domingo, 28 de diciembre de 2008
martes, 23 de diciembre de 2008
Yo quiero ser una niña de San Ildefonso

miércoles, 17 de diciembre de 2008
Un rapto de melancolía

domingo, 14 de diciembre de 2008
jueves, 11 de diciembre de 2008
Comercios sorprendentes ( I )
jueves, 4 de diciembre de 2008
Pura Salceda

Anoche asistí a la presentación del nuevo poemario de Pura Salceda que lleva por título M@res online.
Lo prologa Luis Alberto de Cuenca y allí nos ofreció en palabras el porqué de su adhesión al don de la palabra de Pura. Creo que todos los allí presentes, público y ponentes, entendimos en cofradía que lo que mas admiramos de Pura es su estética del y para el amor. Un amor que no empalaga, maduro en desconsuelos y cercanías. Como muestra dejo aquí sus versos:
Llévate mis uñas,
mis fauces,
mis dientes.
Llévate la furia de los días,
la silueta de mis soledades.
Te cedo todo mi pasado,
todos los besos que fueron sólo míos,
todas las rutinas que tu nunca viste.
Renuncio a mirar atrás.
No existe ya
un solo pensamiento que me aparte de tu boca.
Lejos quedan
las manos atrapando imposibles olas,
las horas inciertas habitando esperas.
Es tiempo ya
de saborear nuestra patria perdida,
y de jugar
con todas las cartas y el amor sobre la mesa.
Pura tiene, además, un blog repleto de su obra y sus entrañas. http://sintagmainblue.blogspot.com/
lunes, 1 de diciembre de 2008
El peso de las cosas (segunda parte)

Si el último dia concluí , por las palabras de Don Andrés Ibáñez, que no me merecía la pena ponerme a régimen, esta noche seré fiel a su columna íntegra y dejaré escritas sus otras meditaciones, ya que mis propias meditaciones no dejaron hueco para ello.
Ya se sabe que cada cual arrima el ascua a su fuego, y a mí cualquier cosita me convence de que es bueno meterme entre pecho y espalda un bocadillo de esto y un postre de lo otro.
Pero vayamos al señor Ibáñez, que si no quién sabe de lo que acabaría yo hablándoles a ustedes.
" Amor y abrigo. Sucede lo mismo con los libros. Nos agradan los libros pesados, que adivinamos llenos de zumos, savias, sustancias y materias y nos desagradan profundamente, incluso con un estertor de asco, esos volúmenes que parecen construídos de plumón o de polvo, y que al levantarlos en la mano parecen, literalmente, vacíos. Las cosas pesadas tienen amor, las cosas pesadas alimentan.
¿Qué es el peso, qué es la gravedad más que un deseo de descender, de ser humilde, de bajar hasta el suelo, de inclinarse? La superficie del planeta es una gigantesca esfera de cosas que pesan y se quedan pegadas a sus contornos, rocas, glaciares, elefantes, los muebles de mi casa, la lámpara de mi mesa. La fuerza de la gravedad es el deseo de las cosas de encontrarse unas a otras. Todas las cosas de la Tierra desean caer y caer y seguir cayendo hasta alcanzar el centro de la Tierra para unirse todas entre sí. Fuerza de la gravedad, llamada del centro, fuerza que irradia desde el corazón. Las cosas que pesan tienen corazón y buscan por eso el corazón del centro del mundo ".
Yo no sé ustedes, pero tengo la sensación de que este hombre ha escrito su columna del ABC sólo-sólo-sólo para mis ojos. Andrés, querido, he captado tu mensaje.
jueves, 27 de noviembre de 2008
El peso de las cosas (primera parte)

"...pero lo mas importante es el peso. Cuando elijo una manzana, siempre cojo la mas pesada. Si pesa, sé que tiene carne, sustancia, vida. Las cosas ligeras han empezado a evaporarse, a desvanecer.
Las cosas pesadas tienen amor, abrigan, alimentan ¿Qué puede ofrecernos algo que no pesa nada? Todas las cosas de la vida son densas. Llamamos corazón a la parte mas densa de una cosa; llamamos corazón a aquello que es mas duro, no por inflexible, sino porque ha establecido en la entraña misma de la materia una resistencia y una decisión de durar.
Amo las cosas pequeñas y pesadas. El peso de la manzana todavía ligeramente verde. El peso de la cabecita sudorosa de un niño. El peso cálido de una taza de té. El peso del pecho de una mujer. Las cosas pesadas están llenas de vida y de promesa. Esta sensación, esta cálida sensación de felicidad encerrada y de íntima densidad que se despliega..."
Mañana continuaré con la dulce disertación del señor Ibáñez. La completaré para que su integridad sea fiel a sus intenciones. Hoy sólo transcribo estas breves frases porque, qué caramba, con estas palabras suyas de hoy no me queda mas remedio que plantearme si merece la pena que yo me ponga a régimen.
domingo, 23 de noviembre de 2008
Palabras de otra época

martes, 18 de noviembre de 2008
Algunas confusiones etílicas

viernes, 7 de noviembre de 2008
Y ahora me toca a mí

viernes, 31 de octubre de 2008
Las invasiones

jueves, 23 de octubre de 2008
Pigritia, paresse, laziness, pigrizia...o sea, pereza

sábado, 18 de octubre de 2008
Emily Dickinson, un euro y medio

Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-
que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad
esto -si lo dudas- querido-
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario
POEMA 739
Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos
-como los náufragos- creen que ven la tierra-
en el centro del mar-
y luchan más débilmente -
sólo para probar
tan deshauciadamente como yo
-cuántas ficticias costas-
antes del puerto hay-
jueves, 16 de octubre de 2008
En la Tierra como en el Cielo

domingo, 12 de octubre de 2008
Serendipia

domingo, 5 de octubre de 2008
Esas horas sagradas

miércoles, 1 de octubre de 2008

domingo, 28 de septiembre de 2008
Un soneto me manda hacer Violante

miércoles, 24 de septiembre de 2008
Tres funerales y una boda

sábado, 20 de septiembre de 2008
Memorias, confesiones, autobiografía, diarios ( II )

Decíamos ayer...
que es difícil interceptar los circuitos neuronales del escritor que decide publicar su vida. No olvidemos que publicar es "hacer público algo".
Nada sabemos de sus intenciones primigenias y mucho menos de la evolución de la pluma sobre el papel, si tenemos en cuenta que rara es la ocasión en que uno acaba escribiendo finalmente lo que deseaba en el momento de concebir la idea. ¿Cuántos autores se han quejado de la voluntad propia que va adquiriendo su texto, sorprendidos del caprichoso devenir del desenlace?
Supongamos entonces un esfuerzo sobrehumano en aquéllos que han decidido, libremente, sacar a la luz sus trasuntos, un rebuscar en sí mismos y en los otros, en constante ejercicio de desecho y asombro, de dulces fresas y amargos pomelos, de aquí me callo, aquí corro un tupido velo.
El cómo quiera llamarle cada uno a este su jardín albortado, dejémoslo a su antojo. Nada importa a quien lo lee. En todo caso yo les agradezco esas frasecillas en segunda línea con que decoran la aridez del título: Una vida presente. Memorias (J.Marías) . Confieso que he vivido. Memorias (P.Neruda)Poesía y Verdad (Goethe), entre otros.
Hoy me quedo con las sabias palabras del filósofo Julián Marías:
"Hoy, 14 de julio de 1988, me decido a volverme sobre mi vida e intentar contarla y expresarla; es decir, revivirla./.../ He recordado muchas veces lo que Ortega dijo acerca del deber de comunicar la sabiduría sobre la vida concreta, la ciencia vital por excelencia; es poco generoso, decía, no devolver esa vida a la vida./.../ Escribir unas memorias es increiblemente difícil. En primer lugar ¿cuándo empezar? Siempre parece demasiado pronto. Pero si se aplaza demasiado, llega la muerte y se frustra el deseo./.../ Al hablar de uno mismo hay que hablar de otras personas, y es dudosa la licitud de ello; pero es necesario /.../ Y en cuanto a la memoria, es evidente que es selectiva, que se nutre del olvido. ¿qué se recuerda, qué parece digno de recordarse, es decir, memorable?
Cuando el hombre maduro o viejo se vuelve sobre su vida pasada e intenta contarla, es inevitable que lo haga desde su perspectiva actual; pero esto, claro es, falsea la realidad. Es menester evocar el pasado reconstruyendo, no ya la circunstancia en que aconteció, sino sobre todo el yo, el quién lo hizo. Si no se consigue, todo se convierte en una falsificación...Esto quiere decir que se trata de una empresa casi desesperada; pero el que hago sea imposible no quiere decir que no sea necesario. Reconstruir la propia vida puede ser necesario para acabar de poseerla, acaso, en cierto momento, para poder seguir viviéndola".
/.../
Feliz fin de semana a todos.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Memorias, confesiones, autobiografía, diarios ( I )

Doy tal afirmación por cierta en mi caso tras haber constatado cuánto tiempo llevo sin prestarle atención a ningún poeta, mientras que hace meses todo era un trajín de husmear entre Claudio Rodríguez y Pablo García Baena, por mostrar un ejemplo. En la actualidad, es decir, de año y medio a esta parte, mi querencia natural se decanta por los diarios, confesiones, memorias o como quieran llamarle cada uno a su propia vida, y así voy de Pessoa a Julián Marías, pasando por Goethe, Vila-Matas, Benjamin Constant y alguno mas que lamento dejar en el olvido en este lapsus mental matutino.
Andrés Trapiello en su última entrega de "El salón de los pasos perdidos"dedica un par de páginas a desentreñar los vericuetos psicológicos que diferencian a las memorias de la autobiografía. Según él, el que escribe sus memorias piensa que su vida es memorable, lo que conlleva un concepto de sí mismo pomposo y egocéntrico. Todo en ellas gira en torno a él: el mundo que le rodea, las personas que aparecen y, de alguna manera, es un libro que ya esá escrito de antemano, puesto que el autor sólo escribirá aquéllo digno de mención según su criterio. Lo que no considere de su agrado es muy probable que no deje rastro entre esas páginas. El memorando entreteje con sus palabras una serie de justificaciones de por qué hizo esto o dejó de hacer lo otro y así va dirigiendo el criterio del lector. Trapiello concluye que las memorias suelen ser un invencible tostón plagado de empachos autocomplacientes en la mayoría de los casos.
En la autobiografía no hay, en cambio, un protagonista único y estelar. La obra se va desarrollando a tenor de unos hechos y de otras personas que participan en la vida de uno, de modo que esa exposición conforma una obra coral que va desarrollándose por sí misma, y casi nunca pretende justificarse ni imponer su criterio: tales hechos han ocurrido, tales personas han participado en ellos, esta es, a fin de cuentas, mi vida hasta hoy.
El lector adopta una función muy dispar ante ambas y lo hace inconsciente de ello: en las memorias puede creer o no lo que ha leído, pues su carácter intimista le hace sospechar que haya tergiversaciones, omisiones, autocomplacencias. ¿Cuánto hay de verdad en lo que estamos leyendo y cuánto de autoengaño ? No le queda otra que juzgar, por esta causa, al autor de las mismas.
En las autobiografías los datos se avienen a los hechos y dejan poca cabida a la duda, por cuanto la intervención de otros hace mas improbable la manipulación continuada. Lo que aquí se presenta es la vida desde sus múltiples visiones, como las caras de un poliedro. El lector no encuentra motivos para juzgar al autor, sino a la vida.
No obstante ¿quién es capaz de juzgar una vida? preguntaría yo, Mery, a cada lector de memorias, biografías o confesiones.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Trampantojo

viernes, 5 de septiembre de 2008
Es ya tarde

domingo, 24 de agosto de 2008
Ermitaña en el campo


jueves, 24 de julio de 2008
domingo, 20 de julio de 2008
Saint-Saëns, lavanda y reencuentros


Con diferencia, hacía tiempo que no había tenido en mi vida una semana tan intensa; intensa en sensaciones y sentimientos, nadie piense que anduve con mis huesos zascandileando.
jueves, 10 de julio de 2008
J.J.Rousseau. Confesiones

lunes, 7 de julio de 2008
Las tres Conchas

La mayor, a la que llamamos Conchita para distinguirlas, goza de buena salud pese a rozar los 90 años. Tiene una memoria que mas la quisiera yo : "en el año 52 me cambiaron la chimenea y me costó 16.000 ptas". A veces llama para decir que no viene porque está malísima y nosotras sabemos que se ha dado un pequeño homenaje entre tanta pastilla, que ha comido pasteles a destajo, y que tiene un cólico. Mañana ya estará estupenda de nuevo, aunque ella se quejará de que con estos cambios de tiempo los cuerpos están fatal.
Con este elenco femenino, variado y, sin embargo tan compacto, he descubierto cómo hacer feliz a mi madre cuando la noto mustia o aburrida de oirnos hablar de nuestras cosas de hijas, que ya le son bastante ajenas. No tengo mas que preguntarle : "mamá ¿qué sabes hoy de tus Conchas? " Y con ello tenemos monólogo para rato.
miércoles, 2 de julio de 2008
Shalom
No quiero extenderme en detalles cansinos de estos dias pasados en Tierra Santa, pero sí contar algo singular entre las singularidades que ofrece ese país. En el Muro de las Lamentaciones hay situadas tres cámaras que transmiten en directo, 24 horas al dia, imágenes de la plaza en una página de internet:
lunes, 23 de junio de 2008
יְרוּשָׁלַיִם Jerusalén
sábado, 21 de junio de 2008
Ya llegó

jueves, 19 de junio de 2008
Ciertos críticos

El autor ha tomado ese verso de un poema de Borges, titulado "Nostalgia del presente", en el que Borges sueña estar en Islandia con su amada, cuando realmente está allí y con ella.
Esta referencia ya me podría emocionar lo suficiente como para correr a buscar el libro y traerlo a casa. Pero sigo leyendo la nota del periódico y, como una catarata del deshielo, me sepultan estas palabras:
"....blablablá..., cuya causticidad y sublimación estoica de la experiencia es un adecuado pórtico al escepticismo, aún con ironía posmoderna, planteado por Ezquerra.
Firmado: Antonio Puente"
( !!!!!!!!!!!) Por Dios, esto debería estar prohibido.
¿Piensa, acaso, un crítico, que cuanto mas intrincado, oscuro e ininteligiblemente nos hable, en mayor estima vamos a aceptar su criterio?
Desde que esta lindeza de parrafada me ha entrado por los ojos se me han quitado las ganas de leer los poemas del señor Ezquerra. Lo siento, señor Ezquerra.
lunes, 16 de junio de 2008
Angeles caídos

viernes, 13 de junio de 2008
Algo tan impersonal

Cada trayecto es aparentemente igual al anterior, pero no, cada trayecto es un mundo.
Como no suelo llevar libro que me entretenga ni ipod pegado al oído, distraigo mi atención observando a los viajeros que comparten vagón con una servidora. Esta mañana ha habido variedad de situaciones. Serían las 11,30 h mas o menos cuando subí en mi estación de siempre; en principio poca gente, casi todos en silencio, salvo un grupo de estudiantes muy alborotados y sentados por los suelos, en esa molesta costumbre que han tomado en los últimos tiempos, entorpeciendo el acceso a los que entraban y salían en cada parada.
A mitad de camino entró una señora en traje de chaqueta rojo, tacones altos, y unos 70 años a su espalda. Un caballero, porque era un caballero, que la vió entrar, quiso dejarle su asiento y le hizo señas repetidas veces, pero ella se hacía la loca y negaba con la cabeza sin mirarlo, en una actitud extraña, hasta que se volvió hecha un basilisco y le gritó que la dejara en paz. Los que presenciamos la escena nos quedamos estupefactos, y el buen hombre le respondió: es usted una maleducada. Ella, en cambio, continuó de cara a la pared, tal parecía que estuviera rumiando su propia mala leche.
Fuí posando la mirada aquí y allá. Frente a mí sentada, una chica muy guapa, con ese tipo de belleza que no necesita artificios, ni una sombra en los párpados, ni asomo de colorete, tampoco brillo de labios. Una tez dorada y limpia de por sí, los ojos color miel y pestañas largas. ¿ Qué mas necesitaba ? A riesgo de parecer lesbiana no podía dejar de mirarla, y envidiarla, para ser sincera. Ella íba enfrascada en sus pensamientos y no me prestaba atención, de modo que me facilitaba el escrutinio de sus rasgos y gracias mil.
Entre envidia y envidia, mis ojos, que sí necesitan adorno extra, recaían en la cantidad de extranjeros que habían ocupado el vagón, muchos de ellos con sus retoños. Qué diferentes son estos pequeñuelos de los nacionales: si uno se fija bien, casi nunca lloran, molestan muy poco a sus padres, hacen monerías a los que los miramos, pero quedamente. Igualitos que "los nuestros", siempre inconformes y enrabietados porque tienen sed, están cansados, o por lo que sea.
A mi derecha, dos chicos oyendo música a tal volumen que los demás nos íbamos enterando de sus estridencias como si compartiéramos auriculares. No fuí capaz de distinguir qué era aquéllo que sonaba; sin duda los tantanes de la selva guardan mas cadencia y ritmo.
Al lado de la belleza natural, por tanto, frente a mí, un treintañero sin otra ocupación que observarlo todo, como yo. De vez en cuando nuestros ojos se encontraban, y nos entraba una especie de rubor adolescente; más intentábamos evitarnos, más nos mirábamos, más azorados nos sentíamos, en una ecuación creciente e insoluble.
Por fin llegó mi destino: estación de Bilbao. Cuando fuí a levantarme no tuve otra ocurrencia que agarrarme, por error de similitud, a una especie de barra de cartón grisáceo que llevaba en la mano un señor situado junto a la puerta. Le metí un susto al pobre, de espaldas como estaba a mí, y yo tuve tal sensación de ridículo, que tras disculparme torpe y absurda, no nos quedó mas remedio que reirnos ambos con verdaderas ganas. Al menos me llamó bonita ( no te preocupes, bonita....) y, gracias a esa simpleza, salí tan contenta cuando se abrieran las puertas.
A la chica guapa-sin-artificios nadie le llamó bonita en todo el trayecto ¡ja!
Hay que ver - me íba diciendo mientras subía andando por las escaleras mecánicas - cuántas personas hemos convivido en ese reducido espacio y, sin embargo, no hay nada tan impersonal como un vagón de metro.
lunes, 9 de junio de 2008
Página 158
El sábado fui testigo, víctima o convidada, llamémosle como se quiera, de una de ellas. Como había amanecido un sol radiante, y tras haber solventado algunos asuntos domésticos, decidí asomar a la calle con mi libro de estos dias, y sentarme a tomar un aperitivo en la terraza de una cafetería cercana a casa. Un hábito muy grato que he ído adquiriendo en mis momentos de preciada, por escasa, soledad.
Para preparar mi nido adecuadamente, robé media sombra de la mesa que estaba a mi espalda, ocupada por un par de señores de mediana edad que hablaban escuetamente con sus respectivos periódicos en la mano. Pedí a la camarera vestida de fräulein alemana un bitter Kas, "o la marca que tengan, no importa", coloqué el móvil a distancia prudencial, ajusté las gafas de sol, y me bebí unas treinta páginas de La Manía, a sorbos tan acompasados con el bitter que parecía que la batuta experta de sir Colin Davis se hubiera sentado también a la mesa para armonizar letras y placeres.
Me hallaba en ese punto del diario en que el autor, Andrés Trapiello, visita la casa de Cuatro Caminos que sirvió de sede de la Falange en la posguerra española. Se está documentando a conciencia sobre los famosos asesinatos de 1945, donde un grupillo de matones a sueldo, comandados por el Partido Comunista, cometieron la "heroica hazaña" de liquidar al pobre bedel del edificio y a un personajillo de poca enjundia dentro de Falange. El escritor encuentra ahora la casa habitada por un artesano y su mujer que, afablemente, pasean con el recién llegado por las estancias que aún conservan la disposición antigua. Le explican que la Falange les había conminado a no tocar el sótano bajo ningún pretexto y sin explicación alguna. Secreto de posguerra, evidentemente, como evidente se hizo la presencia de unos cuantos huesos varios años después, restos de algún desgraciado, víctima de la "checa del terror azul que se implantó en Madrid tras el terror rojo"- cito textualmente-. Muy penoso todo, teniendo en cuenta que estos hechos ocurrieron poco mas de medio siglo atrás. A la vuelta de la esquina.
Avanzaba yo hacia el final de la escena, leyendo al apesarado Trapiello mientras salía del triste e invernal jardincillo de la calle Avila. Mis movimientos eran lentos cuando acerqué la mano izquierda al vaso y no sé cómo, pues no recuerdo torpeza alguna en mis dedos, dejé caer gran parte del bitter sobre las hojas abiertas del libro. La página 158, y las anteriores, quedaron manchadas de un rojo vivo, pese a las servilletas que empaparon presurosas gran parte de semejante sacrilegio.
Como si la sangre allí vertida de uno y otro bando viniera a recordarme que todos fueron víctimas, pero también verdugos.
sábado, 7 de junio de 2008
Puestos a decorar
miércoles, 4 de junio de 2008
Feria de barrio

Acabo de llegar de una feria de barrio, de mi antiguo barrio, para mas señas. He estado visitando a mi madre y de regreso, me han propuesto una paradita como quien no quiere la cosa, tal que sólo por echar un vistazo.
Antes, este batiburrillo de barracas y feriantes se colocaban en una ladera en tierra de nadie. De pronto, esa tierra bastarda tuvo por novios ciertos especuladores con renombre y posibles, y fue ocupada por viviendas y jardincillos a la moda, en pleno apogeo inmobiliario de los años 90. La feria se desplazó, por fuerza, al altiplano de un parque mejor diseñado, con anfiteatro y todo, con actuaciones de la Pantoja y todo.
Poco tiene que ver con el anárquico festejo de mi adolescencia, donde la noria destartalada ha sido sustituída por una especie de jaulas que giran como las agujas de un reloj a velocidades poco recomendables. Tampoco he visto "La Ola" ni "El Gusano", bicharracos de poca monta que me descomponían el estómago igualito que la mejor de las montañas rusas.
Y de las gentes, no hablemos. Esta tarde he oído hablar con equiscientos acentos a cada padre que amonestaba a su Willifredi o a su Liliana: ándele y jale a su hermana chiquita, no mas no ve que anda achicopalada...
Mis compañeros de noria de entonces, como mucho, tenían acento andalúz, y eran los menos. Unos eran rubios, otros morenos, incluso pelirrojos. Hoy había casi unanimidad en la tez y el color de pelo.
Algo no ha variado, como debe ser, en el antes y el ahora: la alegría desbordante de las gentes; los mayores viendo el brillo en los ojos de sus pequeños, los pequeños viendo cómo los padres, por un dia, sacan los euros de sus bolsillos sin refunfuñar, y hasta comparten perritos calientes y enormes piruletas de caramelo rojo.
Todo esto pensaba al tiempo que me comía, con un hambre canina, medio bocadillo de panceta (qué fina yo) y algodón dulce rosa (qué empalago mas grande). Tampoco ha variado mucho el pelaje del tipo que atendía los pedidos: una especie de Falconetti-ex-convicto, que, a modo de lenguaje, utilizaba una amplia variedad de gruñidos mientras un palillo bailaba de un lado a otro de su boca. Cuando nos íbamos, una media hora después, he querido pasar a propósito por el chiringuito de mis entretelas : como me imaginaba, el palillo seguía en su sitio.
De algún modo, me he dicho, todo sigue en su sitio. Felizmente.
lunes, 2 de junio de 2008
Cojonudo (con perdón)

1.- Hace unos dias nos sentamos R y yo en una terraza con idea de tomar una cervecita mañanera. Pasaban los minutos y nadie salía a atendernos ni a nosotros ni a las pocas mesas que se íban ocupando alrededor. Sabe Dios cuándo aparece una camarera con el morro torcido y nos dice que en esa cafetería no hay servicio de terraza y que entráramos a pedir en la barra. ¿Para qué ponen terraza si no la atienden debidamente? me pregunto yo, R se mosquea y dice que nos vayamos , pero yo tenía que entrar al baño con urgencia y de paso...
El espectáculo era digno de montar en cólera y liarse a romper sillas y mesas, como en un Saloon del Oeste : tras la barra, aburridas e indolentes, 4 (cuatro) camareras mirando las musarañas.
2.- Esta mañana he llamado al gestor para vernos por la tarde y tratar el tema de la Renta. Le digo que puedo quedar a las 17 h. Me responde que no porque su mujer va a clase de Pilates y él ha que cuidar a los niños. Es decir, que ella no puede faltar a su clase de gimnasia y los clientes de su marido tenemos que ajustarnos a ello; de hecho yo me he acomodado a su horario. Tiene guasa la cosa.
sábado, 31 de mayo de 2008
Desistir, Insistir, Persistir, Resistir
