domingo, 6 de abril de 2008

Cuestión de entereza


Hay gente que asume su drama personal con absoluta generosidad para con los demás, entendiendo, o creyendo, que a sí mismo, y sólo a sí mismo, concierne capear el temporal que azota su barca. Unos asumen el naufragio inevitable con absoluta dignidad. Otros nadan a brazo partido esperanzados de encontrar una orilla, aunque sea en país lejano; da igual que en el intento perezcan o se salven.

Hay gente que decide compartir parte de ese drama con los mas allegados, en su justa medida, bien por aligerar el alma descargando peso por la borda, sin mas, bien por encontrar en la palabra amiga una ruta que figura borrosa en su carta de navegación. Una vez han soltado lastre, o hallado el nuevo rumbo, retoman el timón de su nave y navegan, serenos, en busca de su destino.

Hay gente que no sufre naufragios, sino pequeños embates de olas medianamente bravas, y hacen de su travesía pura agonía vital, para sí y para quien les rodea. Y su lento discurrir por el océano se convierte en una pesada carga que arrastran penosamente hasta la Eternidad.

13 comentarios:

El Conde de MonteCristo dijo...

Hay verdaderos quejicas profesionales. No sé quién fue pero decía que los que más se quejan son los que menos sufren.

saludos,
El Conde

enrique dijo...

La dignidad me parece algo absolutamente humano.
Y tan escaso...

WALLACE dijo...

hola mery, yo creo que sobre este tema cualquier opción que tome el afectado es muy respetable en función de su entereza y fuerza mental.
Yo por ejemplo, cuando tengo algún problema, suelo echar mano de quien me puede dar un consejo, al margen del resultado de tal consejo.
Pero por otra parte si alguien decida no compartir sus problemas y los quiere asumir y tragarselos para sí mismo, pues bueno....

Javier dijo...

Lo malo es que los que realmente necesitan ayuda, aquellos que viven naufragios reales los viven con dignidad, y a los únicos que se oye es al quejica profesional, mártir de un mundo que no le comprende, aunque bien visto al cabo de dos minutos sabes que no hay nada que comprender.

Capri c'est fini dijo...

No soporto a los que se quejan, viendo las desgracias al otro lado de la calle. La vida en sí suele ser un temporal y todos, todos con la mar más o menos encrespada tenemos que aguantar de pie en cáscaras de nueces. Bonita metáfora.

Madame X dijo...

Qué difícil es mantener la dignidad y la entereza en los naufragios, por eso, quienes lo logran son tan admirables.

Y a los que se ahogan en un vaso de agua, les mandaba a alguna misión humanitaria de los tantos lugares donde el sufrimiento es el pan nuestra de cada día... para que tengan algo verdadero de qué quejarse.

Y para las marejadillas, no hay nada como apoltronarte con una buena amiga al rededor de un té humeante y una bandeja de pastas de chocolate (necesariamente han de ser de chocolate) y llorar y reír a partes iguales.

Un beso.

X

Juan Antonio González Romano dijo...

La queja siempre acarrea descrédito. La integridad ante las adversidades, admiración.
O, dicho de modo más cotidiano, ¿para qué nos vamos a quejar, si vamos a cobrar lo mismo?
Preciosa reflexión, Mery. Besos.

Mery dijo...

Efectivamente, hay que respetar esos actos que nacen del carácter innato de cada persona. Pero de todo se aprende, y mas de quien demuestra enterza y dignidad a lo largo de su vida; al menos hay que intentarlo.
Un abrazo a todos.

Galder Reguera dijo...

No creo que sufrir en silencio sea un acto de entereza ni dignidad, sino más bien de incomunicación. Hay una diferencia entre los llorones profesionales y las personas a las que no se les caen los anillos por mostrar que no todo en su vida es sol y buen tiempo. Vivimos en el mundo de la apariencia-para-bien. Nadie censura a otros por alegrarse de la vida, pero tendemos a desacreditar a los que expresan lo contrario.
Yo creo que es un síntoma de lucidez el darse cuenta de que todos los que están a nuestro alrededor sufren, y sufren mucho. Escucharles, antenderles y darles una palmada en la espalda es lo menos que podemos hacer. Para proveernos de sonrisas gratuitas ya tenemos la televisión.

Mery dijo...

Si, Galder, yo soy la primera que reivindico el derecho a mostrar la parte de dolor que la vida lleva en sí, por ejemplo, el duelo (ahora casi eliminado por completo).
El dolor y el placer son cara y cruz de nuestra existencia, por tanto, irrefutables y válidos.
Mi comparación en los tres casos busca resaltar dos extremos: el que calla absolutamente su drama, frente al que airea pequeñeces y arrastra al pozo a quien se le pone por delante.
Quizá la dignidad o la entereza estén mas del lado intermedio, que muestra su humanidad apoyándose y buscando ánimo. Por no hablar de la dignidad del que apoya y escucha. Eso nos hace humanos y nos acerca a nuestra esencia.
Creo que con esto se me habrá entendido, por no extenderme en mi respuesta.
Gracias por tu comentario y un abrazo.

Juan Carlos Garrido dijo...

Se te olvidó incluir a los ciclotímicos, categoría que engloba a todos los escritores desconocidos, y que un día nos levantamos merendándonos el mundo crudo y sin patatas y el siguiente se nos atraganta la miga más ínfima.

En cualquier caso, interesante reflexión.

saludos.

Ester dijo...

Epicteto:Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones que de ellas se hacen.

Mery dijo...

Añado una máxima de Pitágoras: Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela.

Sombras, muy generoso en tu comentario. Espero que de ciclotímico no pase uno a paranoico.Encantada de tenerte por aquí, ya lo sabes.

Bolero:Muy instuctivo tu comentario sobre el estoico griego. Buen comienzo para incitarnos a leerlo.