martes, 19 de febrero de 2008

Borges bajo llave


Que de Borges sólo se puede hablar maravillas, huelga decirlo. Yo lo descubrí pronto, en el colegio, porque El Aleph era lectura obligada en esos años. Desconozco si aún continúa en la lista de favoritos del Ministerio y de las Comunidades Autónomas, espero que sí, por mi fé en la sensatez de lo que debiera ser la educación en este país. No voy a relatar en este párrafo sus datos biográficos, para ello basta abrir la Wikipedia, Encarta y otras páginas similares, amén de las enciclopedias de papel que pululan por nuestras casas. Si acaso me permito recomendar sus Ficciones en pleno, sus Cuentos, comenzando por al Aleph, Funes el Memorioso, El Sur, etc. Su Historia de la Eternidad es otra joyita para echarla de comer aparte: en ella se ocupa del tiempo y su negación, de la doctrina del eterno retorno, en fin, alhajas varias. Hay quien desconoce que además nos dejó Borges una extensa obra poética, de calidad y profundidad poco frecuente; quizás algún dia me ponga lírica y cuelgue aquí alguno de sus poemas, para deleite de unos cuantos blogeros y horror de otros tantos.

Pero lo que en realidad quería comentar de mi personaje es que también tuvo su lado picaronzuelo, como todo hijo de vecino, y que tras ese carácter taciturno y un poco agrio, sólo un poco, hubo una vez un jovencito visitador de casinos y burdeles. Hace pocos años salió a la luz la correspondencia entre Borges y el poeta mallorquín Jacobo Sureda, que había permanecido dormida en el desván de la casa familiar durante unas cuantas décadas. En ellas habla de su bachillerato truncado en Ginebra y de sus amores con la bella Concepción Guerrero, una joven morena de largas trenzas. Mucho mas sabroso deber ser el carteo con su compañero del Liceo, Mauricio Abramowicz, un judío ginebrino cómplice de confidencias mas libertinas y mundanas. Estas cartas estuvieron ocultas muchísimos años en la caja fuerte de un banco suízo y finalmente fueron subastadas por los herederos de Abramovicz. Un coleccionista argentino, del que no tengo ningún dato, las adquirió y colocó en manos de María Kodama, su viuda, para que pudieran publicarse y aumentar las delicias de sus lectores. Aquí, por fin, asoma un Borges asombroso, alejado de su perfil mas tópico : un Borges asiduo del Casino, jugador obsesivo de la ruleta, que inventa martingalas para ganar facilmente y que invierte el dinero obtenido en largas noches de placer en el prostíbulo Casa Elena, de Palma de Mallorca. Un tiempo después dedicó a dicha Casa y a "sus Elenitas" una prosa ultraísta subtitulada "Hacia una Estética del Lupanar en España" . Desde luego poco que ver con la imagen oficial de ese pudoroso gentleman latino, de puritana educación victoriana, tutelado por una madre fuerte y longeva y desdichado permanente en amores.

Haciendo gala de mi pereza he de decir que no he buscado mas referencias de estas misivas de juventud, quizás ahora que las nombro me dé por indagar en sótanos y desvanes y saque mas jugo al morbo - íba a decir insano, pero me abstengo- de este querido juerguista.


5 comentarios:

enrique dijo...

Desconocía estos datos mundanos del gran Borges, guardados celosamente bajo llave.
Parece ser que nuestro Borges tenía tiempo para otras cosas, además de leer entera la enciclopedia británica y escribir grandiosos libros...

Pedro Jorge dijo...

Creo que Borges ES lectura obligada en cualquier sistema escolar de habla hispana. En México, Ficciones forma parte de las lecturas obligadas en el bachillerato.

Difícilmente puede entenderse la literatura latinoamericana si no se aparca uno en muchas obras de Borges.

;)

Miroslav Panciutti dijo...

Algo sabía (poco) de estos deslices picaruelos del Borges juvenil. La lectura de tu post me incita a, como dices, indagar en sótanos y desvanes. Qué viva el morbo y las desmitificaciones. Un beso

Fetish femina dijo...

Buenas,

me encantó tu blog, la verdad es que no sabía nada de los líos de Borges, pero es de esperar que una persona que sepa hacer gozar, sepa gozar también para sí :D.
Por desgracia aquí en España cada vez menos se hace leer literatura clásica en las aulas, un pena perderse a estos genios.

Madame X dijo...

Qué tiempos, Mery, cuando nos hacían leer el Aleph, que, por cierto, fue de esas lecturas que te incitan a conocer más de su autor. Con el tiempo, he aprendido a apreciar también su poesía.

De lo que no tenía ni idea era de sus licencias de juventud, con lo tímido y puri que parecía.

¿Y los tangos? Borges escribió también letras para tangos y milongas. Le atraía ese submundo de navajeros que ensalzaba en sus letras.

Mery, si descubres algo jugoso en esos desvanes, avisa.

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