Como viene sucediendo todos los dias, hoy también he encontrado un motivo -entre otros - para recordar a mi padre. Este lo he desencadenado un pequeño ser de la naturaleza al que tengo un tierno cariño desde los remotos años de mi niñez: un grillo.
De pequeña, cuando llegaba el verano, solía pasear con mi padre por un campo cercano a casa, con el único objetivo de buscar grillos entre las hierbas. Mi padre sabía que a sus hijas nos gustaba su canto tanto como a él, así que aquella aventura se convirtió en costumbre estival, lo mismo que comer helados o comprar horchata.
Cogida de su mano veía cómo localizaba el agujerillo que les servía de guarida (mira, mira, aquí seguro que hay uno) y cómo metía ligeramente una brizna de hierba seca, cosquillenado la entrada. A los pocos segundos un grillo negro y dorado se dejaba ver, y mi padre lo cogía con cuidado para llevarlo a casa. Ambos volvíamos entonces, victoriosos, supongo que yo mas que él, como si la hazaña hubiese sido mía por haberlo acompañado. Traspasaba con pies ligeros la puerta y anunciaba a los cuatro vientos que estábamos de vuelta, con hierbajos en mis bolsillos para esa primera cena del invitado. Compramos en una ocasión una jaula de madera y palillos dorados, muy pequeña, ¿qué habrá sido de ella?, y cada verano, invariablemente, un nuevo grillo ( a veces dos) cantaba su serenata nocturna colgado en la ventana de la cocina. Aquéllo nos hacía muy felices.
Esta tarde, paseando por campos castellanos , he visto un bichillo regordete correr presuroso a su morada. No lo he dudado: me he agachado a hurgar en su puerta con la punta de un junco y el milagro se ha producido de nuevo. Con cierta parsimonia, como cruza un señor el umbral de su castillo, ha acudido a mi llamada y, majestuoso, pareció que preguntaba :
- Vos ¿qué me queréis?
- Nada, sólo miraros
Y como viera que nada malo ocurría, ha girado sobre sus pasos y ha desaparecido en la oscuridad de su hogar, mientras yo lo despedía con una sonrisa complacida.
No ha llegado a ver, sin embargo, que mis ojos le decían adios nublados de añoranzas.
18 comentarios:
Un delicado y precioso recuerdo.
Es curioso como a veces el recuerdo de nuestros seres más queridos va unido a pequeños detalles, cosas sin importancia que nos activan los más bellos recuerdos.
Si un sonido (o un olor, o un vientecillo fresco) te hacen volver a tus recuerdos de infancia, bendita seas, porque has aprendido las lecciones de la vida y la gratitud de las enseñanzas.
Otra forma de vivir el presente amiga Mery, es aderezarlo con trocitos del pasado. Bonito recuerdo.
Saludos.
Creo que ha todos nos ha pasado algo parecido. Parece como si hubiera un cierto panteísmo: nuestros padres, nuestros recuerdos, nuestras vivencias estuvieran dispersas por los todo el mundo. Ver el mundo es una forma de reconocernos a nosotros mismos. Muy bonito.
La nostalgia de la nostalgia, de la que hablaba Marañón. Y nada mejor para la nostalgia que los campos castellanos, la tierra absoluta, y un hermoso recuerdo dando la mano a tu padre.
EHHHHH, YO TB IBA CON MI PADRE A BUSCAR GRILLOS.
ME ENCANTA EL CRI CRI, POR LA NOCHE, ME RELAJA.
CON RESPECTO A LO DEL "RUSCUS", CASI QUE MIRALO EN EL VADEMECUM JAJAJAJAJAJAJA
BESOSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Este bello texto hace honor a ese bello recuerdo. Esa es tu suerte: poder recordarlo. Saludos.
Mery, tu entrada es una maravillosa invitación al asombro. Un saludo
El grillo, las lilas, el cálido amparo de su mano sosteniendo la tuya... todos estos retazos de añoranza también son una forma de mantener junto a ti a tu amado padre. De mantenerle vivo en tu cotidianidad.
Es delicioso leerte, Mery. Tu delicado y preciso estilo narrativo, la honradez, la ternura... la belleza derramada de la forma más sencilla... Me conmueves siempre.
Con admiración, un beso.
X
Muy bello, Mery. Me gusta el detalle del intercambio de palabras con el recuerdo -el grillo-. Quizá no has sido del todo consecuente: al recuerdo, que te pregunta "Vos ¿qué me queréis?" tendrías que haber respondido "Todo. Recuperaros".
Cada uno tiene sus recuerdos y sus excusas para rememorarlos. Hace poco, un cruel pero interesante documental sobre los mecanismos de la memoría me contó que además, muchos de nuestros recuerdos más reales son literalmente inventados. Que cosas...
Yo también tuve una jaula (en este caso en un camióncito) y mi grillo al que alimentaba con tomate. Lo curioso es que a mi me daban terror los grillos pero lo disimulaba para que los amigos del barrio no se aprovecharan de mi miedo y me echaran grillos dentro de la ropa.
Un beso.
Me ha resultado entrañable, esos recuerdos de tu padre.
Mery: me encantó volver a verte por mi blog (pensaba que me habías olvidado, jaja).
y, con tu permiso pongo un link hacia acá ...?)
“Don Homobono y los grillos”: así, se llama el cuento de Cela.
Un beso. A.A
Tengo que agradeceros a TODOS vuestros comentarios; unos porque me habéis dado reseñas de otros grillos (Rafael y anónimo A.A.)
Galder, tu sugerencia sobre el diálogo alternativo me parece correctísima.
Tito,espero que ese recuerdo mio no sea inventado, me llevaría un disgusto serio.
Pe-Jota, Deme, Víctor,Enrique, Mami, Antonio, Rafael, Madame, Yuria, Miradmealmenos....a todos un beso y gracias porque....porque SI.
Boníta metáfora la del grillo: algo que está enterrado y, a poco que le hagas consquillas, sale y se pone a cantar.
Saludos.
Llego tarde, pero me sumo a la admiración por el relato. Bravo, Mery.
Qué hermosa entrada. Ya sabes que estos temas familiares, de evocaciones y nostalgias, me encantan. El final es magnífico, Mery. Fuerte abrazo.
Juan Carlos, Octavio, Juan Antonio, nunca es tarde para recibiros por aquí. Un gusto que os guste mi entrada; en el fondo es lo que se persigue, además del placer de escribir y recordar.
Un abrazo
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