viernes, 21 de marzo de 2008

El Hombre en busca de sentido.........Lámina 20


El ser humano es un misterio para sí mismo. Su cerebro ha evolucionado en los miles y miles de años de existencia sobre la faz de la Tierra, pero aún seguimos sin conocer en profundidad los vericuetos que rigen las Emociones, los Sentimientos, todo aquéllo que lo diferencia del resto del mundo animal y sus instintos primarios.
Un enigma por decubrir sería averiguar qué mueve al Hombre a ser extremadamente cruel con sus congéneres, máxime cuando la relación causa-efecto sorprende por su excesiva disparidad. Sirva como ejemplo el Holocausto Nazi. Si hoy escribo sobre ello es porque ayer ví una película titulada "Los Falsificadores", sobre un grupo de especialistas judíos obligados a trabajar en un campo de concentración al servicio de los nazis, falsificando libras esterlinas, dólares, etc. Si el tema de la tortura y del terror nazi siempre me ha indignado, e interesado, profundamente, no menos me interesa la consecuencia inmediata de ello, es decir, el modo en que un superviviente de esos campos logra continuar medianamente sano de mente el resto de su vida.
Tengo en mis manos un excelente libro titulado "El Hombre en Busca de Sentido", de Viktor Frankl (Editorial Herder). El autor fue precisamente uno de los escasos supervivientes de Auschwitz y Dachau. Frankl era un eminente psiquiatra vienés que ya destacaba en 1940 por sus apasionadas disputas con Freud y Adler al intentar incorporar sus estudios sobre psicoterapia rehumanizada frente al Psicoanálisis. Su concienzudo estudio al respecto estaba en vias de publicación cuando fue confinado en Auschwitz (Frankl había obtenido un visado para emigrar a Estados Unidos y continuar allí con su prometedora carrera, pero él mismo eligió no abandonar a sus padres, octogenarios, a la suerte maldita de los tiempos).
De un campo a otro tuvo que soportar sus propios horrores y la ausencia de noticias sobre su madre y su mujer embarazada. Al padre pudo asisitirlo en su muerte causada por edema pulmonar en el mismo campo, mientras que de la muerte de su madre y esposa se enteraría tras ser liberado, en 1945. Con estas premisas comienza a escribir su obra "Un Psicólogo en un Campo de Concentración", que posteriormente se llamaría "El Hombre en Busca de Sentido" En ella no se aprecia ni una sola gota de resentimiento ni ánimo de venganza, ni mucho menos el tono de masoquismo habitual en este tipo de literatura. Sólo se permite el autor un toque de sencillo sentimentalismo al afirmar: "los prisioneros lo sabíamos muy bien: los mejores de entre nosotros no regresaron de los campos".
En Auschwitz, y en otros campos "menores" reforzó Frankl una de sus mas firmes convicciones: el valor madurativo del sufrimiento aceptado. No es el sufrimiento en sí mismo el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento. En la cabeza científica del autor fragua una preocupación contínua: ¿cómo afectaba el dia a dia en un campo de concentración en la psicología de los prisoneros? Es sorprendente el comportamiento salvaje de los Kapos, presos comunes que colaboraban con los alemanes en las tareas de represión, llegando a ser mucho mas crueles que los propios carceleros. Y la certeza de que allí nadie vivía sin que otro muriera....
Con el compendio de sus experiencias y sus estudios, Frankl crea el concepto de Logoterapia a partir de la palabra griega Logos (sentido, significado o propósito). Según él la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida, en la manera en que el hombre NO lo inventa, sino que lo descubre. La misión del ser humano no es vagar por formulaciones abstractas, sino dar con el sentido de su vida en un momento concreto, por ello uno está dispuesto a aceptar el sufrimiento siempre y cuando ese dolor atesore un sentido. Muchos de los supervivientes encontraban su tabla de salvación cuando, al verse despojados de sus ropas y vestidos con los andrajos de algún prisionero enviando a la cámara de gas, encontraban, en un bolsillo, un papel borroso con la sublime oración judía: Shemá Israel.
Sublime es la lectura de este testimonio ejemplar que nos dejó Viktor Frankl, tanto por su experiencia narrada de primera mano, como por su aplicación posterior a la Psiquiatría Moderna. Nadie como él supo encontrar el sentido a su sufrimiento y, por consiguiente, a su vida.


19 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Voy a poner ese libro de una vez en mi lista. Tantos elogios de tantas personas diferentes deberían ser un buen motivo para haberlo leído ya. El holocausto no es más que una de las caras del mal en nuestra época, pero sin duda la más llamativa. Hay una novela titulada "Las benévolas" que lo trata en profundidad y está levantando, al parecer, una buena polvareda.

Аmanecer dijo...

! Hermosa entrada! Mery,

buscarè este libro, me a interesado el contenido, es un libro que hay que leer, asì como me a encantado tu manera de hacernosla ver.
!Gracias por compartirlo con nosotros!

Besos y muchos màs.

Anónimo dijo...

Gracias Mery por regalar una palabra nueva "logoterapia" que consistiría en el tratamiento a seguir para encontrar el sentido a la vida, tal como indica la etimología.
Tendríamos que hablar entonces también de "logopatía" que sería el estado anímico depresivo por el cual un individuo no llega a encontrar el sentido a la vida.
¡La suerte es que hay logoterapia!
Pero, ¿habrá logopatía crónica y terminal?

Juan Antonio González Romano dijo...

Interesantísima reflexión la que nos traes hoy, Mery. El sentido de la vida. Precisamente acabo de encontrar a un amigo al que no veía hace tiempo, pero la antigua relación nos ha hecho ponernos sublimes en pocos segundos, y hemos acabado hablando del sentido de la vida. Para él (quedó huérfano de padre de muy pequeño, y debió compaginar estudios con trabajo para ayudar a su madre viuda), lo que más valor tiene en esta vida es lo que se hace gratuitamente en ayuda de los demás. Él, que recibió esta ayuda "porque sí" muchas veces en su vida, ahora intenta corresponder. Venía yo para casa dándole vueltas a esto, pensando que, en mínimas dosis, los blogueros nos dedicamos también a dar algo de nosotros con ese don de la gratuidad. Y me encuentro con esta reflexión que, gratis, nos ofreces, y lo ilumina todo. Gracias, pues, una vez más.

Madame X dijo...

Vaya sobrecogedora entrada la tuya, Mery. Sobrecogedora, pero a la vez serena… La leí anoche y, de momento, me quedé pensativa y sin saber muy bien qué contestar. La he vuelto a leer hoy y he tratado de dar con el sentido que le damos a la vida. Y me he dado cuenta de lo poco que reflexionamos sobre eso. Pasamos por la vida preocupados por minucias, por cosas banales y superfluas que creemos necesarias y, sin embargo, no lo son en absoluto… Nos pasamos la vida mirándonos el ombligo sin ver al prójimo, embebidos en nuestros propios conflictos como si fueran los únicos. Y entonces llega alguien, alguien que ha vivido el sufrimiento extremo y te cuenta su desdicha en ese tono, con esas premisas, con esa generosidad, como tu señor Frankl… y te sientes mezquino, profundamente mezquino. Me pregunto cuántos de nosotros sobreviviríamos psicológicamente a Auschwitz, a los incontables Auschwitz que hay por ahí.

Como Juan Antonio, yo también te doy las gracias por ofrecernos esta reflexión, por conducirnos a tan necesaria introspección.

Un beso, niña.

X

Ester dijo...

Mery la respuesta a todas esas preguntas son un secreto del cerebro, sobretodo del cerebro emocional o límbico.Pero el cerebro es aún hoy un enigma.Es el teatro de las emociones. Mira ese interesante video que apenas dura dos minutos
http://www.youtube.com/watch?v=jjaeMvKMJ8k

Ester dijo...
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El Conde de MonteCristo dijo...

De un tiempo a esta parte me he preguntado por qué maduramos cuando sufrimos y no cuando gozamos?

Muy instructiva tu entrada Mery.

saludos,
El Conde

Pedro Jorge dijo...

Tan compleja que es la sincronía entre la mente y el habla...

Me encantó tu lámina, M.

ZenyZero dijo...

Muy interesante y vuelvo a pensar sobre ello, sobre el dolor y el sufrimiento y qué sentido tiene.

Siempre me pregunto porqué los cristianos tenemos a nuestro dios crucificado como símbolo. Clavado en la cruz, con un cilicio y un letrero con una leyenda irónica. Porque sufrió por todos nosotros, para salvarnos. Y no me gusta, esa es la verdad. Creo en dios y en Jesucristo, pero no me gusta verle sufriendo.
Quizá sea un problema mío sicológico, pero yo evito cualquier muestra de sufrimiento, las procesiones espantosas donde la gente se flagela, las películas de nazis y los campos de concentración, etc... no puedo con ello.

Me gusta la figura de Buda. Sentado en paz, sereno. Me transmite armonía y equilibrio. Y prefiero ver a Buda que Jesucristo en la Cruz.

Tengo que ser sincero con esto. Lo siento. No le encuentro sentido al sufrimiento. Si tuviera que hacerlo por un ser querido, lo haría, pero a disgusto.


Un saludo y agradecido por dejarme compartir mi opinión.

Mery dijo...

Bienvenido, Zenyzero. Lo que comentas sobre el sufrimiento, sólo puedo responderte una cosa, y es que forma parte de la vida, como el gozo. No es que tenga sentido, o que nos guste o no, es que existe y no podemos obviarlo.
Lo perverso es regodearse en ello....sin duda. De ahí que recomiende este libro, es la antítesis del masoquismo, como ya he escrito en el post.
Un saludo

ZenyZero dijo...

Gracias!! Lo tendré en cuenta. Y en mi lista.
Un saludo

WALLACE dijo...

No tengo nada que decir, me ha gustado tu relato de hoy...


saludos, mery

Yuria dijo...

Hola:
Vi tu nick en el blog de Ripp.
Interesante post e interesante blog, el tuyo(el de ripp también, jeje, aunque diferente).

Del libro que mencionas ya me habían hablado muy bien.

Nada, saludos, y pasa si lo deseas.

Juan Carlos Garrido dijo...

Jamás entenderemos como funciona nuestra mente, es cibernéticamente imposible, pues para ello se necesitaría una mente de un orden superior.

Cada vez sabemos más sobre agujeros negros y galaxias, así como de quarqs y neutrinos, pero nuestra ignorancia de cómo funciona nuestro razonamiento es la misma que hace cien años, cuando Freud hacía sus aventuradas hipótesis.

Saludos.

Javier dijo...

Soberbia reflexión sobre la necesidad que poseemos de dar contenido y sentido a nuestras vidas, aún más en momentos terribles, momentos de degradación total.
El ser humano, es capaz de la dualidad más impresionante que se conoce, entre lo sublime y lo abyecto, y jamás nos conoceremos lo suficiente como para desentrañar el misterio de como será nuestro comportamiento.

José Luis Rodríguez del Corral dijo...

Me temo que lo Kapos nazis también habían encontrado un sentido a sus vidas, felizmente se les fastidió y no pudieron realizarlo completamente. Los hombres que ordenaron aquellas atrocidades y muchos de los que las cometieron estaban plenamente convencidos de lo que hacían, tenía para ellos todo el sentido. La nación, la ideología, la religión, el fútbol, prestan sentido a la vida, y eso es lo que quiere la mayoría de la gente. Desde luego es admirable la peripecia de Frankl y es muy cierto que el sufrimiento humaniza a unas persona, pero a otras las destruye. Sobre todo a las masas, fue el sufrimiento y la humillación de la primera posguerra lo que enloqueció a Alemania, lo que está enloqueciendo al Islam. La maldad humana no es un misterio, otra cosa es que sea fácil de asumir o controlar. El daño de unos hombres a otros, la guerra, forma parte de nuestra evolución y es coherente con el acontecer de la Naturaleza de la que formamos parte. Somos mamíferos, no ángeles. Ahí está el drama y el horror y la gloria. No he leído más que esta entrada, pero me he resultado interesante, como ves, así que yo también te haré visitas.
Besos

Miguel Ángel Hernández dijo...

Muchas gracias por tu entrada, Mery, y también por tus amables comentarios en mi blog. La verdad es que el sentido es lo único que nos hace seguir caminando en esta vida. Es ésa la única búsqueda que, en el fondo, llevamos a cabo. Buscarle un sentido a la vida. En la felicidad y sobre todo en el dolor.
A partir de ahora, tienes un lector más.
Abrazos,
m

Galder Reguera dijo...

Yo tengo una relación problemática con este libro. Lo leí siendo estudiante, hace ya más de una década. Me entusiasmó, lo recomendé mil veces, me convenció profundamente. Sin embargo, a medida que ha ido pasando el tiempo, su mensaje se me ha ido antojando cada vez más sórdido. Esa afirmación de la posibilidad de encontrar (o elaborar) un sentido a la vida incluso en las condiciones en las que no la tiene, y, lo que es peor, quizá no debería tenerla, se me antoja, cuando menos problemática.
En cuanto al pasaje del Shemá Israel, Jean Amery habla (creo que era en "Más allá de la culpa y la expiación", pero no estoy seguro) de la experiencia del creyente en el campo, de la asunción del lager como parte de un relato histórico dictado por un "plan divino" que no nos compete juzgar. Amery reconoce que por momentos sentía envidia del creyente, pues soportaba mejor las condiciones del campo de concentración, pero que las más de las veces su asunción de aquello se le antojaba que iba en contra de la naturaleza humana. Esta es una de las cosas que más me alejan de Krankl, que a veces da la sensación de que "todo vale" con tal de elaborar un sentido a la vida, y yo no estoy tan seguro. No sé si prefiero la constatación inevitable y demoledora de que en determinadas condiciones la felicidad es imposible (y también, en cierto sentodo, indeseable), o la idea de que debemos ser felices a cualquier precio, incluso dando la espalda a una realidad que ha de ser afrotanda.
En último término, es la eterna pregunta entre el "Sócrates infeliz" y el "cerdo satisfecho". Dar la espalda a la realidad (no solo a nuestra realidad, sino al sufrimiento ajeno) con el objetivo de ser felices es una postura comprensible, pero, ¿tenemos derecho a hacerlo?
En fin, siento la parrafada, pero es que el tema me fascina.
Un abrazo y felicidades por el blog.