito.
Nada en este mundo es producto de generación espontánea, sólo conociendo nuestro pasado podremos enfrentar el futuro.
[Y yo que pensé que ya había hecho un comentario aquí. Qué despiste.]
Unos versos con la fuerza del frágil equilibrio de la vida. Cuando te pones poética, algo se ilumina en ti. Me gusta mucho esta faceta tuya.
Un beso.
Madame, Pe-Jota, Torres, yo también voy con retraso respondiéndoos.
Ya sabéis cuánto aprecio vuestra visita.
Un beso
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