miércoles, 28 de mayo de 2008

Moleskine


Con frecuencia me ocurre que, leyendo a unos y otros, salte en mí , de improviso, una chispa de empatía con el autor de tales palabras o la mas firme adversión hacia sus ideas o estilo. La indiferencia es la tercera opción, pero, como tal, no cuenta.

Félix Romeo, en su sección Las Iluminaciones, del ABC, hablaba el sábado pasado de los cuadernos de notas que suele llevar encima, plagados de reseñas escuetas, recordatorios en tinta roja, ideas surgidas al vuelo en sus curioseos a los cuatro vientos. Allí dejaba caer, sin quererlo, una palabra mágica : "Moleskine", ese cuadernillo legendario de páginas en blanco con tapas de piel, tradicionalmente negra, y cinta elástica que envuelve y ciñe su cintura como cancerbera guardiana de insondables secretos.
Cuenta F.Romeo que ha tenido que sustituirlos por otro tipo de cuadernos mas ligeros, menos molestos de transportar y ubicar (y con menos encanto, añado yo). Porque vienen a mi memoria todos los grandes viajeros del siglo pasado que escribieron en sus moleskines cada tramo del camino recién explorado, cada encuentro con otras gentes, cada cruce de culturas. El escritor y viajero británico, Bruce Chatwin, hacía acopio de decenas de moleskines donde reflejar sus viajes a la Patagonia, Australia y Africa. Por mas que agotara las existencias en los almacenes, a él se le antojaban siempre insuficientes, y el regreso a casa suponía fardos y fardos de volúmenes que ordenar y reconstruir para sus futuros libros.
Y ¿quién no recuerda en "El Paciente Inglés" al conde Almásy (Ralph Fiennes), anotando en su moleskine, junto a las paradojas del desierto, su primera evidencia de amor : " a K. le sienta muy bien la ropa"? Su cuaderno parecía un pozo sin fondo donde convivían, en abombada armonía, planos de rutas de arena y los sensuales sobresaltos que le provocaba la cercanía de Katherine.

No puedo dejar de imaginar cuántos personajes mas de la realidad -o de ficción- han caminado llevando de compañera a su fiel moleskine, cuántos han vuelto de parajes ignotos con preciosos y precisos estudios de Botánica entre sus lomos. Cuántos garabatos en los márgenes, cuánta tinta corrida por unas lluvias apocalípticas...cuánta pasión, en fin, vertida en todas las lenguas.
Volviendo al escritor y su artículo ( mis divagaciones y ensueños me juegan estas malas pasadas), comparto con él ese trueque de cuadernos según el fin que se les adjudique. No es práctico, en efecto, la cinta guardiana en un bloc de notas rápidas. Mi casa está llena de papelillos recordándome leer ésto o recuperar aquéllo, y en mi bolso he optado por una libretilla liviana donde reina el caos de letras y números de diversa procedencia.
Pero, para mis viajes, guardo en la maleta una flamante moleskine de tapas negras, donde apunto, en amoroso orden, fechas y lugares visitados, impresiones, curiosidades, nombres y anécdotas que, de otro modo, se perderían para siempre en las aguas oscuras del olvido.
Y mi moleskine evita que se ahoguen.

13 comentarios:

Javier dijo...

No se por qué pero me imaginaba algo así, tal vez tu pulcritud o tu forma de mirar el entorno, muchos somos los que lo dejamos todo a la memoria, y cuantas cosas acabamos perdiendo, y sólo nos damos cuenta cuando queremos recordarlas.

Galder Reguera dijo...

Yo también tengo una pequeña libreta negra con cinta. Sin embargo, me sucede algo curioso: dada su elegancia, procuro apuntar en ella cosas que considero importantes. Las demás, las apunto en hojas sueltas que guardo en los bolsillos. Así, resulta que mis notas nacen ya jerarquizadas: las nacidas prometedoras en el elegante cuaderno, notas arsitocráticas, y las que deberán trabajar mucho para llegar a uno de mis textos, las proletarias, en papeles sueltos que se agolpan en mis bolsillos formando enormes comunas.
Lo que pasa es que cuando se anota a vuelapluma, como es mi caso, en realidad nunca sabes qué notas son las importantes y cuáles las triviales, cuáles de ellas te serán útiles o te inspirarán en un futuro y cuáles no. Es el capricho del momento el que me lleva a ubicar unas en un lugar y otras en otro. Sucede así que, en la práctica, la sociedad en la que viven mis notas es bastante justa, y al final todas tienen las mismas oportunidades. La única diferencia, que unas quedan para siempre, pues no tiro los cuadernos de notas, mientras que otras están destinadas al reciclaje aún cuando a partir de ellas haya conseguido parir todo un artículo o un cuento.

enrique dijo...

Si, yo también me imaginaba algo así. No ha sido ninguna sorpresa que usas una elegante moleskine de tapas negras para hacer las anotaciones de tu realidad radical...

LA MAMI dijo...

GUAPAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
BESITOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Mery, en el blog de Tomás ("Trópico de la Mancha") puedes leer una entrada sobre su moleskine, así como algunos comentarios (entre ellos el mío, evidencia del temor de que me espíen los moleskinianos.
Saludos:

tropicodelamancha.blogspot.com/2008/05/cuente-d-vida.html

Mery dijo...

Galder, tu análisis jerárquico de las notas y sus orígenes me ha parecido digno de un relato,así que tus musas y tu talento están en su punto máximo. Un placer.

Antonio, voy a visitar el blog que me recomiendas.

Enrique, en realidad solo apunto en elegante agenda los viajes. El resto pulula aquí y allá en papeles anárquicos.

Pe-Jota: he optado por la moleskine después de haber confiado en mi memoria durante demasiados viajes. La pena por haber perdido tantos detalles me hizo reaccionar. Toma nota de mi caso , y nunca mejor dicho.
Un abrazo a todos

Anónimo dijo...

Yo de pequeño les tomé adversión, porque el agente del Ocaso (que, para nuestra desgracia, visitaba de vez en cuendo la casa para inevitables papeleos) tenía uno. Así que uso un humilde cuaderno tamaño cuartilla, de pastas naranjas, donde apunto todo lo que se me viene en gana. Es menos poético y menos práctico (sufre el desgaste mucho más), pero tiene menos connotaciones... Un abrazo, amada Mery.

El Deme dijo...

Enterarme de que apuntas las experiencias de tus viajes en una moleskine de tapa negra me ha enternecido...yo también!!...pero tengo que confesar mi secreto: como dice Romeo, son un engorro de llevar parriba y pabajo (además tengo miedo de que se me manchen o ensucien). Yo opto por apuntarme las cosas en sucio en una libretita y luego me confecciono el cuaderno tranquilamente sentado en casa (no es lo mismo, pero a mí me resulta más cómodo).Alguna vez me llevé la moleskine y me hice dibujos frente a los lugares y sí...esa sensación de plasmar la sensación inmediata...también tiene su magia!!!

Juan Antonio González Romano dijo...

Yo recuerdo el bar de mi abuelo, con distintos viajantes que iban y venían con sus moleskines, siempre gastados, siempre misteriosos, que iban y venían mientras yo, aún muy niño, permanecía. Qué recuerdos.
Es bueno tener algo donde anotar, no dejar que pasen las cosas; ya he comentado a veces que uso mi móvil para tomar anotaciones que después, a veces, se convierten en poemas. Besos, Mery.

Juan Carlos Garrido dijo...

Abducido por la tecnología, si tuviese que escribir más de un par de frases sin pulsar teclas, lo más probable es que se me descoyntase la muñeca y, a decir verdad, no me vendrían mal unos cuantos de esos cuadernillos "Rubio", pues mi letra se asemeja cada día más al encefalograma casi plano del dueño.

Por todo lo dicho, me conformaré con un "blog-skin".

Saludos.

Anónimo dijo...

Yo, desde pequeña y hasta los quince años estuve escribiendo diarios en moleskines o en otros cuadernillos más feos: agendas que le daban a mi padre.
Incluso de mi viaje a Canadá tengo los restos: hojas sueltas de lo que fue un cuaderno de viaje.
Luego, las ideas creativas, suelo apuntarlas en un folio, con mala letra y numerosos tachones. Incluso en servilletas de papel si estoy fuera y, después, los meto en una carpeta hasta que les doy uso.
Un beso.
P.D: Tengo un comentario al que me has dejado en el blog.

Mery dijo...

Me gustan mucho vuestros recuerdos moleskineros o de agendas destartaladas. Todo vale, un móvil, el ordenador (para el abducido), servilletas, hasta las paredes, si fuera necesario.

Un abrazo a todos

Madame X dijo...

Mi vida está llena de agendas con notas. Algunas en clave, que con el tiempo he olvidado descifrar. Últimamente el ordenador ha venido sustituyendo ese hábito, pero indudablemente no es lo mismo. El encanto de un manuscrito, las anotaciones, los dibujitos... no lo iguala la tecnología digital.

Leyéndote me has animado a emprender viejos hábitos. Me voy a tener que regalar una Moleskine. [Así, cuando seamos ancianas nos las podremos intercambiar... jejeje]

Un beso.